Jean Meyer
¿Cuál año para Rusia?

En 1996 ninguna de las catástrofes anunciadas ocurrió. Con todos los jaloneos políticos y la interminable caída de la producción, ni los nacionales-fascistas han tomado el poder ni los comunistas lo han recuperado. El desastre militar de la guerra en Chechenia es demasiado real como es real la ruina de un ejército andrajoso que no ha podido comprar un solo avión en 1996, cuyos soldados no reciben su sueldo, cuyos oficiales llegan a suicidarse: sin embargo, no ha sucedido ningún golpe militar. Se habla mucho de la fuerza del ultranacionalismo pero Yeltsin y sus consejeros, convencidos de que la guerra de Chechenia les daría la popularidad, descubrieron que los rusos no quieren morir para un imperio que la mayoría no considera ni necesario, ni posible.

Las empresas y el Estado deben miles de millones de dólares a trabajadores y pensionados que no han recibido pago durante meses, pero si es cierto que hay muchas huelgas tan breves como relampagueantes no se puede hablar de un gran movimiento social y el descontento laboral no ha beneficiado al Partido Comunista.

Además, Yeltsin ha logrado una victoria electoral impresionante, casi al estilo del Cid Campeador, cuando era un fantasma invisible, inaudible, con un pie en la tumba. Por cierto, su neumonía después de Reyes (la Navidad ortodoxa) viene a recordar que no está para nada asegurado el ejercicio completo de su segunda presidencia.

Su eventual desaparición no significaría forzosamente una grave crisis política, por lo tanto no vale la pena especular sobre el nombre de su eventual heredero. Es más interesante señalar qué podría pasar en 1997, con o sin Yeltsin.

Yeltsin sorteó todos los obstáculos y al ``luchador'' no le quedan malosos que vencer o dragones que matar. La tarea herculeana que espera a cualquier presidente ruso es separar el Estado, el dinero y el crimen. No será fácil porque la oligarquía, denunciada por Solzhenitsyn y Yavenski, ha fusionado esos tres universos en uno solo y controla la presidencia de la república. El presidente tendrá que enfrentar ese ``grupo compacto'', por más que le deba el poder, y precisamente porque le debe el poder le toca alejar de la política a sus poderosos aliados empresariales para que la historia de Rusia no sea ``la historia de los trece''.

Sin ese esfuerzo colosal sobre las ruinas del comunismo no habrá ni verdadera economía de mercado ni democracia real. ¿Qué podría suceder? Los juegos políticos en el Kremlin y en la duma no pueden disimular la evolución profunda del país. En Europa central, después de varios años de ``terapia de choque'', el crecimiento económico ha ocurrido. Cinco años después del fin formal del comunismo, la economía rusa sigue hundiéndose: baja de la producción, sueldos por pagar, infraestructuras en ruina, empobrecimiento de gran parte de la sociedad, miseria de un Estado incapaz de cobrar los impuestos, perspectivas financieras inciertas. Saqueo de los recursos naturales por unos grandes grupos aliados como permeados por las mafias. De prolongarse esa espiral en bajada, ¿qué sería de Rusia dentro de un año?

Una crisis política mayor o un golpe de Estado militar no arreglaría nada, al contrario, con todos los riesgos de desestabilización regional (Caucaso, Asia Central, Ucrania, Báltico) e internacional qué podemos imaginar.

Lo peor no está siempre seguro. Lo único que podemos descartar es la prolongación indefinida de la situación presente descrita por Solzhenitsyn en términos dantescos. Con razón. Hasta fenómenos negativos podrían favorecer un cambio positivo. Los ``nuevos rusos'', esos ``nuevos ricos'', equivalentes de los ``barones bandidos'' del siglo XIX norteamericano, no sacan todo su dinero del país ni lo gastan todo en consumo suntuario. Crean también empresas productivas y a su sombra nace una clase media. Lo que Marx llamaba ``acumulación primitiva'', después de su fase de anarquía criminal, debería llevar, lógicamente, a la protección de la propiedad y, por lo mismo, al orden legal y al Estado de derecho. Si Rusia, en lugar de agotarse en imperios, como en el pasado, se dedica a su desarrollo interno, puede transformarse en un ``dragón'' mayúsculo, al estilo asiático.