GALERIA Ť Arnaldo Córdova
Escribir bien para conocer mejor

El doctor Arnaldo Córdova, politólogo, cuenta de sus métodos para investigar, que resume así: informarse exhaustivamente, escribir para entender más, charlar con colegas. Trabaja con fenómenos político-históricos, de modo que realiza diseños de investigación detallados (sub-sub-subtemas); cada idea tiene un sustento de reflexión en sí misma -redacta muchos ensayos-, y siempre va apuntalada con dos o tres hipótesis que fundamentan sus libros.

Nació en el DF, en 1947, y a los pocos días fue llevado a tierra caliente michoacana: creció en Ocupétaro. Experto en la política de México durante el siglo XX, prepara un libro teórico, histórico, de definiciones, que abarca desde la época precortesiana hasta la reforma política que vivimos hoy. Estudia a fondo los periodos pre-hispánico, independiente y el porfiriato. Y quisiera tiempo para escribir más porque está lleno de compromisos, aunque le saca horas a la noche, cuando su mente se hace luz, redacta y redacta. Lleva una bitácora, y en ella anota todos los días de qué manera adelantó su trabajo. Le daría vergüenza anotar: ``Hoy no adelanté en mis investigaciones''.

Excepto cuando mira la televisión para descansar su mente y cuando duerme, está ocupado, trabajando en solitario, como le ocurre a todo investigador. Lee siete diarios nacionales y varios extranjeros durante cuatro horas en las mañanas. Hace consultas bibliográficas y saca fichas. Deja reposar sus ideas mientras come y ataca de nuevo libros, leyéndolos, y su computadora, escribiendo. Concibe y realiza sus artículos para los periódicos -La Jornada, incluida-, redacta su bitácora de investigación y escribe, escribe mucho. Cita a Wright Mills: ``Nunca se aprende tanto como cuando se escribe de algo''. Y, en efecto, Córdova aprende, considera, afina, renueva los conceptos de sus temas.

Tiene 33 años de experiencia en investigación, sin contar los tres del doctorado en filosofía del derecho que hizo en Roma. Cursó otro doctorado en ciencia política en la UNAM, donde es investigador y docente -lo fue durante 18 años en licenciatura y ahora en seminarios de tesis de maestría y doctorado.

En esa experiencia se basa para agotar las preguntas que se plantea siempre, y ahora en su nuevo libro; por ejemplo: ¿Cómo era el poder de los pre-hispánicos? ¿Existió el imperio azteca? Su hipótesis es que fue una organización religiosa-militar, pero no un Estado. ¿Hasta qué punto los virreyes eran soberanos del México colonial? ¿El rey español tenía información de su desempeño, dado que los viajes tardaban meses? ¿Cómo se incubó el Estado mexicano durante la época independiente? ¿Hasta cuándo México dejó de ser una simple denominación geográfica para convertirse en nación? ¿Cómo hizo Porfirio Díaz para vertebrar al país, cómo lo comunicó entre sí y desde qué perspectiva política lo hizo? ¿Qué tipo de Estado surgió de la Revolución? ¿Dónde se origina y hasta dónde llega el autoritarismo del presidencialismo mexicano? ¿Cómo ha cambiado la política, cómo se transforma el Estado, cómo se fortalece el sistema de partidos, en qué grado vamos en el proceso de democratización? ¿Es vigente la Constitución o hasta dónde ha sido ya rebasada? Y de todos esos ejemplos luego hace de abogado del diablo y se plantea lo contrario para investigar y saber más.

Ejecuta el diseño de investigación también de manera exhaustiva. Desde él conoce qué va a decir en la página 34 o en la 88, por ejemplo. Elige títulos que no evoquen -como hacía don Daniel Cosío Villegas-, sino descriptivos de la materia que trata, y de ese modo ayuda a quien lo consulta. Todo eso le permite mantener orden en las 60 mil fichas que elabora -su fundamento de información- y en las 5 mil que vierte en el escrito.

Platica con colegas, participa en mesas redondas y polémicas. Eso resulta una especie de trabajo de campo para hacer más consideraciones, más preguntas y amacizar ideas. Hace su trabajo porque le gusta, le interesa y tiene la intención de servir a otros.

``Cuando escribo, tengo en mente a mi lector ideal. Uno que no soy yo. Escribo para convencer a ese lector, a un jornalero, por ejemplo. Me retiro de las jergas, que usan palabras que a fuerza de ser dichas terminan significando todo y nada. Y cuido mi estilo. Quiero que sea explicativo, claro, sencillo, elegante, como el de los buenos periodistas, para que ese lector quiera leerme''.

Entre sus muchos libros ha publicado Sociedad y Estado en el mundo moderno y La Revolución en crisis. La aventura del maximato. (Rocío Incera)(Foto: Alfredo Estrella)