La Jornada domingo 25 de enero de 1998

Noam Chomsky
Obsesión

Estados Unidos diseñó, sostuvo y ha intensificado después de la guerra fría el estrangulamiento económico de Cuba, por las mismas razones implícitas en un informe secreto de 1961, recientemente desclasificado, que alertaba sobre el peligro que representaba para el hemisferio un ``creador de conflictos'' como (Fidel) Castro.

En esa época Washington abogaba en público por una acción colectiva ante la ``amenaza a la seguridad'' planteada por Cuba, mientras en secreto planeaba la invasión de Bahía de Cochinos. No es de gente educada recordar la reacción cuando el presidente John F. Kennedy trató de organizar una acción colectiva contra Cuba en 1961: México podría no seguirnos, explicaron los diplomáticos, porque ``si nosotros declaramos públicamente que Cuba es una amenaza para nuestra seguridad, 40 millones de mexicanos se morirían de risa''. Pero en privado, el gobierno de Kennedy tenía una visión más sobria sobre las amenazas a la seguridad nacional.

Al informar al presidente entrante sobre las conclusiones de una misión a Latinoamérica, a principios de 1961, el ayudante presidencial, Arthur Schlesinger, puso de manifiesto las dificultades que representaba el ``conflictivo'' Castro. Según el memorándum de Schlesinger, reproducido en el documento desclasificado por el gobierno estadunidense, el peligro radicaba en la difusión de las ideas de Castro relativas a ``hacerse justicia por propia mano'', lo cual constituía una amena- za en una situación en que ``la distribución de la tierra y otras formas de la riqueza favorecen grandemente a la clase propietaria... (Y) ahora los pobres y los menos privilegiados, estimulados por el ejemplo de la revolución cubana, exigen oportunidades para una vida decente''.

Más allá del hemisferio, otros ``creadores de conflictos'' han constituido problemas de no poca monta, y continúan esparciendo ideas peligrosas entre capas de población que demandan una vida decente. A finales de febrero de 1996, la Associated Press informó que en Sudáfrica ``una jubilosa multitud recibió con cantos a médicos cubanos'' que llegaron invitados por el gobierno de Mandela ``para mejorar la atención médica en áreas rurales pobres''.

Entre los 101 médicos cubanos había especialistas de alto nivel que, si fueran sudafricanos, ``podrían estar trabajando en Ciudad del Cabo o en Johannesburgo'' por el doble del salario que recibirían en las áreas rurales pobres a las cuales se les enviaría. Un mes después el gobierno de Haití invitó a expertos médicos cubanos para estudiar un brote de meningitis.

Esta ``creación de conflictos'' tiene un largo historial. El importante diario alemán Die Zeit reportó que países del Tercer Mundo consideran a Cuba como ``una superpotencia internacional'' a causa de sus maestros, trabajadores de la construcción, médicos y otros involucrados en el ``servicio internacional''. En 1985 informó que 16 mil cubanos trabajaban en naciones del Tercer Mundo, más del doble de los especialistas estadunidenses que colaboran en el Cuerpo de Paz y la Agencia para el Desarrollo Internacional. En 1988 Cuba tenía ``más médicos trabajando en el extranjero que cualquier nación industrializada, y más que la Organización Mundial de la Salud''. La mayoría de esta ayuda no es remunerada y ``los emisarios internacionales cubanos... viven en condiciones que la mayoría de los trabajadores de ayuda al desarrollo no aceptarían''. La cálida recepción brindada en Sudáfrica a la delegación cubana en 1996 y las multitudes que cantaban ``larga vida a Cuba'' dan fe del mismo fenómeno.

Los médicos cubanos arribaron a Sudáfrica en la época en que Estados Unidos armaba un escándalo sobre el derribo por parte de Cuba de dos aviones per- tenecientes al grupo anticastrista de Florida que regularmente violaba el espacio aéreo cubano para lanzar sobre La Habana folletos con llamados a la rebelión (y que, según fuentes cubanas, también participaban en continuos ataques terroristas contra la isla). Debemos preguntar cómo reaccionaría Estados Unidos si aviones de Libia volaran sobre Nueva York y Washington para lanzar panfletos en que exhortaran a los estadunidenses a la rebelión, después de años de ataques terroristas contra blancos estaduni- denses en el país y el extranjero.

¿Los recibirían con flores, quizá? Algún indicio al respecto dio Barrie Dunsmore, de la cadena ABC, unas semanas antes del derribo de los dos aviones. Dunsmore refirió como Walter Porges, ex vicepresidente de la cadena, reportó que cuando una cuadrilla de noticias de ABC, que viajaba en un avión civil, intentó tomar fotografías de la Sexta Flota de Estados Unidos en el Mediterráneo, ``le dijeron por radio que se retirara de inmediato o el avión sería derribado'', conforme a ``las estipulaciones del derecho internacional que defiende el espacio aéreo militar''. Otra cosa, en cambio, ocurre cuando un pequeño país está bajo ataque de una superpotencia.

Para entender esta política, puede ser útil otra ojeada a la historia. La política de derribar al gobierno de Cuba no se remonta sólo al gobierno de Kennedy, sino al de Dwight Eisenhower, quien tomó la decisión formal de deponer a Castro en favor de un régimen ``más devoto al verdadero interés del pueblo cubano y mas aceptable para Estados Unidos'', según indica un memorándum oficial secreto de marzo de 1960.

Puesto que Washington es el árbitro del ``verdadero interés del pueblo cubano'', el gobierno de Eisenhower no tuvo necesidad de prestar atención a los estudios de opinión pública recibidos en ese tiempo, que daban fe del apoyo del pueblo cubano a Castro y su optimismo acerca del futuro. Por razones similares, la información actual acerca de estos asuntos no se toma en cuenta.

El gobierno de Bill Clinton sirve al verdadero interés del pueblo cubano mediante la imposición de la miseria y el hambre sin importar lo que indiquen los sondeos de opinión efectuados en Cuba. Por ejemplo, las encuestas realizadas por una filial de la organización Gallup reportaron en diciembre de 1994 que la mitad de la población consideró que el embargo es la ``principal causa de los problemas de Cuba'', mientras 3 por ciento consideraba que la situación política es ``el más serio problema que enfrenta Cuba hoy''; 77 por ciento de la población expresó que Estados Unidos es ``el peor amigo'' de Cuba (ningún otro país llegó a 3 por ciento); que en proporción de dos a uno la población siente que la revolución ha tenido mas logros que fallas (el ``error principal'' fue ``haber dependido de los países socialistas como Rusia, quienes nos traicionaron''); los de esa mitad se describen a sí mismos como ``revolucionarios'', y otro 20 por ciento como ``comunistas'' o ``socialistas''.

El fondo histórico del compromiso de gobernar Cuba puede ayudar a describir el elemento de histeria tan evidente en la ejecución de la empresa. Los fanáticos de la historia recordarán que la política estadunidense actual data de 1820, cuando la intención de Washington de tomar el control de Cuba fue bloqueada por la disuasión británica. Las iniciativas de Clinton, públicas e indirectas, revelan un rasgo similar de fanatismo vengativo, al igual que las amenazas y persecuciones para asegurar, según un declarante, que ``el número de compañías concesionadas por Estados Unidos para vender medicinas a Cuba ha caído a menos de cuatro por ciento'' de los niveles anteriores a la Ley para la Democracia en Cuba de 1992. Consideraciones como ésta nos llevan desde el plano abstracto del derecho internacional y los acuerdos solemnes a las realidades de la vida humana. Los juristas podrían debatir si el embargo sobre alimentos y medicinas viola tratados que establecen que ``la alimentación no debe usarse como instrumento de presión política económica''.

Un estudio recientemente publicado por la Asociación Estadunidense para la Salud Mundial concluyó que el embargo causa serias deficiencias nutricionales, deterioro en el abastecimiento de agua para consumo humano, y una peligrosa declinación en la disponibilidad de medicamentos e información médica, todo lo cual propicia baja natalidad, epidemias de enfermedades neurológicas y otros padecimientos que causan decenas de miles de víctimas, así como otras severas consecuencias de salud pública.

Estos son auténticos crímenes, mucho más que la violación casual o deliberada de instrumentos legales que se usan como armas en contra de enemigos oficiales, con el cinismo que sólo los poderosos de verdad pueden desplegar.