La Jornada Semanal, 13 de julio de 1997



EL HALLAZGO DE LA TRIBU PERDIDA


Fernando Savater


El avasallante triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en las elecciones del 6 de julio demostró que los votos son la mejor forma de luchar por reivindicaciones sociales. Aunque la democracia española ya cumplió veinte años, la organización terrorista ETA sigue practicando el asesinato y el secuestro con pretextos políticos. En este texto, el filósofo vasco Fernando Savater reflexiona sobre la cruenta amenaza de ETA y alude al ``Perfil'' que La Jornada publicó el lunes 16 de junio. Savater obtuvo el Premio Nacional de Ensayo por su libro La tarea del héroe y es el filósofo más conocido del idioma. Durante sus recientes conferencias en México, miles de espectadores lo vieron practicar la ``imaginación alegre'' que tanto ha defendido.



En nuestro mundo actual de la era globalizada, inconfortablemente complejo y mestizo, cuando la reivindicación de libertades democráticas y la prosperidad económica no encuentran disidencia fuera de los fanatismos teocráticos o racistas, es pintoresco pero quizás inevitable que algunos sueñen con descubrir aquí o allá una tribu perdida que se conserve fiel a la idiosincrásica unanimidad ancestral. Estos caprichosos antropólogos no aspiran ellos mismos a vivir en tal tribu, claro está, a la que todo lo más están dispuestos a visitar ocasionalmente y siempre con billete de vuelta: pero encuentran excitante que esa comunidad unánime y distinta exista como enigmático contraste a su aburrida cotidianidad pluralísticamente moderna. Gozan así del refinado placer de disfrutar los adelantos del progreso sin dejar de tonificarse románticamente con elogios a lo primitivo... como destino para otros.

Hasta la fecha, este tipo de desvergonzado oportunismo ha sido una triste especialidad de cierta intelectualidad europea -siempre dispuesta a recomendar a sus vecinos exóticos las guerrillas y autoritarismos que no querría para sí misma- pero por lo visto ha llegado la hora de mundializarlo también. Es lo que uno puede al menos suponer leyendo las informaciones sobre el País Vasco aparecidas durante el pasado mes de junio en el diario mexicano La Jornada, con pretexto de la visita al entrañable país americano de nuestro lehendakari Ardanza. Es difícil encontrar una celebración más partidista y mendaz de un País Vasco afortunadamente imaginario y de un terrorismo desgraciadamente real que la realizada en esas páginas, lo cual no puede dejar de sorprender en un diario solvente y habitualmente fiable a otros respectos.

No es que yo mitifique la neutralidad del informador. Como la realidad no es neutra, el punto de vista absolutamenteÊneutral puede ser el menos realista de todos. Pero si se va a comentar un conflicto que ha costado mucha sangre a lo largo de muchos años, lo menos que puede pedirse en cuestión de equilibrio periodístico es que se escuchen las voces contrapuestas y no simplemente los tenores, barítonos y bajos de un mismo coro. Las ``Cuatro miradas sobre la ETA de hoy'' recogidas por La Jornada eran las de un periodista nacionalista, antiguo director de Egin, un comando terrorista retirado, un abogado de presos etarras y un dirigente de Herri Batasuna. En otros lugares del reportaje se recogían también puntos de vista de un dirigente juvenil de Jarrai y un dramaturgo que siempre ha apoyado públicamente a la coalición ``Abertzale''. Algo parecido a si, para dar cuenta del debate entre liberalismo y socialismo, se recabase la opinión de un dirigente del Fondo Monetario Internacional, la del presidente del Bundesbank, la de Bill Gates y la de Mario Vargas Llosa. Sin duda dirían cosas interesantes y aun distintas pero parece evidente que mucho quedaría por decir...

El lector de La Jornada que no tenga otra fuente de información, puede deducir de ese reportaje que la mayoría de los vascos, salvo algunos reaccionarios, contemplan con simpatía o al menos con comprensión la lucha armada de ETA, lo cual es rigurosamente falso tanto entre los jóvenes como entre las personas de más edad. Pueden suponer que en el País Vasco no hay libertades democráticas o las hay en menor medida que en otros lugares del Estado español o de Europa, cuando la realidad es que ninguna autonomía política del viejo continente es tan plena como la de Euskadi y todas las opciones políticas, incluso las más radicalmente independentistas, se expresan libremente en prensa, radio, televisión, en el parlamento y en la calle. La única libertad no reconocida es la de que la minoría imponga sus criterios por la fuerza y la amenaza a la mayoría. También pueden llegar a la conclusión de que los ciudadanos viven atemorizados por la Ertzaintza y la Guardia Civil, cuando el temor reinante lo imponen los que secuestran, asesinan, extorsionan, atentan contra locales públicos o sencillamente agreden en cualquier sitio a quienes se les oponen o no les secundan con el debido celo. Por no hablar de otros errores que se afirman con desparpajo en el reportaje, como el de que ``España no considera vascos a los navarros'', cuando son los propios navarros quienes -sin negar sus lazos culturales con el País Vasco, con La Rioja y con Aragón- mantienen con celo su propia autonomía política con el mismo derecho que los miembros de la Comunidad Autónoma Vasca la suya. Y por último se vierten impunemente absurdas vilezas contra al menos dos de los asesinados por ETA, repitiendo los criterios de quienes instigaron tales crímenes como si tuvieran la mínima verosimilitud o legitimidad moral.

Pero el mejor resumen de esta información sesgada y mitológica es un dictamen de la inefable corresponsal Blanche Petrich: ``Los vascos, violentos o no, parecen empeñados en ser cada día más vascos: es un mensaje que de muchos modos se envía a Madrid machaconamente.'' No, señora mía, la mayoría de los vascos no nos pasamos la vida queriendo serlo aún más (¿cómo podríamos serlo más o menos de lo que ya somos?), lo mismo que la mayoría de los varones sanos no viven obsesionados con ser muy machos ni las mujeres con ser muy femeninas. Eso es cosa de quien padece su identidad nacional como una neurosis obsesiva, es decir, cosa de nacionalistas exaltados. Los ciudadanos vascos queremos mayoritariamente vivir en paz, conseguir una sociedad más justa, educar mejor a nuestros hijos en la ciudadanía democrática sin odio ni violencia, recibir del mundo lo mejor que puede darnos y ofrecerle lo mejor que tenemos. Por eso los vascos votan cada vez más por los partidos democráticos y penalizan a quienes legitiman o ``comprenden'' el terrorismo, votándoles cada vez menos desde hace una década. ¡Ah, y más de la mitad de esos sufragios van a partidos de ámbito estatal, es decir, no nacionalistas! Eso pese a que lehendakari Ardanza, quizá por aquello de que la distancia es el olvido, declare inverosímilmente en su entrevista para La Jornada que los del PNV ``son más que el PSOE y el Partido Popular juntos''. No, los vascos no queremos ser la última tribu perdida de Europa ni repetir el triste calvario de Bosnia o situaciones parecidas. Los enemigos de nuestra libertad son quienes viven más aferrados a la genealogía de lo excluyente que fieles a la democracia en la que lo diverso puede conciliarse.