La Jornada Semanal, 18 de mayo de 1997


BONO Y SU BIBLIA DE NEON

Ernesto Flores

Para La Jornada Semanal, Ernesto Flores ha cubierto conciertos de David Bowie y The Who. En esta ocasión, presenció el arranque de la gira de U2, el megagrupo irlandés que inició en Las Vegas la promoción de Pop, el disco que ya retumba en millones de oídos de la aldea global.


No, ésta no es una ciudad buena para
las drogas psicodélicas. La propia
realidad ya está demasiado pacheca.

Hunter S. Thompson,
Miedo y asco en Las Vegas

Así se cocina una estrategia de la ilusión: U2 presenta su disco Pop el 12 de febrero de 1997, en el K-Mart de Greenwich Village, en Nueva York, y tres meses más tarde, el 25 de mayo, inicia su gira Pop-Mart en una impostada, falaz, pero siempre deslumbrante Las Vegas.

¿Alguien le cree a Bono y compañía cuando dicen que le pusieron Pop al niño porque la palabrita ``se ve bien en una t-shirt'', o que arrancaron la gira en el Sam Boyd de Las Vegas porque era el único estadio disponible? No, señores, la logística de la industria del disco hoy deja muy poco espacio para la mera ocurrencia y el azar. Apláudase, entonces, la cínica congruencia que supone lanzar un producto en una tienda de descuento y presentar el espectáculo correspondiente allí, en la ciudad donde las ballenas llegan a morir (¿alguien recuerda al Elvis Presley pre-servicio militar?). ``Creemos en la cultura basura. Creemos en el kitsch. Es en lo que estamos ahora'', declaró el guitarrista The Edge entre islas de papel higiénico y carritos de súper.

Pop llegó al mundo para unificar a los rocanroleros exigentes en torno a un grandioso descubrimiento que en realidad no lo es: ``No le llega al Achtung Baby.'' Pues claro que no; y quizá tampoco al Boy ni a The Unforgetable Fire. Mucho menos a The Joshua Tree. Pero aquellos que se creen en demasía el deber ser de la superación constante, se están perdiendo el goce que provoca un buen disco de pop finisecular. No sólo se encuentran en él las constantes temáticas favorecidas por el cuarteto irlandés (``el amor, el deseo y la fe en crisis; lo de siempre'', en palabras de The Edge), sino que U2 sigue nutriendo su música con ritmos novedosos. Robinhoods de nuevo cuño-aventajados alumnos de David Bowie en el arte de succionar sangre joven-, ahora roban del techno, del jungle y del trip-hop para desperezar un poco a nuestro viejo y cansado rocanrol.

Digresión zapatista (sin prosa del Sup)

Viernes 25 de mayo de 1997. Son casi las 7:30 de la noche y el sol sigue despierto. En las afueras de Las Vegas, en pleno desierto y a varios kilómetros del casino más cercano, el Sam Boyd Stadium se encuentra en proceso de ebullición.

Rage Against The Machine (Spin los llamó, ¡uy!, ``la banda más peligrosa del mundo''), son los encargados de abrirle brecha a U2. Los irlandeses pueden haber cambiado la mezclilla por el satín (``seguimos teniendo los mismos ideales, sólo que hemos aprendido a vernos como si no los tuviéramos'', dijo Bono en Nueva York), pero eso sí, siguen respaldando a los inconformes, a los contestatarios, a los social y políticamente encabronados. Jugada maestra, la inclusión de Rage en este arranque de gira recuerda al U2 políticamente comprometido de War (``Sunday bloody Sunday'', ``New year's day''); al U2, dicho de otro modo, anterior a Frank Sinatra, Luciano Pavarotti y Naomi Campbell.

Quizá sea una impresión multiculturalmente optimista, pero da gusto ver brincar y corear a una concurrencia mayoritariamente anglosajona con los cantos de batalla de este cuarteto de East LA. Todo cabe en la propuesta de Rage, sabiéndolo acomodar: , Federico Engels, Franz Fanon, Rafael Sebastián Guillén. Zack de la Rocha, su cantante, es un Bob Marley belicoso que grita y salta como si estuviera de por medio la toma de los medios de producción. La leyenda en la parte trasera de su camiseta de seguro enfurecería a los negociadores zedillistas en Chiapas: ``¡Zapata vive!''

``Now ya do what they told ya!'', aúlla De la Rocha en ``Killing in the name'' y grandes contingentes del público le responden con la misma moneda. Tras casi cincuenta minutos de proselitismo rítmico, los angelinos se despiden en medio de una gran ovación.

¡Viva U2! ¡Viva Las Vegas!

En Las Vegas, el concepto de Pop-Mart está en su mero mole. Aquí, en donde hay centros comerciales en los que nunca anochece; en donde el volcán artificial del hotel Mirage hace erupción cada quince minutos; en donde la imitación de Egipto, Nueva York o Roma alcanza niveles de tarjeta postal; en donde una gigantesca Gibson Les Paul recibe a los visitantes del Hard Rock Cafe Hotel & Casino; aquí-en esta ``puta del otro lado del desierto'', como la llamó Jean Baudrillard- no asombra a nadie el pantagruélico tinglado de U2: un escenario de 55 metros de ancho con un macdonalesco arco dorado de 30 metros, una pantalla state of the art de 700 metros cuadrados, una aceituna de tres metros y medio y un limón de 12 metros y medio.

En las guerras galácticas por ver quién gasta, da y recauda más en una gira, hace mucho que Pink Floyd, los Stones y U2 comparten el triunvirato. A los amantes de los números les interesará saber que el animal llamado Pop-Mart se alimenta con 250,000 dólares al día (si en la gira Zoo TV el boleto más caro costó 30 dólares, ahora cuesta $52.50); U2 requiere para esta gira de un personal permanente de 250 personas, a las que se añadirán otras 200 en cada una de las ciudades que visitarán. ``Va a ser un espectáculo divertido, funky y todas esas cosas-declaró Bono a la prensa local días antes del concierto inaugural-. Pero a fin de cuentas, si no mueve los pies de la gente ni sacude sus almas, será peor que nada.''

A quien le dan pop muzik que llore

Tras la furia de Rage Against The Machine queda en los altavoces el sabroso reggae de Bob Marley, que poco a poco es reemplazado por otros ritmos bailables. Son las 9:15 de la noche y el sonsonete ``pop pop pop muzik'', de Boney M, anuncia la inminencia del platillo fuerte. Saltan a escena un Bono ataviado cual púgil en pos de la defensa de su corona, un The Edge vaquero, un Adam Clayton de overol naranja y casco blanco, y un excéntrico Larry Mullen Jr. de jeans y camiseta. Atacan con ``Mofo'', la cibernética añoranza maternal del nuevo álbum, sin dejarse perturbar por los aullidos de la multitud; siguen con ``I will follow'' (como para decir ``pasan los años, pero seguimos rocanroleando con la misma pasión'') y continúan con ``Even better than the real thing''. Es hasta el momento de terminarla, cuando Bono canturrea ``Into the Groove'', de Madonna, y se dirige a las 38,000 almas que habitan el Sam Boyd: ``Bueno, parece que va a ser uno de esos añosÉ'' El público levanta los puños en señal de confirmación.

Un repertorio de 17 años de búsqueda augura un concierto de alta tensión. En directo, el nuevo material queda bien sembrado en el continuum sonoro de U2. ``Do you feel love'' parece el preámbulo natural a los amorosos himnos generacionales ``Pride'' y ``I still haven't found what I'm looking for'', que abren paso a ``Last night on Earth'' y ``Gone'', también de Pop, a las que sigue la wimwendersiana ``Until the end of the world''.

Un hoyo en forma de Dios

Bono renunció hace tiempo al incómodo papel de tiranetas (``ya no quiero resolver más cosas; estoy disfrutando la confusión'', declaró hace unas semanas a la revista británica Vox); ahora interpreta con cinismo y soltura el personaje de estrella-de-rock-que-se-mofa-de-sí-mismo (durante el concierto se cambiará ocho veces, ocho, de vestuario). Ya no da misa. Habla poco con el público; si acaso se comunica cantando, dejando que las canciones hablen por ellas mismas. Pero sus preocupaciones religiosas siguen dándole comezón. Si en ``Mofo'' dice estar buscando cómo llenar ``ese hoyo con forma de Dios'', en ``If God will send his angels'' -que ahora canta en este templo de neón-, habla de un Jesús que nunca lo defraudó, pero que entró al negocio del espectáculo ``y ahora cuesta trabajo llegar a su puerta''.

Los irlandeses han estado ensayando en Las Vegas desde el 15 de mayo. Esta noche se reúnen aquí dos centenares de periodistas de todo el mundo y celebridades como Robert DeNiro, Bruce Willis, Demi Moore, Dennis Hopper, Sigourney Weaver, James Caan y Winona Ryder, y sin embargo, lo falible le devuelve su humanidad a un espectáculo hijo de la computadora y el cronómetro: U2 se equivoca al momento de interpretar una versión desenchufada de ``Staring at the Sun'', su nuevo hit, que deben empezar de nuevo a un ritmo más lento. Aquí también hay lamentos de desamparo religioso: ``Dios es bueno-canta Bono-, pero ¿escuchará?''

De Pop-Mart al pop art

Si la gira Zoo TV, con su mirada sarcástica a la galaxia televisiva y a la caótica imagología de nuestros días, podía ser tildada de apocalíptica, Pop-Mart, patrocinada por las televisoras MTV y VH-1, manifiesta una actitud abiertamente integrada. Así lo ha expresado el habitualmente retraído Adam Clayton, bajista del grupo: ``Estoy interesado en ver cómo ha cambiado el mundo desde la última vez que anduvimos de gira [É]. Creo que ha habido una verdadera revolución musical, cultural y estilística [É]. Es casi como si el concepto de ciberespacio hubiese poblado la conciencia de la gente. La idea de unir piezas disparatadas de información ahora parece aceptable de un modo que quizá no lo era cuando hicimos Zoo TV.''

Pop-Mart es, hoy por hoy, el mejor curso masivo de pop art sobre la Tierra. Impartido, además, desde el pizarrón electrónico más grande del orbe. Seguro que el artista pop Roy Lichtenstein nunca imaginó que sus obras Blonde waiting, Whaam!, As I opened fire y Takka Takka acompañarían las coloridas cubetadas de electricidad de The Edge en ``Miami'' y en ``Bullet the blue sky''. Andy Warhol, por su parte, tendría que acomodarse su canoso y despeinado peluquín al ver cómo su Marilyn Monroe 1967 le confiere una nueva significación a la entrañable balada ``With or without you''.

Pop no será superior al Achtung Baby, pero el concepto sonoro-visual-escénico de Pop y Pop-Mart confirma a cuatro artistas bien despiertos, aproximándose a los 40 años de edad en un fin de siglo de promiscuidad cultural, icónica y sonora.

El circo posmoderno

Pop-Mart es un festín visual y auditivo. Para los hijos de la radio, el cine y la televisión, ninguna influencia parece desdeñable. Bono, The Edge, Clayton, Mullen y su fiel coro de miles pueden hacer karaoke con ``Daydream believer'', de los Monkees; o salir de un limón, en su primer encore, para tocar ``Discotèque''; o recrear su aportación a la película Batman forever (``Hold me, thrill me, kiss me, kill me''). Canciones nuevas y viejas llegarán y se irán (``Please'', ``Where the streets have no name'', ``If you wear that velvet dress'') y cada una de las imágenes y de los efectos especiales parecerán tener una razón de ser; desde la película que muestra la evolución del chango al hombre empujando el carrito del súper, hasta los rayos láser que forman su arista en un lugar indeterminado del cielo.

U2 corona su segundo encore con la emotiva ``One''. Cuando Bono canta ``somos uno, pero no somos lo mismo; tenemos que sostenernos el uno al otro'', suena como el mejor pretexto para que los amantes se acaricien, se besen, se abracen; y en la pantalla gigante, las figuras de Keith Haring hacen lo mismo: acariciarse, besarse, abrazarse, fundirse incluso. Al menos por un instante, parece que la pantalla no miente y U2 se hace uno con su público.