La Jornada Semanal, 18 de enero de 1998



SIETE MINUTOS CON MICK


Jordi Soler


El crítico de rock y novelista Jordi Soler viajó hace unos días a Miami para entrevistar al líder de los Rolling Stones en vísperas de sus presentaciones en México el 7 y el 9 de febrero. El autor de La cantante descalza compartió la peleada sesión de entrevistas con un gaucho que se equivocó de pampa y que agregó tintes de farsa al encuentro con su satánica majestad.



El avión de A&A aterrizó puntualmente en el aeropuerto de Miami, con un grupo reducido de entrevistadores de los Rolling Stones a bordo. Terminando ese viacrucis que suele llamarse Trámites Migratorios, el grupo reducido fue asaltado por el corresponsal de ECO; un individuo de visión disminuida y escaso mundo que preguntó a bocajarro, y ya con la cámara y las luces encendidas: ``Perdón, ¿ustedes son los Rolling Stones?''

El siguiente trámite fue tan engorroso como el anterior, había que desplazarse en camioneta hasta el sitio donde se hospedaba la banda: un enclave playero a dos horas y media de autopista. En un gesto de caridad, le dijimos al corresponsal miope que podía seguirnos, primero a nuestro hotel, donde efectuaríamos una escala para dejar el equipaje, comer y descansar un momento, y después al hotel de los Stones. El tráfico y las complicaciones clásicas de quien recorre cualquier freeway por primera vez, redujeron la escala al máximo: había un minuto para subir al cuarto, estar dentro, comer si se podía y regresar a la camioneta. Medí mis necesidades, descarté la mayoría y me quedé con las dos urgentes, que fueron solucionadas simultáneamente, en el mismo lugar de la habitación: en un tiempo récord de cuarenta segundos, con un esfuerzo importante de coordinación, oriné mientras sacaba de la maleta, que puse sobre el depósito de agua del retrete, mi grabadora, un caset y dos pilas.

Llegamos puntualmente al hotel Ritz Carlton y fuimos instalados en el lobby. Una atenta mánager de entrevistas repartió el botín, un stone por habitación y dos entrevistadores en cada tanda. ``Los que van con Mick -dijo al final- tendrán que esperarlo, porque viene un poco retrasado.'' El retraso duró una comida completaÊy una sobremesa bestial, que terminó de noche, generosamente remojada en el bourbon que patrocinaba Keith Richards. Tanto tiempo sirvió para esclarecer algunas cosas: mi compañero de entrevista sería un periodista de televisión argentino, la mesera trabajaba también de actriz en películas pornográficas (incluso ofreció una entrevista exclusiva cuando descubrió las grabadoras) y el pianista del lobby no se sabía ninguna canción de los Rolling Stones.

Cuando llegó la hora, fuimos conducidos a una habitación del hotel que había sido decorada con motivos babilónicos, si por babilónico quiere entenderse un cuarto con luz difusa, lleno de velos, estatuillas y oropeles, con una mesa en el centro. Mientras esperábamos a su majestad, le pregunté a mi colega que cómo pensaba grabar su testimonio para televisión con la grabadora de casets de audio que traía. No pudo responderme porque en ese momento entró Jagger, flaco hasta lo increíble, envuelto en un traje verde pistache y con la evidencia de que el lugar de donde venía, el que lo había retrasado tanto, era su cama, a juzgar por ese look característico, bien conocido como almohadazo, que consiste en andar despeinado y marcado nada más de un lado, luego de haberse abandonado a las delicias de una jeta monumental.

-Hola caballeros... ¿cómo están?

-Muy bien, gracias, ¿y tú?

-¿Podemos empezar ya? -interrumpió la mánager de entrevistas.

-OK -dijo Jagger, y sin abandonar su posición inicial, que era la de la barbilla recargada en la muñeca derecha (en el lugar que hubiera ocupado la carátula de un reloj, en el remoto caso de que al cantante le hubiera preocupado el tiempo), hizo una señal con la mano, bastante próxima al aleteo de una mariposa, que acompañó a su voz de arranque:

-Shot -me dijo, con una coquetería que anulaba lo que tenía de grosero el almohadazo.

Eliminé automáticamente todas las preguntas del Bridges to Babylon, el nuevo álbum, y no sé bien por qué, en el blanco total y suicida que me provoqué en la memoria, apareció una imagen que había visto en los Diarios de Andy Warhol, con Burroughs y Jagger cenando y bebiendo en la casa del escritor, que era, según Andy, un sitio inhóspito. Lancé la historia de la cena y le pregunté por su relación con el escritor y con su obra.

-Era un escritor que prohibían en todos lados, tenía una mirada extraña sobreÊlos asuntos del sexo. Fue una gran influencia para todos en los cincuenta, sus libros estaban prohibidos en todos lados, no podías encontrarlos. Tú no podías encontrarlos en Latinoamérica... -dijo, aludiéndome con su aleteo de mariposa. Estuve a punto de contestarle que tenía razón, sobre todo porque en los cincuenta yo ni había nacido.

``Tampoco existían en Inglaterra, así que la gente tenía que comprarlos en París y esto fue generando una especie de cachet alrededor de Burroughs. Yo leí el Almuerzo desnudo en un libro de bolsillo que alguien me pasó. Creo que era un escritor increíblemente erótico, con una forma muy particular de escritura.''

-Te sientes influenciado de alguna forma por aquellas lecturas -insistí.

-No lo sé, quizás en el aspecto de que su literatura puso algunos asuntos del sexo debajo de los reflectores. Antes de él, este tipo de literatura era prácticamente underground.

-Y con la cena qué pasó, ¿te divertiste? -pregunté.

-Ah, la cena... la verdad es que no tuvimos ninguna.

-Acabo de ver la fotografía -le dije.

-A lo mejor es que ya no me acuerdo.

Tenía la intención de empezar a rascar entonces por la veta temática de Andy Warhol y el Nueva York de aquellos años, pero los siete minutos entre dos entrevistadores requerían de cierta dinámica, y el ala de mariposa de Jagger ya aleteaba sobre el colega argentino, seguida por otro : ``shot''.

Es inusual que un entrevistador anote lo que dijo el entrevistador de enfrente, pero lo que dijo era tan inusual y él vive tan al sur, que lo más inusual de todo sería no consignar aquí el diálogo que provocó este periodista de televisión sin cámara:

-There is a lot of myth (hay mucho de mito) -empezó el entrevistador y fue inmediatamente interrumpido por una pregunta pertinente de Mick:

-A lot of Mick? (¿Mucho de Mick?).

-Of myth -vocalizó con más cuidado, y prosiguió diciéndole que había bastante mito alrededor suyo y que él iba a ir mencionando opciones para que su majestad le indicara cuál de los myths era correcto y cuál incorrecto. Mick, que ya empezaba a reírse, atajó el intento:

-Todos los mitos alrededor de mi persona son incorrectos.

No obstante el atajadón, el entrevistador kamikaze insistió en mencionar sus opciones:

-Una vez al año vas a Suiza y te cambias toda la sangre.

-Eso no es verdad, y además eso se lo han dicho a Keith -contestó Mick, que es, a estas alturas de su historia, ni más ni menos que un myth.

-¿Y en Keith sí es verdad? -replicó el necio.

-Eso pregúntaselo a Keith -dijo Jagger con voz de jaque mate.

Como si no hubiera sido suficiente, el insaciable arrojó otras dos opciones:

-Pasas tus vacaciones en una isla de la que previamente has expulsado a todos sus habitantes.

-Eso tampoco es verdad, ¿no te parece ridículo pasar tus vacaciones solo en una isla?

Sin responder a este razonamiento impecable, el precursor de la televisión en audio tiró una más:

-Dicen que tu puño te cabe en la boca.

-Eso es verdad -dijo Myth al borde de la carcajada-, ¿por qué no lo intentas?, seguro que a ti también te cabe.

Luego vino otra vez mi turno. Antes, hizo una escala en un plato de gomitas azucaradas y se metió una en esa boca capaz de contener un puño. Volvió a poner la barba en el lugar del reloj y comoÊya empezaba a ser costumbre dijo: ``shot''.

-Creo que son parte del decorado -dije, refiriéndome a las gomitas, que eran el toque verde dentro de la escenografía babilónica.

-No creo, están buenas -contestó, acentuando cada palabra con los aleteos de su mariposa y además parpadeó varias veces, en un código que, según entendí, quería decir: ``Could you shot a little faster, please.''

Disparé, desde el extremo izquierdo de esa cancha sin árbitro, tratando de centrar el tiro en Bridges to Babylon.

-¿Cuál es tu relación con Babilonia?

-¿Mi relación?

-Sí, que si tienes afinidades históricas o sentimentales...

-De Babilonia sé mucho ahora, considerando que antes no sabía nada -comenzó a decir, mientras masticaba el pedazo verde de escenografía, con la consecuente deformación de su inglés, que hasta sin gomita de azúcar es una jerigonza endemoniada.

-A partir del álbum me he enterado de algunas cosas. -Y en tono didáctico, dejando que su mariposa estableciera sus propios parámetros de aleteo, comenzó a decir esas cosas, que aleteaban por la historia con la misma ligereza.

``Hammurabi, el rey de Babilonia, tenía una corte de lords, que él mismo instruía y guiaba. No se trataba de una corte autoritaria, al contrario, se preocupaban por la desigualdad social, por la justicia. Los pobres tenían acceso a la corte de los lords, que eran ricos y poderosos. Todo esto fue escrito hace cuatro mil años en unas estelas que fueron redescubiertas, entre otros muchos objetos, en el siglo XIX. Era una civilización muy interesante...''

-¿Y todo esto lo sabes a partir de tu disco?

-Claro -y soltó una carcajada para enfatizar que las partes de la historia, como él mismo, no tienen necesidad de preocuparse por la historia.

-Antes no sabía nada de Babilonia... Además, también me impresiona la increíble duración que tuvo aquella ciudad, hasta que llegó Alejandro Magno a conquistarlos y a destruir todo lo que habían construido. Se ha descubierto cantidad de información que todavía puede aprovecharse...

-¿En otro álbum de los Stones...?

-No lo sé, creo que este es nuestro momento babilónico.

-¿Y cuál es la relación entre toda esta historia y el Bridges to Babylon?

Mick entrecierra los ojos, sonríe y dispara:

-El puente que baja a la mitad de nuestro concierto.

-¿Crees que Babilonia es famosa ahora gracias a tu disco? -pregunté apresuradamente, porque empecé a ver que su mariposa aleteaba en dirección al periodista argentino.

Jagger, sin dejar de sonreír, liquidó mis tres minutos y medio con una sentencia que respondió, sin responder, mi pregunta:

-Babilonia es famosa.

Luego vino mi colega argentino a dilapidar su último minuto con cuarenta y cinco segundos en otra ráfaga de opciones tan atroz como la anterior.

Al terminar, su majestad se levantó, ofreció su ala de mariposa que súbitamente se había convertido en mano y salió de aquel consulado de Babilonia, que habían instalado provisionalmente paraÊél y su corte, en una playa lejana de Florida.