La Jornada 14 de abril de 1997

Acusan a líder católico de abuso sexual de menores

Salvador Guerrero Chiprés /I Ť Desde 1948 hasta entrada la década de los setentas, el sacerdote Marcial Maciel Degollado, jefe de la congregación Legionarios de Cristo, abusó sexualmente de niños de entre 12 y 17 años de edad que le fueron entregados en custodia ``para dedicarlos al Señor'' por familias confiadas en la obra que desarrolló desde México hasta extenderla a 17 países de América y Europa, según seis testimonios verificados por La Jornada y tres más presentados en diferentes ámbitos en los últimos ocho años.

Nuestro padre o mon pre, como lo llamaban los legionarios desde 1941, cuando se fundó la orden --hoy de proporciones internacionales y con ``enorme poder económico''--, siguió la misma pauta en todos los casos: desarraigó a los pequeños de sus familias, de su país, los separó y controló con el ejercicio estricto de un ``voto privado'' que aún hoy incluye la obligación de delatar ante él a cualquiera que haga críticas o divulgue los actos que muchos le han visto cometer.

Al dar a conocer por primera vez a un diario mexicano estos testimonios, ex legionarios graduados, con doctorados en universidades prestigiosas, como el doctor José Barba Martín y Arturo Jurado Guzmán; un abogado, José Antonio Pérez Olvera; un ex rector de la Universidad Anáhuac --fundada por Maciel--, quien denunció la situación antes de fallecer en febrero de 1995, Juan Manuel Fernández Amenabar; un ranchero retirado a la vida privada, Alejandro Espinosa Alcalá; un postulante a doctor en Nueva York, Juan Vaca, presidente de los Legionarios en Estados Unidos de 1971 a 1976; un maestro de una escuela católica, Saúl Barrales Arellano; un ingeniero, Fernando Pérez Olvera, se encuentran entre quienes sostienen abiertamente que Mon pre abusó sexualmente de ellos.

Buscan que la Iglesia católica emprenda una investigación sobre el sacerdote de 76 años de edad a quien el ex presidente del Club de Banqueros de México, Manuel Espinosa Yglesias, entregó en diciembre pasado la presea Pericles destinada a quienes han promovido las artes y la cultura y han dedicado su vida ``en beneficio de los demás''.

``Por mi parte, al revelar esto yo cumplo con una obligación de conciencia porque quiero ser parte de una Iglesia coherente'', comentó el doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Harvard, José Barba Martín, profesor del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

Quienes han vencido ``el temor a la opinión pública'' asumen el riesgo de enfrentar a uno de los sacerdotes más poderosos de la Iglesia católica, amigo del papa Juan Pablo II. Políticos prominentes de la derecha latinoamericana, cercanos a la élite financiera de México, ratifican testimonios que han comentado individualmente, a veces sólo compartiendo en privado impresiones o acudiendo infructuosamente al Vaticano y posteriormente a especialistas del tema y a periodistas en Estados Unidos.

``Tenemos más de 25 años denunciándolo, de tocar puertas; esto tiene que salir a la luz pública'', comentó Pérez Olvera.

La enfermería

En el número 677 de Vía Aurelia Nuova, en Roma, a menos de 5 kilómetros de San Pedro, un centenar de adolescentes que conforma una de las primeras generaciones de legionarios preparados por Mon pre asume que el sacerdote nacido en Cotija, Michoacán, en 1920, es un santo comprometido con Dios, se les ha dicho, al grado de ser perseguido y de haber sufrido algún intento de homicidio.

Es el año de 1956. Los apostólicos y novicios tienen entre 12 y 17 años. Sus familias confían a pie juntillas en la labor educativa y evangelizadora del padre Maciel. La tía Pachita, bien conocida en los inicios de la orden, donó dos inmuebles para la obra. Seguir la vocación de sacerdote y hacerlo con Maciel era considerado ``un privilegio, una misión verdadera, una enorme oportunidad''.

Son ``selectos entre los selectos'', comenta el licenciado Pérez Olvera.

Al estar allí tuvieron primero que llenar los requisitos indispensables para ser un legionario: ``Ser bonitos, blancos e inteligentes; pero sobre todo lo primero: bonitos y blancos'', muy preferentemente herederos de familias pudientes o al menos estables, refiere por vía telefónica, desde Tamaulipas, Espinosa Alcalá.

Fueron llevados, con el beneplácito de su familia, a la Quinta Pacelli, en el silencioso barrio capitalino de Tlalpan. Después Mon pre determinó que algunos de ellos deberían aprovechar ``la educación en Europa'', especialmente en España y luego, precisamente, en Roma. Allí son llevados para estudiar el noviciado, luego el juniorado y posteriormente filosofía y teología.

Tenían que estar levantados a las 5 de la mañana. El reglamento establece que en ningún momento podían estar inactivos. Tienen 20 minutos para prepararse y bajar limpios a la capilla para las primeras oraciones. Hay una hora de meditación. La misa viene antes de la comunión. Pasan directamente al refectorio (comedor en los conventos) para el desayuno. Tienen diez minutos para prepararse e iniciar las clases. Los jueves tenían una hora de ``adoración'' que interrumpía el sueño y la digestión de la cena.

El primer síntoma de que uno de ellos es ``escogido'' es el llamado de Maciel a su despacho para indicarle que en adelante será él, personalmente, su ``director espiritual''. Pueden pasar días o semanas para que la segunda fase se inicie.

Los testimonios de Pérez Olvera, Martín Barba, Arturo Jurado Guzmán --profesor de lingüística en el Departamento de Defensa de Estados Unidos-- y de Juan Vaca, entre otros, coinciden en ese punto y en la siguiente situación:

Maciel pedía que alguno de ellos fuera llevado a la enfermería, constituida por dos pequeños cubículos, una cama dura, mesitas con medicamentos y un lavabo. Está situada en el extremo derecho del pasillo, ubicado éste en la entrada principal.

``A mí me planteó que tenía los dolores esos que supuestamente le provocaban una involuntaria retención de esperma. Luego que necesitaba un masaje. Este comenzaba en la parte baja del abdomen, después bajaba la mano hasta que me llevaba a tocarle el pene y hacerle directamente una masturbación. Con la otra mano debía frotarle los músculos de las piernas. El acomodaba, dirigía técnicamente la operación'', relata Espinosa.

Las demás versiones son idénticas. Primero fueron calladas durante muchos años cuando no furtivamente presentadas en diarios de los novicios.

Todos coinciden en que Maciel sugería que el papa Pío XII le había dado permiso de ``aliviar su dolor'' de ésa y otras maneras en sesiones en que llegaron a participar más de dos jóvenes.

Les explicaba a los novicios que su dolor podía ser desahogado ``usando una mujer'', pero que él, ``para convertir el dolor en virtud'', no acudía a ellas y escogía a los adolescentes para acompañarlo en el encuentro del alivio.