Eduardo R. Huchim
Las horas contadas del PRI

En Julio Hernández López, potosino nacido en Torreón, Coahuila, coexisten el político y el periodista. Ayer fue reportero de unomásuno y Excélsior, fundador de La Jornada, presidente del PRI en San Luis Potosí y dirigente nacional con Luis Donaldo Colosio. Hoy es asistente de la Dirección de La Jornada. Mañana puede ser diputado o gobernador y no necesariamente postulado por el PRI, partido al que se afilió a los 16 años de edad y de cuya dirigencia potosina fue destituido.

Esa, la destitución, fue la más grave consecuencia de su enfrentamiento con la entonces presidenta nacional del PRI, la senadora María de los Angeles Moreno, y con el gobernador potosino Horacio Sánchez Unzueta. La ilegal destitución, curiosamente ocurrida después de que la senadora fue removida de su puesto, lo llevó a exponer la vida en una huelga de hambre que se prolongó 18 días de octubre y noviembre de 1995 y se inició en condiciones irreflexiblemente desventajosas para el ayunante, lo cual lo despojó rápidamente de energías y lo depositó en el hospital.

No fue ésa la única ocasión en que Julio Hernández López ha estado en peligro de muerte por causas políticas. La primera ocurrió en los setentas, cuanto tenía 20 años de edad y era dirigente estudiantil en San Luis. Disturbios en los que había participado y que incluyeron la quema de varios autobuses provocaron su detención --en la cual superó una peligrosa trampa tendida por un jefe policial--, a la cual siguieron dolorosos días de tortura.

Todo esto lo narra el periodista-político en su libro Las horas contadas del PRI, que habrá de estar en librerías en las próximas semanas. La obra, editada por Grijalbo, no es el solo relato de las experiencias de un priísta rebelde --aun si sólo fuera tal sería un libro interesante--, sino una disección profunda, y virtualmente sin concesiones, del partido de Estado. El PRI es repetidamente impugnado a causa de su antidemocracia y sus vicios por alguien que quiso practicar la democracia desde dentro y, a la vuelta de los años -- ``años de caminar por las callejuelas del priísmo... siempre con el riesgo de dejar en cualquier gancho la zalea de la dignidad personal''--, se percata de que esto no es posible.

De los datos abundantes que aporta Julio, resulta de particular relevancia este trozo: ``Hasta ahora todos, absolutamente todos los comités priístas, nacional y estatales, viven del dinero gubernamental. No hay manera alguna de que los comités demuestren de manera racional que el personal y los recursos que manejan provienen del pago de cuotas --que en el PRI es prácticamente inexistente, con la excepción de los legisladores federales-- o de las asignaciones legales provenientes de los órganos electorales''.

Tal afirmación no constituye un secreto, pero lo valioso es que lo asevere alguien a quien le consta directamente tal cosa y que relata cómo un ``enlace nacional'' se encargaba de suministrar los fondos necesarios para el PRI potosino, provenientes de las arcas estatales. ``Mientras no se erradique esa fuente original de inequidad, ninguna reforma será verdadera y los conflictos postelectorales persistirán --añade Hernández López con toda razón--... En el origen y el uso del dinero público está la clave de la fuerza y las victorias del PRI. Cuando este partido gane elecciones sin estas ventajas definitorias, encontrará respeto a sus triunfos. Mientras tanto, todo éxito electoral estará siempre ensombrecido e impugnado''.

Es justamente por ese financiamiento ilegítimo --acota este articulista-- que la reforma electoral aprobada en 1996 tiene una grave falla de origen, pues otorga al PRI grandes recursos cuya cuantía impugnaron enfáticamente los partidos de oposición y que además, téngase por seguro, no serán los únicos que recibirá del tesoro público ese partido.

En este rubro, el autor reprocha a ex priístas que hoy militan en la oposición su silencio sobre los dineros del PRI, su ``escozor'' para abordar este tema.

Escrito con prosa cuidada y con atractivo ritmo periodístico, Las horas contadas del PRI atrapa al lector y lo sumerge en su lectura. Concluye con el emotivo testimonio, centrado en la huelga de hambre de 1995, de María de los Angeles Guerrero Fernández, también periodista y esposa del autor.

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El comité del PRD en el Distrito Federal va por el camino correcto al pugnar por la unidad de las diversas corrientes que militan en ese partido. Antes que con otras organizaciones políticas, al PRD le urge una alianza consigo mismo.