La Jornada 2 de febrero de 1998

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Zacatecas, Zac. Sea cual fuere el destino final de Ricardo Monreal, el mensaje que desde aquí se ha enviado en estos días recientes a la clase política priísta de todo el país es muy claro: de poco les sirve y les servirá tener carrera, hacer méritos, ser hombres o mujeres del sistema, gente de partido, si acaso llegasen a caer en la fatal clasificación de inconfiables, ya sea por ejercer la crítica interna, ya por no ser suficientemente duros.

Monreal no es, de ninguna manera, un priísta improvisado o falto de oficio. Desde su tierra natal, Fresnillo, ha ido avanzando en una carrera que le llevó a ser secretario del ayuntamiento, líder estatal cenecista, diputado local, diputado federal, senador, subsecretario del CEN del PRI en el área de derecho electoral, consejero político nacional.

Con varios puntos más a su favor: naufragante y cuestionada la función coordinadora de los diputados priístas a cargo de Arturo Núñez, tal debilidad permitió el crecimiento de las figuras de los vicecoordinadores y, particularmente, de Monreal, quien en las negociaciones privadas, y en la tribuna, usó un discurso reposado y analítico, defensor, sí, de las posturas de su partido y de los intereses de los gobiernos priístas, pero con un estilo que le ganó respeto entre sus propios compañeros de partido y también en los sectores no priístas.

Su búsqueda de la candidatura gubernamental de Zacatecas fue afectada, sin embargo, por varios factores. La obcecación del actual gobernador, Arturo Romo Gutiérrez, en su contra (``cualquiera, menos Monreal''). De allí se desprendió la supuesta polarización entre José Bonilla Robles, líder nacional de los pequeños propietarios, y Ricardo Monreal Avila.

De esa brecha emergió quien nunca se había asomado de verdad al escenario: José Marco Antonio Olvera Acevedo, nacido en Sombrerete el 13 de junio de 1951, licenciado en administración de empresas por el Tecnológico de Monterrey, gerente de la empresa familiar Gas Olvera, impulsado por dos gobernadores, primero José Guadalupe Cervantes Corona y luego, sobre todo, Genaro Borrego Estrada, cuenta política esta última a la que hay que abonar sin duda la candidatura olverista.

Olvera (Pepe, le dicen todos, y su lema inicial de campaña es el muy bravío de ``vámonos recio'') conoció (hombre del sistema, gente de partido) los sinsabores de albazos como el que ahora le benefició para desplazar a Monreal.

¿Otra historia de familia?

Cuando quiso ser presidente municipal de la ciudad de Zacatecas se topó con la oposición férrea del gobernador Arturo Romo, quien promocionó con éxito a Javier Suárez del Real. (De la de Sombrerete ya había sido presidente igual que su hermano Gabriel, actual alcalde a nombre del PAN, luego que el PRI le negó la candidatura, y precandidato panista a gobernador en una historia de familias presionando en la oposición para conseguir candi- daturas priístas que probablemente aprendió Pepe en su paso por el San Luis Potosí de la familia Nava).

El año pasado quiso ser diputado federal de mayoría, pero volvió a funcionar el veto romista. Por su Sombrerete natal entró como candidata Cuca Calderón, pero Olvera aprovechó una reunión de la cúpula nacional priísta (entonces era delegado del PRI en San Luis Potosí) con el presidente Zedillo para entregarle personalmente una carta en la que denunciaba sus penares. En las listas de candidatos plurinominales Olvera apareció como candidato, en un lugar (más abajo del 10) al que la catástrofe priísta de 1997 ayudó a entrar a San Lázaro.

Albazos y marrullerías

Ricardo Monreal vivió con relativa calma su condición de precandidato hasta el jueves de la semana pasada. Esa tarde, recibió la llamada de Mariano Palacios Alcocer en la que le anunciaba que no sería el candidato. Hubo reticencia clara de Monreal a aceptar la decisión. Palacios recurrió a la petición de disciplina y, ya en el extremo, de ayuda personal, pues el encargo recibido (de quien en ese momento viajaba ya rumbo a Davos) era sacar adelante la decisión en favor de Olvera.

Monreal aseguró que buscaría el registro a toda costa, y Palacios le pidió desistir. Llegó un momento en el que no había más palabras que decirse. Más tarde intervino Arturo Núñez, en una extensa plática que tampoco logró nada. Francisco Labastida habló a su vez para citar a Monreal a las 12 del día del viernes en Bucareli para dialogar. Monreal anunció que viajaría esa noche de jueves a Zacatecas para preparar su registro, y ya cerca de la medianoche emitió en el Distrito Federal una declaración escrita en la que fijaba su posición.

El viernes, mientras Mariano Palacios anunciaba en el Distrito Federal la emisión de las convocatorias ``democráticas'' de Zacatecas, Durango y Chihuahua, Monreal se alistaba en su estado natal para buscar su registro. El jueves le había propuesto y pedido a Mariano Palacios que le permitieran ser vencido con dignidad en una contienda interna medianamente aceptable. Ya no una consulta abierta como en Chihuahua, sino en una con delegados elegidos mediante insaculación.

Ese viernes, ya en la sede estatal del PRI, cuando sus seguidores derribaron una puerta e irrumpieron en la reunión del Consejo Político estatal, solicitó, a sabiendas del peso del aparato y la estructura priístas, de la fuerza de la línea superior, de la inversión económica que haría el sistema para sacar a Olvera adelante, que se organizara una asamblea estatal en la que participaran todos los consejos políticos municipales.

(Monreal, como gente de partido, sabe que esos consejos están plenamente dominados por los mandos priístas institucionales, mandos que se habían expresado desde antes de la emisión de la convocatoria en favor de Olvera, en un típico albazo o madruguete).

Tampoco eso le permitieron. Nada. Después de tres horas de tregua que le pidieron para consultas, la respuesta fue tajante: el candidato de unidad era Olvera y se acabó. Al otro día, sábado, se abriría el registro de candidatos. Monreal se pasó ese sábado platicando con su gente, decidiendo. Su familia se preparó para el rito anual (en el que siempre participa Ricardo) de caminar a pie, de madrugada, durante cuatro días, para evitar los rayos del sol, rumbo a San Juan de los Lagos.

Por la tarde, a última hora, Monreal ya no pudo irse a la caminata: decidió solicitar su registro. De manera extraoficial, los diarios locales incluyeron en su edición del domingo la nota de que no sería aceptado el registro de su candidatura.

Ayer mismo, Monreal se entrevistaba con Labastida en Bucareli. Por la noche recibiría en Zacatecas el dictamen oficial en el que rechazarían su registro.

¿Al PRD?

Ahora, tiene frente a sí la decisión histórica: la aceptación negociada de su derrota o el paso hacia adelante que le coloque fuera del priísmo y le lleve hacia una candidatura esencialmente perredista, pero acaso también apoyada por otros partidos menores, como el PT y el PVEM. Juan José Quirino, uno de los precandidatos perredistas más fuertes, ya anunció que declinaría en favor de Monreal.

Zacatecas, tradicional bastión priísta, el estado que proporcionalmente más votos le aportó a Ernesto Zedillo en 1994 para alcanzar la Presidencia, estaría en riesgo para los intereses del tricolor si Monreal decide dar el paso.

En sus reflexiones, seguramente tendrá muy en cuenta la razón verdadera de su infortunio: no eres confiable para el Presidente, le dijo una de las voces centrales de esta historia.

Y es que Monreal, hombre del sistema, gente de partido, con historia política, con méritos en campaña, manchó algunas veces su hoja de servicios con el pecado de la crítica interna, más teórica que práctica, más un elemento lucidor que un riesgo verdadero.

Pero, cuando ya no se es confiable, nada se puede, ni se debe, esperar.