La Jornada Semanal, 9 de febrero de 1997


šTienes jeta de escritor!

Philippe Sollers

Philippe Sollers nació en 1936 y buena parte de su obra retrata el ambiente de Burdeos. Desde muy joven, recibió la atención de Aragon y Mauriac, y fue animador de la revista Tel Quel. Entre sus libros se cuentan Leyes y Mujeres. En 1992 recibió el Gran Premio de la Academia Francesa.



"ƑSe escribirá todavía en el año 2050?", un foro sobre los peligros que corre la letra impresa en estos tiempos, organizado durante el mes de mayo de 1996 en París por el Ministerio de Cultura y por el Comité de cadenas gráficas, convocó a escritores, periodistas y editores. Poco después, el periódico L'Evenement du Jeudi recogió la opinión de algunos de los participantes. A continuación, el claridoso y valiente punto de vista de Philippe Sollers.

No es lo escrito lo que está amenazado hoy día, sino el sistema nervioso central capaz de utilizarlo. Los libros, todos los libros están allí, disponibles: ahora bien, todo parece como si éstos permanecieran sin uso, abandonados, testigos mudos de una memoria a punto de hundirse. El fenómeno es nuevo porque alcanza a aquellos que tienen como norma el oficio, la vocación, la función. Por lo general, se da gato por liebre cuandose hacen turbias consideraciones sobre la maldad de los medios, del mercado,de la comunicación simplificada, de la violencia, del desempleo, de la publicidad.

En realidad, la crisis se presenta primero al interior de las élites. Son los responsables de lo escrito quienes están en caída libre: sus propietarios, sus agentes de transmisión, su clero. Nada más fácil de verificar. Un cura, por ejemplo, ignora su Biblia. Un filósofo no sabe muy bien lo que Nietzsche o Hegel han dicho. Un crítico literario es incapaz de distinguir un libro bien escrito de un volumen repleto de clichés. Un escritor profesional, más o menos embrutecido por la vida convencional que lleva, se contenta con volver a publicar, salvo con algunas variantes, el mismo libro. Un poeta está satisfecho con que se le llame de esa manera, y se vería en la imposibilidad de recitar de memoria diez versos de Baudelaire. Un periodista, a fuerza de leer los periódicos para volver a copiarlos, no descifra más que la disminuida escritura periodística. Un editor, obsesionado por la lista de las mejores ventas, se olvida de abrir un libro durante el fin de semana, como lo demandaría, sin embargo, su oficio. Actores o actrices publican novelas que ni son ni serán. Hombres de la política ídem. Un profesor se conforma con repetir blandamente lo que ha enseñado miles de veces. Un conferenciante acarrea a su conferencia.

Todo el mundo cree saber un poco sobre casi todo. Los cronistas ni siquiera tienen tiempo de abrir sus paquetes. Los libreros no saben ya dónde acomodar el papel impreso. La sentencia cruel y exacta de Paulhan se cumple: "Vuélvase célebre, y escriba luego." Sus hijos, por otra parte, harán lo mismo. Las personalidades conocidas se publican entre ellas sin hojearse. Pronto, el sistemaquerrá que cualquiera sea abordado en la calle con la siguiente transacción: "Tú... tú tienes jeta de escritor." Contrato firmado. ƑLa televisión? šPero ella no tiene nada que ver con eso, la pobre! Tanto repetir la burrada de antaño, como que la fotografía había matado a la pintura. La verdadera causa es la inmensa, la inconcebible pereza de los funcionarios "culturales". Están allí, cómodos, atiborrados de buenos pensamientos y de sermones democráticos, sabiamente antiintelectuales (ya que los intelectuales se han equivocado siempre), satisfechos de su avance social, arribados providencialmente y bien decididos a que no se mueva nada.

Y Ƒpor qué trabajarían, si es que trabajaran? Si la ignorancia crece, sus privilegios aumentan; si la credulidad sube, su cinismo se consolida; si la tontería y el fanatismo se extienden, ellos esperan en secreto, diciendo todo lo contrario, ser los empleados de una Tiranía que vela por sus intereses. Para juzgar bien la disminución de la Franciaactual, basta constatar que nadie se atrevería a escribir que François Mitterrand no era un buen escritor. Habría que ser idiota para subrayar esta evidencia. Se le reprendería con severidad. Delacroix anota en alguna parte de su Diario: "El gusto se corrompe cuando los ciudadanos han perdido el resorteque impulsa a las grandes acciones, cuando la virtud pública ha desaparecido." Allí estamos.



Traducción de Humberto Rivas


Tomado de L'Evenement du Jeudi, núm. 604, 30 de mayo-5 de junio de 1996.