La Jornada Semanal, 6 de abril de 1997


Tijuana/Mesopotamia: el rock en la frontera

Octavio Hernández Díaz

Octavio Hernández Díaz es un erudito del alto volumen. Desde hace años vive entre Los Ángeles y Tijuana y recorre la Autopista Interestatal número 5 con una buena dotación de casets y los oídos puestos en los grupos del camino. ƑQué ha ocurrido con el rock en la ciudad donde nació Xavier Bátiz y donde Carlos Santana, nativo de Autlán, Jalisco, aprendió el arte de requintear? Hernández Díaz ofrece el mapa de los ríos que cruzan la nueva Mesopotamia.



Entre ríos crece la Nueva Tijuana: por un lado el flujo migratorio que nunca se detiene, paseando carnes y sudores por el Último Rincón de la Patria y pasándose por el arco del triunfo cualquier esfuerzo stopper de la Border Patrol. Y por el otro, el quehacer narcopolíticopoliciaco que llena de sangre (a la usanza de Assurbanipal, aunque éste con felinos) los rincones de la Tía Juana a punta de balazos, cuernos de chivo y traiciones a la malagueña. Ambos empequeñecen al verdadero Río Tijuana (apenas un riachuelo en la actualidad) que despertara devastadoramente en enero del '93 con la venia de Tláloc y sus huestes inundantes.

Sin Eufrates y sin Tigris, TJ se roba las primeras planas cada semana gracias al infinito caudal de ambas vertientes. Coyotes, pollos, migras, narcos, judas, sangre, yerba y polvo son los protagonistas.

Tijuana es una especie de Babilonia del Noroeste por su variedad de frentes de batalla: los culturosos que sobreviven a punta de tenacidad y esperanza. Los artesanos que se abren paso produciendo a destajo al mejor postor. Los políticos que se ladran día a día entre sí para defender huesos y terruños. Los mercaderes que explotan hasta el último minuto a sus rebaños trabajadores. Los parásitos que abrevan de múltiples fuentes con singular brío. Y los ignorantes que piensan que atrás de esa barda de acero hay un mundo mejor.

Tijuana es un lugar que lucha a diario por defender sus costumbres mixtas cara a cara ante la avalancha americanizante. Una ciudad que en lugar de jardines colgantes adorna sus cerros con casas de madera, con cimientos y bardas de pura llanta, a toda Goodyear Oxo. Y por la noche sus manchas urbanas asemejan el oleaje luminoso de un mar que va y viene entre la bruma del pasado y los tiempos modernos. Entre el hechizo migrante hacia la tierra prometida y la pobreza de un México que se desparrama en medio de devaluaciones, escándalos políticos y promesas incumplidas de cambio.

Aquí el rock hizo de las suyas en los años dorados (Los TJ's, Javier Bátiz, Los Moonlights, Tijuana Five, El Ritual, Peace & Love, Five Fingers, etcétera), adueñándose de la gloriosa Avenida Revolución y creando una historia sonora que del norte se fue al sur para poner su gran piedra. De aquí salió Santana (venido de Autlán, Jalisco), para luego hacerla en grande en San Francisco. Y por la Revo parrandeaba el reptil Jim Morrison de Los Doors y otras muchas bestias sagradas de etílicas costumbres.

Duró mientras tuvo cuerda, para ser derrotado más tarde por el nocaut fashion de la disco, sus "Vaselinos" y sus estereotipos danzantes. Los sobrevivientes se dedicaron al fusil (cover) para subsistir, otros a inventar familias, y muy pocos siguieron en la ruta, como Lupillo Barajas, Javier Bátiz, Paco García, Lupillo Cruz, Martín Mayo, Ricardo Ochoa, etcétera. Cuestiónde modas y sinsabores existenciales. La historia, pese a todo, siguió latente.

El heavy ųmás tardeų se armó de valor y decibeles para pisar fuerte en el territorio, haciendo a la usanza fronteriza lo que los gabos de la pesada hacían al otro lado: Iron Blood, La Cruz, Armagedon, Cruz de Fuego y otros agitaron cabelleras en un tour de force de alto calibre.

También Tijuana adrenalinó sus barrios con la furia punketa a base de cocolazos de esquina, redadas y toquines con grupos como Solución Mortal, Mercado Negro, Espécimen ųque aún respiraų, etcétera. Que bajacaliforniaron el quehacer Londinense-Neoyorquino a punta de agallas.

No sería hasta medidados de los ochenta cuando de nuevo tomó forma el barullo; la fauna darkie, alter y fusionera, se abrió paso para tejer su telaraña. Quinta Reunión, Misus, Chantaje y otras, incursionaron con más inspiración que virtuosismo. Había que picar mucha piedra todavía y salir a reventar las calles de ritmo.

Nacía apenas la Nueva Tijuana, la que desterraría a su Bol Corona ante la presión marketing de los imperios hamburgueseros. La sacrificadora de sus corner videos ante el alud Blockbuster. La culpable de la metamorfosis de los clubes de rock en rockolas vivientes del éxito facilón y melcochoso. La que encajaría en cada local en quiebra una drugstore, como si con tanta medicina se pudiera curar la nostalgia de los buenos tiempos y la enfermedad crónica del sistema. La que padece una urticaria de Casas de Cambio que practican a mansalva el sano deporte de la oferta y la demanda.

Ya no somos tricolores, si no más bien blanquiazules, aunque muchos confundan peras con manzanas. Perdimos nuestra Zona Libre ante los encantos seductores del TLC y sus Serrapuches, y aprendimos a sincronizar nuestros latidos frente el emotivo semáforo fiscal. Nos acostumbramos a creer en las mentiras del poder central y a estar en la mira del Imperio del Sol Naciente (que ya nos sueña convertidos en isla) envueltos en un clima mediterráneo y gozando del rebote del California way of fun. Con rubias sensuales, marines y cold beer hasta que el hígado reviente.

De la estepa maquiladora de la Mesa de Otay al litoral del Pacífico en Playas de Tijuana. De la Libertad a la Altamira o de la Presa al mero Downtown. La Tía Juana pela diente en ruta finisecular marcando el contraste entre lo antiguo y la posmodernidad. Del Rancho Tía Juana de Don Santiago Argüello (1829) a la bacanal del Casino de Aguacaliente (1920), y de la Tijuana fronteriza a la futura Hong Kong de los sueños maquiladores.

Fue en 1990 cuando un concurso de rock entre bandas de ambos lados de la frontera encendió la llama que se tutearía más tarde con los meros macizos: "Duelo de Rebeldes" colocó al No (hoy Tijuana No), Armagedon (firmados por Sarzo Music), Mercado Negro y Artefakto (Opción Sónica), ante Daddy Long Leggs, Hair Theatre, Dark Globe y Sweat Engine (todos de San Diego). Triunfó la frontera en el mítico Iguana's (hoy convertido en disco proto-fresa), con un jurado binacional y un público heterogéneo.

Apenas comenzaba la novela que más tarde traería lágrimas, risas, idilios muchos y villanos a granel. Había tela de donde cortar humanamente hablando. Río Rita primero se constituiría como el foro mayor de la cultura fronteriza. Y el Iguana's (más tarde) intermitentemente daría oportunidad de alternancias a los de casa con algunos foráneos, además de traer una extensa lista de big names (Red Hot Chili Peppers, Jane's Addiction, Iggy Pop, Nirvana, Pearl Jam o The Creatures, etcétera), que pudimos ver en directo en el sitio más avantgard y psycho que ninguna otra ciudad del país tuvo. No fue en Acapulco ni en Cancún, sino a escasos metros de la Garita de San Ysidro, la más transitada del mundo según dicen nuestros vecinos los güeros.

Río Rita y su mecenas (Armando García Orzo y familia) cerraría por problemas financieros en el '92 (reabriendo con nueva gerencia más tarde). Iguana's mataría su magia más o menos por la misma época. Muchos otros sitios corrieron la misma suerte en menos tiempo, ya fuera arrojando la toalla o cambiando de giro: Last Temptation, La Faena, Tía Juana Tilly's, El Torito Pub, Mextitlán, News, XS, La Cafetera, Peoples e Histeria, entre otros.

La Nueva Tijuana tiene también su torre de Babel, que en vez de aspirar a cortar el cielo con su punta se extiende hecha acero por el vientre de las californias, marcando el límite entre la pesadilla existencial de una nación en crisis y la tentación mundana de un paraíso artificial que sana todos los dolores con la venia del billete verde de 9 a 5. Es la zoología de los que guían y los que son llevados. De los que caen en manos de la migra y vuelven a la tierra que los vio nacer, para repetir el intento una y otra vez hasta que el cuerpo resista y la cartera dure. De los que se contentan con salarios de muerte en cualquier maquila. O de las que se pierden en las esquinas de la Zona Norte abriendo la boca y las piernas a cualquiera que pague una tarifa de eyaculación precoz. New buildings y cuartos de vecindad. Popotla Twenty Century Fox con todo y su Titanic, y Marías en cada esquina pidiendo limosna. Discotecas nice y bares de arrabal. Cultura e ignorancia. Turistas y homeless. Artistas y trabajadores multiusos. Todos cohabitan aquí, en la esquina del mundo.

En el '88 predije, en una charla sobre rock en español (en la hoy extinta sucursal de la Universidad Iberoamericana del Boulevard Agua Caliente), que esta ciudad sería el paso de todos o casi todos los grandes nombres de la industria latina del rock. Muchos se rieron y lo dudaron, pero la historia me dio la razón, y me convirtió en causante del arribo, en los albores del negocio, de cartas como Maldita Vecindad, Santa Sabina, Fabulosos Cadillacs, La Lupita, Sergio Arau y Los Mismísimos Ángeles, Seguridad Social, Pappo Blues, Ratones Paranoicos, Los Pericos, etcétera. Fue un lapso que aportó influjos y marcó un precedente.

Había para todos sin patear el pesebre, pero con el paso de los años los cortos de visión pero largos en codicia intentaron apoderarse del pastel aunque les hiciera daño y no les gustara el merengue. Así pues, a base de engaños, abusos, tranzas, asociados con chacales intermediarios, repretranzantes y una extensa gama de malsanidades, acabaron con un territorio virgen conviriténdolo en árida zona de inversiones. Hicieron a un lado a los independientes e intentaron hacerlos desaparecer para que sólo tronaran sus chicharrones. Sembraron maíz y ahora sus tierras ya no dan para más.

Ya ni los grandes llenan, los conciertos se convirtieron en ejercicios fríos de mercadeo sin personalidad y sin encanto. Matando el calor humano que se acostumbraba compartir en cada tocada.

La estación radial de moda mezcló a Tarzán con Chita creando un espectro tan decadente que golpeó de lleno el movimiento Tijuanense de rock. Dio pie a los bares que exigen covers en lugar de música original y coronó con el virus de la "moda" el quehacer musical de una generación que pedía oportunidades para sacar lo propio. Pero ni modo, los juniors todo lo saben y lo pueden. Pero como nada es eterno y todo lo que sube tiene que bajar (aunque a papi le moleste poner en predicamento el apellido y el futuro de los negocios familiares), muy pronto toparán con pared. Hasta el Doctor Frankenstein perdió el control del engendro que creó, y no lo digo yo, sino la historia de los tiempos.

Tres opiniones sintetizan lo que pasa actualmente en la escena de rock: Ejival (Enrique Jiménez), escritor de rock del semanario Bitácora, editor del libro Rastros de carmín fluorescente sobre un fondo tiznado de gris, y además manager de dos bandas de apetitosa actualidad; Nona Delichas y Bodhisativa. "Al rock local le faltan espacios para su desarrollo, se sufre para encontrar lugares donde puedas hacer lo tuyo sin cortapisas. Me gustan Los Fieles Difuntos (Mexicali), que se acaban de desintegrar; Othli (Tijuana), cuyo sonido es muy reconfortante; Sonios (Ensenada), que suenan muy bien; Be-am (Tijuana), que pueden crecer; Los Swega, si se tomaran más en serio, y los míos, que tienen lo suyo cada uno, trabajo me ha costado. En cuanto a medios, Tico Orozco en Ritmo de Ciudad es el único que apoya con todo."

Rafa Saavedra ųprocurador del gozo raveų uno de los pioneros del periodismo roquero en TJ, colaborador también del semanario Bitácora, pariente de los industriosos de Ford Proco y Santos Óleos, editor del libro Esta no es una salida/Postcards de ocio y odio y del fanzine Vellocet: "El movimiento ha bajado un poco, muchas bandas se han desintegrado, pero la llama sigue viva en los conciertos y es lo importante. Tijuana No, Artefakto, Ford Proco, Espécimen, Nona Delichas, Lesbiánica (antes Glugan), Be-am, Dead Panchos, La Noria, que le pega al tecno-pop (Tijuana) y otros prenden. De Mexicali, la banda de Rubén, Fieles Difuntos, que ya terminó. Y de Ensenada, Sonios. Curiosamente, el apoyo con el cual el rock ha sobrevivido en la actualidad es institucional: el CECUT (Centro Cultural Tijuana), el ICBC (Instituto de Cultura de Bajacalifornia) y el Municipio-Cultura, donde no son el patito feo, si no más bien el plato de luxe. La radio sólo con Tico, fuera de ahí todo es cover o moda. Hay apoyo selectivo en la radio comercial, ciertas bandas y punto."

José Rincón, "Kolibry", promotor de rock local, editor del fanzine under Kolibry y célebre personaje de la escena: "Hay mucha desconfianza en la actualidad por la cancelación de tantos conciertos que nacen de las fricciones entre los promotores y los managers, y esto perjudica la escena. Nessie, Misterios Violeta, El Rosario, Scavenger y Hueytlatoani de Tijuana. De Mexicali, Perros Danzantes, Solsticio, Limbo Zamba, Fieles Difuntos y Nudos son agrupaciones que tienen con qué. Los mejores momentos del movimiento rockero los vivimos en el verano del '92 y durante 1993 y 1994, porque se aprovecharon oportunidades antes de la devaluación. Ahora nos afecta la falta de espacios. La radio comercial apoya poco. Sólo valen Ritmos y Al Otro lado del Silencio (en Stereo Frontera), y La Chalupa y Tierra Nueva (en Radio Tecnológico); ya no hay Arca de Neón. Los fanzines han sido la alternativa. Antes, El Olor del Silencio, Los Terceros, La Afonía Gritona (Ensenada); ahora, Kolibry, Vellocet, Swenga (todos de Tijuana), y Subterránea Expresión Deforme (Mexicali). Hay fe en el futuro porque pese a todo el rock aquí es una forma de vida." El cover como una epidemia sin vacuna, la Alejandraguzmanización o el Maná fast-track, que son las vía alternas de subsistencia de un gremio que tiene que comer y sufragar sus gastos mínimos para sentirse vivo. Más que dorada, frita, la realidad es fritanga pura.

La Nueva Tijuana justifica presupuestos con obras públicas innecesarias, levanta asfaltos que todavía aguantan, inventa aceras y moviliza un ejército de trabajadores para tranquilidad de la colectividad idealista y para calvario de todo aquel que circula en las horas pico. Se pone su máscara de Halloween para saquear tiendas en plena Avenida Revolución, la noche en que los gringos se aplican sus dosis de caramelos en la senda de Boris Karloff y la familia Monster. Cultiva el topless y el downtess en la intimidad de un bar donde los vellos púbicos están al alcance del índice y la cerveza a la medida del presupuesto de cualquier noctámbulo con colmillo. Crea sus cuerpos de seguridad que navegan con impunidad supuestamente para salvaguardar la tranquilidad de la city. Es la tierra donde un ciudadano común se convirtió en conejo de Indias de un complot que lo llevó de maquilador anónimo a magnicida ampliamente conocido. Le brotó, según la PGR, el matador anónimo que todos llevamos dentro, justo aquí donde el mundo da vueltas y la vida de cada uno es pura estadística.

Tijuana/Mesopotamia, tierra fértil de inversiones, tesoro de un futuro de casinos, paraíso maquilante, templo de la cultura latina que derrama gota a gota una realidad demográfica ųque pesa en las votaciones al otro ladoų y que a punta de partos recupera el territorio perdido.