La Jornada 7 de septiembre de 1996

DIMITIO SCHULENBURG

Guillermo Schulenburg, abad de la Basílica de Guadalupe, anunció ayer que abandonará el cargo el 31 de octubre próximo, convirtiéndose en el último hombre que ocupará ese puesto desde 1751. Responsable durante 33 años del principal santuario mariano de América, encargado de la construcción del nuevo recinto guadalupano y centro de la polémica en torno a la existencia histórica del indio Juan Diego, Schulenburg se retirará --dijo-- a escribir sus memorias.

A la par del anuncio, el arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, informó a través de un comunicado de prensa, que el 25 de julio pasado aceptó formalmente la renuncia de Guillermo Schulenburg Prado a su cargo vitalicio y le ofreció ocupar la abadía emérita de la Basílica de Guadalupe.

``Y le pedí por favor diera a conocer esta renuncia y su aceptación, al venerable cabildo de Guadalupe y a todo el pueblo de Dios, hoy viernes 6 de septiembre. La Santa Sede ha sido informada oportunamente de todo el procedimiento y ha mostrado su beneplácito'', señala el mensaje del arzobispo.

De tal forma, Norberto Rivera asumirá a finales de octubre la administración del santuario y del cabildo. Y mientras se designa al nuevo rector --porque desde ahora desaparece la figura del abad-- las actividades de acción pastoral en el recinto guadalupano recaerán en un equipo sacerdotal encabezado por el obispo auxiliar de México, Francisco María Aguilera.

Cabe resaltar que ese grupo de religiosos, nombrado por el arzobispo primado de México, ya trabajaba desde hace dos semanas en la abadía apoyando a Guillermo Schulenburg.

Un cambio anunciado

El cambio de funciones ya estaba previsto desde hace 13 años, cuando en 1983 el Vaticano publicó la tercera edición del Código de Derecho Canónico, donde desaparece la figura del abad para sustituirla por la de rector o capellán, por lo que el nuevo encargado de la Basílica de Guadalupe trabajará rodeado de un equipo sacerdotal que será elegido por el cabildo guadalupano.

Mientras tanto el rector, que antes era nombrado directamente por el Papa, ahora será designado directamente por el arzobispo Norberto Rivera Carrera, con autorización del cabildo.

El secretario adjunto de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Jesús Navarrete Ruiz, explicó que la elaboración de los estatutos para designar al rector y reorganizar las funciones administrativas en la Basílica de Guadalupe tardarán cerca de un año.

Dichos ordenamientos fijarán periodos de gestión para cada uno de los rectores que sean escogidos por el arzobispo primado de México, establecerán un perfil humano acorde con las exigencias pastorales del santuario mariano y enunciarán los lineamientos para la operación del grupo de asesores que trabajará al lado del nuevo capellán de la Basílica.

Una vez elaborados los estatutos tocará a la CEM, y en último término al papa Juan Pablo II, revisar su contenido y en su caso aprobarlos para que se proceda a nombrar al primer rector en la historia del recinto mariano.

Nadie pidió mi renuncia; fue decisión espontánea, dice el abad

Al dar a conocer su renuncia, leída en la homilía de las nueve de la mañana en la Basílica de Guadalupe, Schulenburg Prado aclaró que su decisión ``espontánea'' obedece a que cumplió 80 años.

El abad dijo a sus feligreses que ya transmitió los motivos de su retiro al papa Juan Pablo II, y que éste los aceptó.

Más tarde, en su oficina, dio su versión a los reporteros:

--¿Tuvo que ver su renuncia con las polémicas en torno a su persona?

--Nada, nada.

--¿A qué se refiere con una renuncia espontánea?

--Es espontánea porque ha dependido totalmente de mí. Nadie me ha pedido mi renuncia al cargo.

``Yo creo conveniente que a estas alturas de mi vida pueda dedicar una parte de mi actividad a algo muy personal, como por ejemplo a escribir mis memorias de todo lo que he vivido en este santuario... No somos eternos en ninguno de los cargos, no tiene sentido''.

--¿A qué se va a dedicar ahora?

--En una carta que me dirige el arzobispo primado de México, me pide que siga colaborando en cosas muy importantes y de mucha trascendencia; vamos a ver si tengo tiempo, disponibilidad, y lo haré con gusto.

--¿Deja finanzas sanas?

--Sí... --cortó y dio por terminada la reunión con los reporteros.

La polémica por Juan Diego

La renuncia del abad Guillermo Schulenburg resulta una culminación del escándalo suscitado por sus declaraciones que ponían en duda el milagro de la aparición de la Virgen de Guadalupe en el Cerrro del Tepeyac y la existencia histórica del indio Juan Diego.

También, su salida de la abadía de la Basílica de Guadalupe surgió por las notables diferencias que tuvo con el arzobispo primado de México.

Trascurrieron tres meses desde que las declaraciones de Schulenburg Prado aparecidas en la revista italiana 30 Giorni, fueron conocidas en el Vaticano por el papa Juan Pablo II y la cúpula eclesiástica de México.

Desde entonces, el abad guadalupano fue llamado por el arzobispo Norberto Rivera Carrera para platicar sobre el futuro del manejo de la Basílica de Guadalupe y de su renuncia al cargo que ostentará hasta el día 31 de octubre próximo.

Varias voces pedían su retiro

La polémica en torno a las opiniones de Schulenburg se da luego de que varias voces de la Iglesia católica insistieron en su retiro, ya que en mayo el abad cumpliría los 80 años, y el reformado Código de Derecho Canónico fijó los 75 años como límite de edad para ejercer cualquier función eclesiástica, pero no toma en cuenta la figura del abad.

Schulenburg siempre argumentó que su nombramiento fue concedido por el papa Juan XXIII como vitalicio y ocurrió 20 años antes de que se reformara el ordenamiento de la Iglesia católica. (Claudia Herrera Beltrán y Roberto Garduño)




La renuncia del abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, fue considerada por la jerarquía eclesiástica como ``algo necesario y urgente'' que viene a poner fin a una situación de polémica que hacía indispensable su remoción.

Reunidos en la capital jalisciense para participar en el Primer Congreso de Ex Alumnos del Seminario de Guadalajara, el cardenal Juan Sandoval Iñiguez, los arzobispos Carlos Quintero Arce y los obispos José Guadalupe Martín Rábago, Jacinto Guerrero, Felipe Aguirre, Ramón Godínez Flores y Javier Navarro, señalaron, aunque con diversos matices: ``El tiempo del abad se había agotado, debía renunciar''.

Cabe destacar que ninguno de ellos se mostró sorprendido por la noticia, ni expresaron argumentos en favor del trabajo de Schulenburg, quien estuvo al frente de la Basílica durante 33 años. Incluso, a pregunta expresa sobre si había algo qué agradecerle al abad, el arzobispo y cardenal anfitrión, Juan Sandoval Iñiguez, respondió: ``Eso pregúnteselo al pueblo, a ver qué dice''.

En tanto, el presidente de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe y miembro del Consejo de Presidencia del Episcopado, José Guadalupe Martín Rábago, señaló que con esta renuncia termina un periodo que, por lo menos en los últimos tiempos, fue ``muy difícil''.

Hubo polémica y la figura de Schulenburg quedó muy contrastada y a veces discutida. ``Creo que en ese sentido, sea culpable o no del todo a causa de lo que había pasado, se le complicaba el ejercicio de su cargo. Y, en ese sentido, el arzobispo (Norberto Rivera) tendrá ahora libertad para designar a otra persona en ese santuario, que es el más importante de México.

Por su parte, Sandoval advirtió: ``Todo el que maneja dinero ajeno debe rendir cuentas y ese dinero es de la Iglesia, es del pueblo de Dios. El (Schulenburg) es el encargado, no es el dueño''.

A este respecto, Martín Rábago dijo que todo lo que sirva para que se tenga claridad en el manejo de los fondos (de la Iglesia) será bienvenido.

Recordó que dentro de la legislación eclesiástica hay una norma jurídica por la cual a los 75 años de edad las personas que ejercen responsabilidades deben presentar su renuncia. ``Diríamos más bien que al abad se le pasaron cinco años. Entonces, llegó el momento en que cronológicamente debía hacerlo''.

Además, adujo que su presencia en ese santuario ``hacía pensable, yo diría hasta conveniente, la remoción para que hubiera otra persona que con más neutralidad, con más capacidad de acercamiento, pudiera continuar su trabajo al frente de la Basílica''.

El abad se quedó solo

Aun cuando en el pasado Schulenburg fue respaldado por el nuncio apostólico, Girolamo Prigione, en su proyecto de convertir a la Basílica de Guadalupe en una diócesis independiente, en la actualidad el abad se encuentra aislado y sin el apoyo episcopal.

La llegada de Norberto Rivera Carrera a la Arquidiócesis de México, la más grande y populosa del mundo católico, contó desde el principio con el apoyo y amistad de su antecesor, el cardenal Ernesto Corripio Ahumada.

Esto marcó el inicio de la caída definitiva del abad. Según el vicepresidente del Centro de Estudios de las Religiones en México, Bernardo Barranco, ``la renuncia fortalece al joven arzobispo, que cuenta con el apoyo del Vaticano y de los obispos de su generación''.

El especialista consideró que la renuncia se prolongó innecesariamente debido al ``aferramiento'' del abad, lo cual se tornó en una lucha ``sórdida y subterránea'' entre Rivera Carrera y Schulenburg.

El origen de la renuncia

Las dudas que expresara Guillermo Schulenburg --en mayo pasado-- en torno al milagro guadalupano reavivaron el encono al interior de la jerarquía católica por el manejo de los recursos y la administración del principal santuario mariano. Y también trastocaron la influencia religiosa que en millones de peregrinos tiene la imagen de la Virgen de Guadalupe.

Schulenburg se echó a cuestas la lápida de su carrera eclesiástica cuando declaró a la revista italiana 30 Giorni, que la existencia de Juan Diego era ``un símbolo y no una realidad'', y encendió los ánimos de la cúpula religiosa cuando aseguró que la imagen de la Virgen de Guadalupe era ``producto de una mano indígena y no de un milagro''.

El arzobispo primado de México, Norberto Rivera Carrera, quien de antemano criticó el manejo administrativo de la Basílica de Guadalupe, ofreció días después de que se desatara el escándalo una homilía en el recinto mariano, donde aseguró que el pueblo de México se había ``inquietado'' por la versión del abad:

``Gracias, porque estos acontecimientos han desenmascarado a aquéllos que quisieran vernos divididos, sin fe y sin esperanza, sin símbolos patrios y en camino de absorción por otras culturas y otros poderes''.

A esa línea siguió una declaración de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) reivindicando a Juan Diego como figura inseparable del milagro guadalupano. Con dureza, el documento --firmado por el presidente de la CEM, Sergio Obeso, Norberto Rivera y otros cuatro obispos-- lanzó un llamado a no permitir que ``las falsedades o dudas nos dividan o debiliten nuestra fe en la Virgen de Guadalupe''.

Pero, desde antes, importantes sectores de la dirigencia episcopal cuestionaban el manejo de los recursos que obtenía la Basílica de Guadalupe. Guillermo Schulenburg argumentaba no tener posibilidad de manejar con libertad el dinero que ingresa al recinto religioso.

Mario Angel Ramos, vicerrector del Seminario Conciliar de México, reconocía entonces que efectivamente existían diferencias entre el arzobispo Rivera Carrera y el abad Schulenburg en torno a la organización y administración del santuario.

El religioso aseguraba que el 70 por ciento de los ingresos de la Basílica se destinan a ``los gastos tremendos de mantenimiento y pago de nóminas'' para aproximadamente 150 trabajadores.

Otras erogaciones, añadía Ramos, se destinaban al sostenimiento de la Casa del Peregrino, dos casas sacerdotales, una escuela de infantes, dos asilos y diversas obras de caridad. (José Antonio Román, enviado, Claudia Herrera y Roberto Garduño)