La Jornada 22 de septiembre de 1997

Desde Guatemala, red internacional de tráfico de niños

Karina Avilés, enviada/I, Guatemala Ť Formada por profesionistas, funcionarios, robaniños y prostitutas, la red internacional más importante de tráfico de menores se sirve del vacío legal que no tipifica como delito la compra-venta de niños y ha convertido a la capital de Guatemala en un inmenso mercado, donde entre la oferta y la demanda, un pequeño puede costar hasta 20 mil dólares.

La red se empieza a tejer en la misma frontera entre México y Guatemala, donde los traficantes han establecido sus propias rutas entre las veredas y los montes en los que no existe vigilancia alguna, confirman autoridades de migración de este país.

Para la procuradora de Menores de la Procuraduría General de la Nación de Guatemala, Carmela Curup, ``es muy aventurado (hablar de una red internacional de tráfico) porque no hemos logrado probar que haya venido alguien del extranjero y de aquí se haya llevado a un niño; todo es legal, todo, entre comillas, es legal'', pero advierte: ``Nosotros vemos con preocupación la cantidad de gente metida aquí en Guatemala que por unos cuantos quetzales logra sustraer al menor''.

Una investigación realizada por La Jornada dio con el paradero de Flor de María Soto Hernández, de un año y medio de edad, que fue robada de Ciudad Hidalgo, México, y que sería entregada a una pareja canadiense. Las pruebas de ADN practicadas por la embajada de ese país en Guatemala descubrieron la farsa. La niña no pertenecía a la supuesta madre.

Veinte casos

No es el único caso; las autoridades judiciales de este país conocen de cuando menos otros 20 sucesos de este tipo. ``Sustracción de menores'' o ``prostitución de la adopción''. Así llaman al hecho.

El padre Ademar Barilli, director de la Casa del Migrante en la región fronteriza de Tecún Umán, asegura: ``Hemos recibido familias pidiendo ayuda para recuperar a sus niños''. Es tan escandaloso el tráfico y tan bien organizada su red que actúa con total libertad e impunidad.

Un grupo de 80 abogados y notarios, según confiesa la procuradora de Menores, Carmela Curup, dedica su esfuerzo a conseguir, cuidar, promover y lavar el nombre de los menores que son puestos en venta.

De esa forma, Guatemala es hoy un inmenso cunero protegido, por ejemplo, por la directora de la Asociación Los Niños de Guatemala que, además, es la esposa del presidente de la Corte Suprema, Ricardo Umaña. Su nombre es Susana Zaracho de Umaña y, en promedio, tramita 10 adopciones ``legales'' al mes, con lo que ``se lleva una ganancia de 150 mil dólares cada 30 días''. Además, Susana de Umaña ``utiliza el tráfico de influencias para beneficiar el negocio'', establecieron ONG.

Y no sólo ella. Fuentes gubernamentales que aseguran poner en riesgo su vida si su nombre es mencionado, advierten que la lista de los funcionarios que han estado involucrados alcanza también al ex embajador de Guatemala en Estados Unidos, Edmon Mulet, y Juan José Rodil Peralta, ex presidente de la Corte Suprema.

Por eso, muchos de los clientes pueden, incluso, pedir ``niños a la carta'', es decir, con el pelo, los ojos y la piel que más les guste. Rubios, morenos, que sepan caminar o comer por sí solos; el capricho se cumple como en aquel viejo eslogan: ``si no lo tenemos, lo conseguimos''.

Así, Guatemala ha sido constituida como un verdadero centro de acopio donde se lavan nombres, se roban, compran y exportan niños a Estados Unidos, Canadá y Europa mediante una adopción que ``aparentemente es legal''.

La organización internacional está constituida por los siguientes escalafones:

Abogados y notarios: Pagan a la base de la red para robar y comprar menores, a su vez, contactan con agencias de adopción internacionales para ofrecer a los niños y realizan trámites de adopción ``legales'' con los que logran sacarlos del país. Ganan de 8 mil a 20 mil dólares.

Agencias de adopción: Oficinas que desde el país de la pareja solicitante contratan los servicios de un abogado y notario local; mediante ``un buen pago'' obligan al fast sending del menor, aunque los trámites de adopción aún estén sin concluir.

Intermediarias: Mujeres que se dedican a la compra, robo y el sostén de casas con mujeres embarazadas que venderán a su hijo al nacer. Ganan de 10 mil a 15 mil quetzales (de mil 600 a 2 mil 500 dólares).

Cuidadoras: Mujeres que velan por el menor mientras se realiza el proceso de adopción. Ganan 100 quetzales al mes (15 dólares).

Madres supuestas: Mujeres que por cierta cantidad se hacen pasar por la madre biológica del menor. Ganan de 200 a 300 quetzales (de 33 a 50 dólares).

Madres biológicas: Mujeres que venden a sus hijos. Ganan de 200 a mil 500 quetzales (de 33 a 250 dólares).

Prostitutas: En su mayoría son mujeres salvadoreñas y nicaragüenses que comprometen su vientre como una ``fábrica de niños''. Por embarazo ganan de 300 a mil quetzales (de 50 a 160 dólares).

Comadronas: Mujeres que por dinero aceptan extender un aviso de nacimiento. Ganan de 200 a 300 quetzales (de 33 a 50 dólares) por embarazo.

Una vez que las intermediarias consiguieron el producto por cualquiera de las dos vías, la compra o el robo, se dan a la tarea de buscar una ``madre sustituta''.

Según los testimonios de las integrantes de la red, la intermediaria también se encarga de comprar un aviso de nacimiento a una comadrona que acepta extender dicha ``boleta'' a nombre de la mamá supuesta.

La boleta que tiene validez ante el Registro Civil es presentada por la intermediaria para obtener un acta de nacimiento.

Desde allí, la intermediaria cuenta con el documento ``legal'' que permitirá al menor en turno ser sujeto de adopción.

Al reunir a la madre supuesta con el hijo supuesto y su acta de nacimiento ``legal'', la intermediaria viaja con ellos hacia la ciudad de Guatemala.

En las oficinas del notario, la madre sustituta debe firmar su consentimiento para que el menor sea adoptado, pues de esa manera el abogado ``queda amparado con el acta de guardia y custodio''. Mientras tanto, el menor queda bajo el resguardo de una cuidadora. Una vez realizados todos los trámites correspondientes, el niño está listo para salir del país.

Datos de la Procuraduría de Derechos Humanos de Guatemala revelan que de 3 mil niños que son adoptados en este país anualte, 2 mil 850 son enviados al extranjero. A su vez, la Procuraduría General de la Nación dio a conocer que tan sólo en 1996, 560 niños ``guatemaltecos'' fueron adoptados en Estados Unidos.

Los testimonios

El Carmen, Guatemala; a unos pasitos, Tapachula, México.

Sin titubeos, el delegado de Migración en El Carmen, Raúl Orozco, confirma: ``Las personas que se dedican al tráfico de niños tienen su ruta: el río, los montes, la montaña...''.

Y aún más: ``Este tipo de casos se dan en toda la frontera. Ellos pasan aquí y dicen `vamos a Guatemala', presentan su pasaporte y dicen `vamos de tránsito'. Debido a que presentan sus documentos no podemos investigar si hay más gente que va con ellos. ``Se les chequea su pasaporte y se van y no cabe duda que a la vuelta o por otro lado se llevan a los niños ilegalmente y allí es adonde no tenemos alcance para ir a investigar''.

Agrega que el puesto fronterizo guatemalteco ``de El Carmen cuenta con una jurisdicción de 100 metros a la redonda; lo que no tenemos son los recursos humanos o autoridades como para tener personas de vigilancia en estos pasos ciegos''.

Ante la situación, Orozco apuntó ``que se está solicitando una malla ciclónica a la Dirección General de Migración guatemalteca, con el propósito de evitar la fuga de ilegales''.

Al hablar sobre algunos de los casos que ha atendido como oficial de migración, narró: ``Conocí una pareja que afirmaba que el niño era su hijo; yo detecté que no era cierto porque el menor era totalmente diferente a los papás. A la hora de investigar, sus documentos eran falsos''. Hoy, en Guatemala se lucha por incorporar a la ley un precepto que sancione el tráfico de menores. En los altos niveles de la política de esta nación centroamericana no se deja pasar la iniciativa.

El negocio sigue adelante.


Karina Avilés, enviada, Guatemala Ť Aquí, en este hotel, los pequeños llegan por pedido.

La pareja está impaciente en la sala de espera; sus miradas sólo se dirigen hacia la puerta de la recepción. Una guatemalteca aparece; lleva un bulto en su regazo.

Los esposos saltan, corren hacia ella, desenredan el rebozo, sale la cabeza de una pequeña; la imagen permanece: los brazos morenos hacen caer a la menor en los blancos brazos.

Es una niña de tres meses, nació el 15 de junio y ahora está a la venta; se llama Pamela Sam, pero los posibles compradores la renombran en ese instante: se llamará Wikly.

El hotel La Casa Grande, ubicado en la avenida Reforma 7-67 de la zona 10; es decir, el corredor selecto de la ciudad capital, alberga a todos aquellos compradores de recién nacidos, niños de un año y hasta más.

--¡Hi baby!, ¡oh my baby!, ¡my little girl! --los esposos llegados de Oklahoma se vuelcan sobre la bebé.

La nativa busca un traductor, necesita dar algunas instrucciones antes de partir:

Tienen el derecho de pasar siete horas con Pam, digo Wikly.

Sin embargo, en el hotel es costumbre que todas las parejas se queden con los bebés por la noche bajo el requisito de no salir de La Casa Grande.

Pamela llegó con la guatemalteca al otro día de nacida; mientras está en trámites de compra, debe convivir con los cinco hijos de la niñera y otro más que está bajo su encargo.

La cuidadora trabaja para un bufete de abogados y dice que no puede velar por más niños porque ``nos acusarían de tener cuneros clandestinos''.

Por el momento, lo que más le urge es decir a los posibles compradores que Wikly pasó la noche con calentura y tiene gripa. En su casa había un foco de infección, así que sus cinco hijos ``se la pegaron''.

--A las 12 de la mañana le toca un gotero y a las 6 de la tarde le toca el segundo. Vengo a recogerla a las 7 PM --se despide.

La suerte de Pamela o Wikly todavía es incierta, pero no es el único caso en el hotel-cunero.

Por los corredores de La Casa Grande se respira un olor a pañales, las puertas de las habitaciones entreabiertas permiten ver una cuna por cada cama.

Aquí, un niño que apenas y puede caminar es conducido por una mano que no corresponde a su color, ni a su lenguaje, ni a su vida.

Aquí no hay pareja que no maneje una carreola, que no cargue con una cobija, que no prepare una mamila.

El ritmo diario comienza a las seis de la mañana cuando los 28 cuartos del hotel se quedan vacíos porque las parejas están concentradas en la cafetería del mismo, un escenario de fantasía donde las enredaderas cuelgan como caireles de las paredes, y los platos se sirven en manteles rosas. Llegó la hora del primer biberón. De ahí para adelante todo es arrullar a los recién nacidos y a los niños más grandes, enseñarlos a caminar sobre los pasillos en donde al avanzar se entierra el gemido de un pequeño.

Otra compradora llamada Ety Hai se muestra feliz. Ya lo logró. Mañana regresará con su nueva hija a su hogar en Jerusalén. Es la segunda ocasión que viene a Guatemala por un menor.

Fueron 18 horas de vuelo, mil 400 dólares del boleto de avión más los trámites de adopción, de los que no revela el precio, aunque señala que de aquí envían los documentos a su país y luego los regresan a Guatemala.

La bebé adquirida tenía el nombre de Catalina, pero desde este momento es llamada Tamar y vivirá en la calle Hsmomin 18, Jerusalén, Israel.

Ety Hai se conduce con su hija a la habitación; es de noche y debe preparar las maletas y la leche de Tamar...

Nunca el rosa había encerrado tanto misterio como el de estos muebles, cortinas y sábanas.

Amanece. Están llegando otras parejas que se sentarán en la sala de espera.