La Jornada 13 de abril de 1997

En EU, campaña para sindicalizar a miles de mexicanos que cultivan fresas

David Brooks, enviado, Watsonville, California, 12 de abril Ť Huele a fresa, una aroma dulce que engaña, pues los campos que suben y bajan por colinas costeras de esta región se vuelven escenarios de batalla humana en donde los participantes son rancheros, empacadores estadunidenses y jornaleros mexicanos.

La gran mayoría de los trabajadores de la fresa aquí es de Michoacán. Otros vienen de Jalisco, Guanajuato, Oaxaca, y uno que otro del Distrito Federal. Muchos están de aquí hace más de diez años; algunos van y vienen de México; otros permanecen aquí todo el año, y todos viven de la pizca de la fresa que crece por toda esta región. La mayoría, se dice, son ``legales''.

Desde hace un año el Sindicato de Trabajadores del Campo Unidos (UFW, por sus siglas en inglés) lanzó una campaña para sindicalizar a los 20 mil mexicanos que laboran en la pizca de la fresa, y las empresas han respondido intimidando a los trabajadores y promoviendo divisiones en esa comunidad.

``Yo no les tengo miedo porque lucho por una causa justa'', afirma Isabel Rendón, la madre de Chuy y Chava, que juegan en el lodo al lado de un enorme campo de fresa. ``Vine porque me dijeron que Estados Unidos era mejor, había más dinero. Según esto, éste es un país libre, donde se hacen valer las leyes, pero es pura mentira'', asegura la mujer. Rendón, quien llegó aquí en 1989 desde Oaxaca, sostiene: ``Yo lucho para darle buen ejemplo a los niños, a que defiendan sus derechos''.

José Rojas agrega que los granjeros ``ponen la planta, pero sin nuestra mano de obra ellos no son nada''. Señala que están promoviendo que se mejoren las condiciones básicas de trabajo: seguro de salud, protección contra los pesticidas, días festivos, salario justo, mejor trato de los mayordomos, baños limpios, agua potable y ``pues, la dignidad, verdad''.

Se les pregunta sobre lo que podrían decir a sus paisanos acerca de esta lucha. ``Que nos apoyen --responde Rendón--, porque esta lucha no es nada más para nosotros, es para ellos también''.

Rojas agrega que los que están en México deben apoyar el movimiento porque ``es para el bien de nuestras familias'' aquí y allá, pero también por ``el sufrimiento que tenemos porque no estamos con ellos en México''.

Rojas pide enviar un mensaje a sus compatriotas sobre la controversia de la fresa: ``Toda mi vida he sido fresero, en Zamora, Michoacán, y aquí, más de 22 años, y nunca he visto que la fruta de México haya salido mal. Sin embargo, a la de aquí le ponen veneno con todo ese pesticida. La fresa de aquí me ha hecho mal, me ha causado dolor de estómago y de la cabeza''.

Los jornadas son de 10 a 12 horas, empinados, y cuando llueve se trabaja en el lodo, y el salario, que puede ser de entre 4.90 a 6.50 dólares la hora, desaparece al pagar rentas altísimas y sobrevivir cuatro o cinco meses cuando no hay trabajo.

``Con la marcha del domingo Watsonville va a temblar'', comenta un trabajador del hongo sindicalizado por el UFW. La campaña de sindicalización de los jornaleros de la fresa se inicia formalmente este domingo, en este pueblo de unos 35 mil habitantes, donde más de la mitad proviene de México. Se espera la llegada de hasta 25 mil simpatizantes para lanzar la campaña.

Pasamos a ver a don Lalo en un campo laboral, o sea una unidad de casas habitación para los pizcadores.

Al entrar en la casita de tres recámaras (500 dólares al mes) se ve en la televisión una película de Tom Cruise y Nicole Kidman representando la odisea de dos inmigrantes irlandeses en Estados Unidos durante el siglo pasado. Una caja de fresas está sobre la mesa, y un joven de amplia pero tímida sonrisa escucha la plática.

``Estamos amolados aquí y también allá (en México)'', dice don Lalo. Señala que después de trabajar 22 años no tiene nada. ``Allá pintan al norte muy bonito, que hay más dinero, pero estamos amolados. Tengo 22 años en la fresa y todo lo que tengo es un dolor en la cintura''.

--¿Y los que quieren venir?

--Yo no se los recomiendo. Ahorita hay un guerra contra ellos y nosotros (por la ley antinmigrante). ¿Cómo podemos aprender inglés si no podemos leer? Y después de trabajar diez horas diarias en la fresa no se puede hacer nada más que tirarse en este sofá, prender la tele y quedarse dormido.

El joven escucha, el padre dice que ya no va a la escuela porque se salió tres años para cuidar de la abuela en México, y al volver ya estaba muy atrás de sus compañeros. ``Le estoy enseñando a pizcar'', dice sin pasión don Lalo.

--¿Qué opina del sindicato y la campaña?

--Todos tenemos miedo. Todos aquí dicen que tenemos que comer, pagar renta; la mayoría tiene miedo.

Explica que se amenaza a los que simpatizan con el sindicato, ``pero sí vamos a ir a la marcha'' de este domingo.

Arturo Rodríguez, secretario general del UFW, comenta que esa manifestación representará la gran unidad y el apoyo de diversas comunidades para la organización de los freseros, que vendrán de todos los campos de todo el país, y al volver a ellos y ``correr la voz'' generarán una presión nacional sobre los empresarios.

``Los rancheros se han hecho muy ricos, pero no quieren compartir esa riqueza. Se van a dar cuenta ahora que no sólo se enfrentarán a los campesinos, sino a todo un mundo que apoya esta causa'', afirma Rodríguez. ``Lo que va a ganar esto aquí será la valentía de los trabajadores y la presión de los miles de consumidores de todo el país''.

Los freseros hablan de México. Todos tienen familia allá, y aunque no han estado allí en años, nunca se olvidan de su país. ``Es que en México está de la chingada si uno no puede trabajar artesanía y no tiene tierra'', dice uno de ellos.

``Todos somos campesinos, pero no tenemos cómo hacerle allá'', dice otro. ``Nos han hecho tanto, que hasta nos queremos olvidar de eso'', añade, triste, un tercero.

--¿Y qué se necesita?

--Un presidente no corrupto, que no haga para su bolsillo sino para todo el pueblo --afirma un trabajador de hongos.

Otro señala que ``cada presidente (al término de su mandato) se va del país, ¿por qué?, porque ya tiene su dinero en Europa''. Todos ven favorablemente la doble ciudadanía, y muchos dicen: ``somos cardenistas, todos''.

Don Lalo ofrece refrescos, su hijo sonríe y calla. El teléfono espera la llamada para que se presenten a la pizca, para trabajar un día más después de 22 años.

Todo ha cambiado y nada. John Steinbeck no tiene que hacerle muchos cambios a su trabajo para ponerlo al día. Está por verse si estas fresas se convierten también en plantas de la ira. Y si con ello, una parte del movimiento laboral estadunidense podrá ser rescatado por estas manos mexicanas.


David Brooks, enviado, Watsonville, California, 12 de abril Ť Las fresas de Watsonville están contaminadas con el sudor y las penas de la explotación de la mano de obra importada desde México. Y casi cada cajita de fresas de los supermercados de este país, así como también las que se sirven en el postre en la Casa Blanca o en los comedores ejecutivos de Wall Street, contienen gotas de esta contaminación. Pero los que padecen sus efectos son los jornaleros, entre los trabajadores más explotados y menos protegidos de este país.

Este fin de semana arranca formalmente una campaña sin precedente encabezada por Trabajadores del Campo Unidos (United Farm Workers of America o UFW), el famoso sindicato fundado por César Chávez, con el pleno apoyo de la central obrera estadunidense, AFL-CIO, para sindicalizar a 20 mil trabajadores de la fresa durante la temporada de la pizca, entre abril y octubre.

La mayoría de los trabajadores son mexicanos, principalmente de los estados de Michoacán, Guanajuato y Jalisco, y entre ellos hay una creciente presencia de indígenas mixtecos.

Será la primera vez en tiempos recientes que el sindicalismo oficial estadunidense promueva una campaña nacional para defender los derechos laborales de los inmigrantes mexicanos. Podría ser una de las primeras respuestas sociales organizadas y en alianza con organizaciones de trabajadores estadunidenses frente al nuevo ataque frontal contra los inmigrantes

Pero este no es el objetivo central, señalan los sindicatos. Más bien, el objetivo es que uno de los sectores laborales más desprotegidos y explotados del país. Requiere de la defensa de un sindicato, única organización social aquí que podrá defender sus derechos y mejorar los niveles de vida.

Ron Blackwell, director de asuntos corporativos de la AFL-CIO, comentó a La Jornada que la central obrera considera que estos trabajadores están ``entre los más oprimidos y explotados en este país, los que necesitan más protección'', y ``el hecho de que sean inmigrantes legales o indocumentados no nos interesa'', porque la ``posición del movimiento laboral es defender los derechos laborales y civiles de estos inmigrantes''.

Doblados bajo un sol inclemente, expuestos constantemente a los pesticidas, viviendo en moteles, campos laborales y albergues construidos para exterminar toda ilusión de comodidad humana, los jornaleros vienen a trabajar la fresa, la fruta del diablo, como ellos la conocen. El apodo se lo ganó por la dificultad de cosecharla, que obliga a que uno se doble de la cintura de ocho a 12 horas diarias, recogiendo lo más rápido posible porque se paga por caja. La mayoría de los jornaleros padecen dolor de espalda permanentemente. En general, los inmigrantes ya no pueden trabajar la fresa si son mayores, es decir, frisan en los 30 años.

Los jornaleros y sus familias han pasado décadas en estos fértiles valles, cosechando fresa, manzana, brócoli, alcachofa, uva.

A fines de los sesenta y durante la década de los setenta, César Chávez lanzó un movimiento para sindicalizar a estos miles, provocando una campaña nacional que en su mejor momento logró agremiar a unos 80 mil trabajadores, y consiguió contratos colectivos para toda la cosecha de uva de California, y con ello elevar salarios y ganar mejores condiciones.

Pero el triunfo fue el comienzo de una derrota, y hoy día el UFW cuenta, admite, sólo con unos 20 mil miembros, y no tiene ningún contrato colectivo con las empresas de la cosecha de uva.

``El movimiento de César no supo transformarse en sindicato ni administrar bien los contratos ni atender de forma constante las necesidades de sus miembros'', comenta una abogada que participó en los mejores tiempos del sindicato y quien pidió el anonimato. Indicó que, en parte, por eso empezó a desintegrarse.

Al mismo tiempo, esta campaña se perfila como un intento de resurrección de ese histórico sindicato y ahora, con el apoyo de la nueva dirigencia del AFL-CIO, la cual se ha comprometido a priorizar la organización sindical, se ha convocado a una campaña nacional en la que participan sindicatos, organizaciones religiosas protestantes, católicas y judías, políticos, organizaciones de defensa del inmigrante, de derechos civiles, ambientalistas y de la mujer.

Se espera que delegados de 27 estados y unas 20 mil personas se encuentren aquí este domingo para participar en una marcha, con la que se iniciará la campaña de sindicalización.

Más de 100 organizadores ya han iniciado labores en los campos de la fresa y se siente en el ambiente que algo se mueve, las manos que recogen la fresa tienen nombre y apellido, muestran la cara y se escucha su voz.

Curiosamente, muchos de los líderes sindicales que llegan aquí no saben hablar español y los trabajadores que vienen a apoyarlos no hablan inglés. Pero se repite un elemento clave en la historia de este país: muchos de los movimientos sindicales fueron multilingües, gran parte de ellos encabezados por inmigrantes.

Antes eran irlandeses, alemanes, italianos, rusos. Hoy son chinos, coreanos, filipinos, caribeños y, en esta región, como en tantas otras, más mexicanos. ¿Acaso parte de la salvación del movimiento laboral estadunidense reside en manos de los mexicanos?

Estos jornaleros recogen 80 por ciento de la producción nacional de fresa de Estados Unidos para unos 270 productores, que a su vez están bajo contrato de las empresas empacadoras, ocho de éstas controlan 80 por ciento de la producción de este sector. La industria genera unos 600 millones de dólares en ventas al año y cada trabajador gana en promedio por temporada entre 6 y 8 mil dólares (algo menos de lo marcado oficialmente en la línea de pobreza).