Elena Poniatowska
Los cien años de Tina Modotti /III

``Te crees azteca'', habría de reír alguna tarde Edward Weston. ``O te visualizas como una Adelita en la Revolución''. México sí que era un país auténtico en busca de sí mismo. Los intelectuales tenían vocación de misioneros; el desinterés y la nobleza se pintaban en los rostros inteligentes, sensibles, de quienes forjaban al nuevo país. Partícipe apasionada, nunca tendría con qué agradecer el don inmenso de la vida en México. Los pintores, los escritores ansiaban ser fotografiados por la Modotti. Xavier Guerrero, el grabador y dibujante comunista, se había enamorado de ella. Tina vio al Chac Mol en su cuerpo fuerte. Lo llamaban El teponaxtle porque parecía un tamborcito. Diego Rivera le decía ``El mono con sueño'' porque se dormía en el autobús, su portaviandas entre las piernas, de camino a la calle de Mesones, sede del PC y de la redacción de El Machete. También decía que se había encogido la única vez que se bañó en agua caliente. (Diego además de mentiroso era bien burlón).


En los primeros minutos del 17 de agosto, día de su cumpleaños
número 100, mariachis, artistas, intelectuales, cantaron
Las
mañanitas a Tina Modotti al pie de esta fotografía monumental,
así inaugurada, en la azotea de la que fue su casa --que se
convertiría en museo-- en la colonia Condesa.
Foto: Guillermo Sologuren

Fue Xavier quien convirtió a Tina al comunismo y le despertó la conciencia. La orilló al olvido de sí misma para entregarse a los demás. A partir de entonces Tina sólo se preocupó por tomar fotos para El Machete el órgano del Partido Comunista. Reprimió sus impulsos pequeñoburgueses para volcarse en los niños callejeros, las madres que amamantan a sus hijos, los campesinos que luchan por tierra y libertad, los albañiles que suben su cruz a cuestas en las construcciones. Ella también le regalaría al pueblo de México un símbolo de su revolución, el maíz, la guitarra y las cananas, o la hoz. Ella también colaboraría al significado político de lo que estaba sucediendo.

¿Hacia dónde iba México? ¿Cuál era su destino? ¿Sería socialista como la Unión Soviética? ¿Qué buscaban en México los agentes enviados por la Comintern que se afanaban en torno del joven Partido Comunista Mexicano y querían imponer sus directivas? ¿Qué pretendía el italiano Enea Sormenti que viajaba continuamente no sólo a la América Latina sino a Moscú?

Después del mundo del arte debe haber sido muy duro para Tina renunciar a su libertad en aras del Partido Comunista bajo la mirada severa de Xavier Guerrero. Dos años antes, en una carta a Edward Weston el 2 de abril de 1925, escribía:

``Bueno Edward, espero que te carcajees de mí, yo ya lo hice y eso vas a hacer a menos que estés de un humor en extremo melancólico: trabajé mediodía (cinco horas), me refiero a la primera mañana y cuando salí a casa para almorzar me di cuenta de que no podía regresar. Así que en lugar de regresar en la tarde le hablé por teléfono a Guastaroba, quien reconozco que se portó decentísimo conmigo. Puede que yo sea absolutamente ridícula, Edward, una cobarde y lo que tú quieras, pero yo tenía que renunciar. No tengo otras razones en mi defensa más que durante mi primera mañana de trabajo sentí una protesta de parte de todo mi ser. Fue algo intuitivo, no razonado, no me permití razonar porque entonces a lo mejor hubiera luchado contra mi instinto. Lo sé, lo sé. Lo debí pensar y saberlo desde antes, claro que tuve tiempo, y no me había hecho ilusiones en cuanto al trabajo. Y sin embargo, hasta que empecé a hacerlo el miedo se apoderó de mí, miedo de que no valiera la pena el sacrificio que estaba haciendo de mi tiempo. El trabajo no resultó peor de lo que yo me imaginaba, así que no fue eso, fue algo más vago y más profundo, las cinco horas del turno matutino fueron toda una tortura. De no haber sido por la otra ayudante en la tienda me hubiera salido en la mañana, pero apenas salí supe que era libre y que no regresaría nunca. Ay, querido, me sirvió haber pasado esta prueba, esta mañana de sufrimiento porque ahora valoro mucho más mi libertad, mi tiempo, mi vida, todo. Estoy tan embriagada con esta maravillosa sensación de libertad. Sé, mi amor, que me hice tonta, es tan infantil haberme esperado hasta que empecé a trabajar para darme cuenta de que eso era imposible, pero así es y que se ría de mí quienquiera. Yo misma me río, sobre todo porque estoy tan feliz, tan libre!!!''

Es posible darse cuenta, al leer esta carta, del sacrificio que significó para Tina permanecer sentada en la redacción de El Machete y dedicarse al servicio burocrático de los demás, recibir a los necesitados, apuntar sus problemas y querellas para intentar resolverlos. Tina que tanto había amado los colores del sol tecleaba horas enteras en una oficina gris.

Un día cualquiera, en 1927, Xavier Guerrero recibió la orden de salir a Moscú a la Universidad Lomonosov, y sin más tomó su maleta de cartón y le dijo a Tina que trataría de reunir el dinero para que ella lo alcanzara allá. Más tarde Vittorio habría de comentar que él no habría dejado sola a una mujer como Tina.

En la espera Tina se enamoró de Julio Antonio Mella, lo que le significó un cargo de conciencia. Lo hizo esperar y lo hizo sufrir. Así como había escrito que tomaba ``fotografías honestas y aceptaba las limitaciones inherentes a la técnica fotográfica'', así también la honestidad guiaba su vida personal. Tina jamás manipuló a ser humano alguno. Es a Guerrero a quien escribió su carta más hermosa: una carta de ruptura.

Mella, al igual que Guerrero, era un convencido, pero tenía más capacidad de pensar por sí mismo. Indomeñable, a sus compañeros comunistas les decía sus cuatro verdades. (La frase dentro de su máquina de escribir tomada por Modotti es de Trotsky). Mucho menos dócil, más libre, hay constancia de que se rebelaba contra las directivas del Partido Comunista.

En el Hoover Institute encontré dos cartas de Rafael Carrillo donde le pone a Mella su buena criticada. Vivir con Mella era entrar de lleno en el peligro porque el joven líder estaba condenado a muerte por el dictador Gerardo Machado. El riesgo acrecentó el amor. Todas sus noches fueron últimas noches. La vida en común de Tina y Mella duró sólo tres meses. El fue asesinado cuando ambos caminaban de la mano por la calle de Abraham González, el 10 de enero de 1929.

Weston, en cierta manera, previó el sufrimiento de Tina Modotti al escribir en sus Daybooks, después de imprimir uno de sus retratos: ``Junto con el de Lupe, es de lo mejor que he hecho en México, tal vez lo mejor de todo lo que he hecho. Pero mientras el retrato de Lupe es heroico, este retrato de Tina es noble, majestuoso, exaltado; el rostro de una mujer que ha sufrido, que ha conocido la muerte y la desilusión, que se ha vendido a los ricos y que se ha entregado a los pobres, cuya infancia conoció la carencia y el trabajo duro, cuya madurez reunirá la experiencia agridulce de alguien que ha vivido completa, profundamente y sin miedo.''

Para Vittorio Vidali, el último compañero de su vida, la Tina Modotti de México es prácticamente una desconocida. Lo dijo en una entrevista y lo escribió en su libro Historia de mujer. Vittorio no tenía vínculos con el mundo del arte ni le importaba fomentarlos. El quería encender la chispa de las revoluciones en Latinoamérica, sus intereses estaban bien delimitados a los de la Comintern. No tenía tiempo para leer novelas, no entendía de poetas y locos. Al único artista mexicano que trató es a David Alfaro Siqueiros, militante como él, y dos de los poetas a quienes leía eran Miguel Hernández y Rafael Alberti.

Con Rivera tuvo una pésima relación, lo consideraba un fantoche y a Frida no podía verla ni en pintura. En la guerra de España sí se mostró muy orgulloso del ``Batallón del Talento'' y de su amistad con Antonio Machado, Adolfo Sánchez Vázquez, Joris Ivens, Hemingway, André Malraux, Ana Seghers, Constancia de la Mora, la esposa de Ignacio Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación republicana y autora del libro sobre la guerra civil Múltiple esplendor.

Vidali tampoco les hizo justicia a sus antecesores, y me resultó chistoso escucharlo en Trieste en 1981 hablar mal de los amantes de Tina en la terraza de un café triestino y darme cuenta que a tantos años de distancia seguía sintiendo celos.

Se ensañaba sobre todo contra Edward Weston, ``ese neurasténico''. De Xavier Guerrero se burlaba diciendo que era impermeable y mudo como un ídolo.

Sólo le perdonó la vida a Julio Antonio Mella, ``un muchacho magnífico, deportista, de 1.89 de altura''. Tina acostumbró a lo largo de su vida poner una fotografía de Mella sobre la pared del cuarto que habitaban, y cuando murió, al inspeccionar su bolsa, el agente del Ministerio Publico encontró junto a su pañuelo y las llaves de la casa una fotito ovalada de esas de pasaporte.

Vittorio, conocido en México como Enea Sormenti, dirigente y hombre de confianza del Soviet Supremo, miembro destacado del Socorro Rojo Internacional, líder con mucho carisma entre los comunistas mexicanos (aunque muchos también, como Dionisio Encina, lo detestaban porque imponía directivas y purgaba a quienes se atrevían a oponérsele), estuvo muy cerca de Tina y la acompañó la noche fatal del asesinato de Mella el 10 de enero de 1929.