La Jornada Semanal, 30 de agosto de 1998



Patricia Peñaloza

Rock mexicano: estampitas recortables

De la onda rocanrolera al cover guapachoso, ese que hizo ``que la gente notara la existencia de músicos mexicanos greñudos pero no rancheros'', los caminos del rock en nuestro país han sido largos y azarosos; Patricia Peñaloza disecta con bisturí y sin guantes las más recientes manifestaciones del movimiento musical del siglo.

Productos de Alta Calidá saca a la venta, mire usté se va a llevar, como una oferta, una promoción, un soporte apto para su reproducción en ojos y orejas, acerca de lo que llamamos rock mexicano, tema trascendental que lo tenía sin sueño, en bonitos fascículos de colección. Un ensayito que le contiene un intento de retrato de lo que es en este momento el rock patrio, ¡de a varo le sale, de a varo le cuees-taaaa!

A) Fascículos históricos

1. Los de antaño

No se puede entender al rock mexicano de hoy sin tomar en cuenta sus precedentes. Aun cojo y vilipendiado, no gozaría de sus escasos privilegios actuales si no fuera por la actuación accidentada, luchona y hasta inconsciente de sus antecesores. Después de todo, las ``estrellas'' comerciales de rock, de los años sesenta para acá, han ayudado a impulsar y ampliar el seguimiento actual de muchas bandas honestas y de arraigo popular.

Para Joan Manuel Serrat, Charly García, Joaquín Sabina, Miguel Ríos y otros extranjeros perniciosos, Enrique Guzmán fue el primer paladín en haber tenido la ocurrencia de cantar rock en castellano. Para muchos mexicanos de los años sesenta (ahora diríamos que ``para los fresas'', pero entonces el entendimiento del rock no era aquí tan acendrado) y, por supuesto, para Guzmán mismo y sus congéneres (César Costa, avalado por Enrique Krauze como un verdadero rebelde, Angélica María, Johnny Laboriel, Alberto Vázquez, los Hermanos Carrión, etcétera), ellos fueron los pilares del movimiento rocanrolero en México. Pero aunque como atributo sus letras eran jocosas e incluían términos locales, eran sólo eso: covers ingenuos, inofensivas traducciones del rock estadunidense original. En México el rock no tuvo un origen rebelde, popular o propositivo como en Estados Unidos o Gran Bretaña; llegó como un producto procesado.

Ya en los setenta comenzó la creación de rock original mexicano, pero con letras en inglés, muchas veces cursis y bobas, aunque con virtuosas capacidades musicales y actitud apegada a la calle, la banda, la ``raza cósmica'' (Javier Bátiz, Three Souls in My Mind -luego El Tri-, El Ritual, Bandido, Peace and Love, Love Army, La Revolución de Emiliano Zapata, Toncho Pilatos, Tinta Blanca, El Pájaro Alberto, los Dug Dugs...). Lástima que tras Avándaro se endiabló al asunto y se frenó lo que pudo haber sido el principio de un desarrollo musical destacado. A esto se sumó la onda folcloroide, que consideraba al rock como imperialista, negativo. Para los aferrados, ya no fue posible tocar rock más que en los ``hoyos fonquis'', foros semiclandestinos, de condiciones harto raquíticas. En los años ochenta se fue aburguesando, no sólo en México sino en el mundo, la concepción originaria de valentía y arrojo artístico del rock, para que estar en él fuera tan sólo para ser ``estrella'', ánimo en buena y mala parte apuntalado por MTV. Por esta tierra, pocos lograron crear música digna que no sólo imitara sino que asumiera una actitud de relación con su entorno: Rockdrigo González, Jaime López, Cecilia Toussaint, Natabeafh, Ruido Blanco, Mamá Z., Guillermo Briseño, Botellita de Jerez, Las insólitas Imágenes de Aurora, Trolebús, en medio de muchas bandas que le hacían al gringo-star, cantando y/o bautizándoseÊen inglés (Cristal y Acero, Dangerous Rythm, Kenny and the Electrics). Aun así, los espacios para tocar eran prácticamente nulos (cuestión que no ha mejorado); acaso y existían La Rockola, Rockotitlán, el Hip 70, el LUCC. ¡Qué esperanzas que las disqueras confiaran en ellos, o que los medios impresos o la radio los tomara en cuenta! El rock seguía siendo para la sociedad mexicana algo temible y casi tabú (muchos chavitos de ahora morirían de risa al oírlo). En el fondo, esto ayudó a calentar fuerzas y fe para lo que luego vendría.

A finales de los ochenta, una canción, curiosamente no roquera, sino un cover guapachoso, hizo que una amplia cantidad de gente notara la existencia de músicos mexicanos greñudos pero no rancheros: ``La Negra Tomasa'', interpretada por Caifanes. Esta rola se difundió hasta en la Tropi Q, y de ahí que más gente notara que existían grupos como Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, El Personal, La Castañeda, Bon y los Enemigos del Silencio, Los Amantes de Lola, Fobia, Santa Sabina, Café Tacuba, La Lupita, Real de 14, por nombrar los más famosos. Herederos casi todos de una concepción local, ya propuesta por González, López y Botellita, los grupos entendieron que la cuestión estaba en agarrarse de lo clasemediera y antropológicamente comprendido como ``popular'': ahora suena demagógico, pero entonces fue novedoso y consolador, que aún no satisfactorio del todo, pues, entre varios de ellos, la calidad musical dejaba mucho que desear. Mientras tanto, en las barracas de barrio, lo imprescindible seguía siendo, como hasta ahora cual pasajes sin tiempo, el blues rasposo y necio del Tri (cambio de nombre, según anécdotas cercanas, propuesto por Sergio Arau) y sus seguidores, entre otros rocanroles proletarios y punketos. Mientras tanto, los conciertos masivos comerciales de calidad, o de visita extranjera, seguían siendo un sueño.

2. Los de ahorita

Al comienzo de los años noventa, el rock ochentero comenzó a dormirse en sus laureles y en el seudoéxito que logró gracias a la promoción escasa pero firme de estaciones de radio como Espacio 59 y Rock 101, o a sus apariciones esporádicas en Siempre en Domingo o con Ricardo Rocha; gracias también al boom comercial creado por BMG, llamado ``Rock en tu idioma'', con bandas españolas y argentinas, y hasta gracias a la ampliación de públicos tras el aprovechamiento que Televisa tuvo para hacer entender como ``rock'' a Timbiriche, Alejandra Guzmán, Magneto y otros productos LuisdeLlaneros. Desgraciadamente, los que fueron grupos de rock genuino, destacados, se endiosaron y comenzaron a ponerse de absoluta pereza. Al parecer, a medios noventa, de los afamados sólo eran percibidos con decoro, al menos en el nivel mainstream, Café Tacuba, Jaguares, Fobia (hoy extinto), Santa Sabina... Fue a partir de varios fenómenos que el rumbo cambió: la existencia de infraestructura para crear conciertos masivos, el EZLN y el hip hop (?!!). Me explico.

La posibilidad de tener conciertos de artistas extranjeros en México se convirtió en una práctica elitista, pero nos hizo creer en el sueño salinista del primer mundo, tener la esperanza de que el rock ya no sería más una expresión satanizada y que el rock mexicano tendría más oportunidad y aceptación. En sus inicios, los grupos mexicanos eran menospreciados y ``se les daba chance'' de telonear a los estelares. Pero, poco a poco, los festivales de bandas locales se fueron volviendo prácticas cotidianas. A esto se sumó por ende una mayor apertura y una mediana difusión del rock mexicano en los diarios, en nuevas revistas (Rock & Pop, La Mosca, Switch, Nuestro Rock), además de las populares de tiempo atrás (Conecte, Banda Roquera, Códice Rock) y en estaciones de radio como îrbita, Radioactivo, WFM.

Por otro lado, el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional dividió las opiniones y conciencias de la sociedad mexicana, y por tanto la de muchos roqueros. En una época de eclecticismo musical, una más de las subdivisiones del rock se entendió, no por género sino por adscripción o no a la causa neorrevolucionaria: ``militancia'' legítima o no, de pose o no. Esta vertiente se ha dejado sentir en conciertos masivos de apoyo a la causa chiapaneca, calificados por muchos de oportunistas pero que en los hechos son actos generadores de espacios de libertad inéditos en esta patria, autogestivos, organizados por los mismos músicos; actos lejanos al Ticket Master, creadores de un carácter propio, los cuales han despertado en una generación egoísta un altruismo elemental o al menos una corrección política; han dividido sectores y diluido el individualismo de los participantes. La estructura de estos conciertos ha sido ejemplo, a su vez, para apoyar otras causas o para realizar tocadas similares de tipo comercial (incluso, el gobierno del DF está aprovechando esta práctica para organizar conciertos promotores de ciertas virtudes y causas ciudadanas).

Otro factor importante fue el golpe de suerte que hizo de los raperos -dizque- contestatarios de Control Machete, Molotov, o del electrónico cinismo de Plastilina Mosh, sendas bombas que vinieron a darle un giro total a la personalidad y los hábitos del rock mexicano, acaso como respuesta a la necesidad de las nuevas generaciones por escuchar algo diferente, ya en actitud, ya en sonido. Deficientes o no, auténticos o no, y más allá de discusiones moralinas, estas bandas renovaron y dieron una cubetada de agua fría a la escena. El posicionamiento internacional de la música electrónica (Nine Inch Nails, Prodigy, Chemical Brothers), después del grunge, último movimiento romántico/propunk, como rock (irruptor, propositivo), y ya no como pop para entendidos, y el crecimiento de los movimientos negros y ``latinos'' en Estados Unidos (hip hop, rap, ritmos afroantillanos), permitieron sentir que estábamos parados en otra época. El cambio generacional fue notorio hasta en la ropa: no más de negro, no más pelo largo, no más cuero ni estoperoles, sino cabezas rapadas o coloreadas, acaso fierritos en la cara; playeras deportivas y coloridas, pantalones guangos, tenis en vez de botas (¡hasta Robert Plant porta en su reciente disco con Jimmy Page una chamarra tipo Adidas!). Look pachuco, barrioso de pose, fabricado; aspecto deportivo y dinámico para simular la carrera hacia el fin de siglo, ese futuro que soñaron Hanna Barbera y sus Supersónicos.

Tras hacer de todo lo anterior un híbrido, se ha instalado como moda en México otra vertiente, de gran fuerza entre los adolescentes clasemedieros, nada comercial, y de actitud combativa ceceachera, reaccionaria de fin de semana, a quienes papi les solventa su revolución: es el movimiento de Ska (o ``eskasero''), ritmo nada nuevo pero aquí altamente arraigado, pues es efectivo para el eslam o las corretizas en redondo; fenómeno hijo último de sus antecesores: lo popular en los nombres de los grupos, los temas de las canciones, y los ritmos cumbia-salseros combinados con guitarrazos grunge: lo rapero en la gritadera y la vestimenta; lo contestatario de la era zapatista. Tocada de ska que se presente, atasque asegurado.

Por su parte, los lugares para tocar en esta ciudad, fuera del Palacio de los Deportes, el Metropólitan o el Auditorio Nacional, destinados para el mainstream, siguen siendo un problema (no se diga en provincia): hay muy pocos y además no pagan bien, los equipos no son los óptimos, y las más de las veces son elitistas; podría nombrar, en el DF, al decadente Rockotitlán, RockStock, La Victoria, Tequila Boom, La Diabla, Babel, Fixión, El Alicia (no tan elitista). De ahí en fuera, se adaptan salones de fiestas, auditorios, deportivos, etcétera.

B) Fascículos rollísticos

1. Tu Vip's or not tu Vip's

Risa me dan los que discuten si existe o no el rock mexicano y argumentan que porque es imperfecto es un holograma. Yo nada más creo que los miles de chavos bailando en el Zócalo o donde se deje el suelo, no son obra de la imaginación de los otros muchos que lo hemos vivido. Tampoco creo que el gusto o disgusto por el rock mexicano entre los jóvenes nazca de leer las burlas de los ``críticos'' poseedores de la verdad absoluta sobre el tema.

2. Hasta las Victorias siempre

Muchos critican al rock de hoy, por compararlo con lo que fue o creen que fue en los sesenta-setenta; dicen que ``ya no es contracultural'', que ya está alienado, industrializado. Dicen quesque si te quieres dar a conocer masivamente te estás vendiendo: que El Chopo es una institución

y por eso ya no es marginal ni rebelde... Pero ¿es que Led Zeppelin, Jimi Hendrix, los Doors, los Beatles, los Rolling Stones, Patti Smith, nacidos de intenciones artísticas verdaderas, no querían vender discos? ¿Es que alguna vez el rock en México ha sido independiente y contracultural? ¡Pero si apenas es!

El rock no es ya la evolución misma (aunque aún muchos lo empleen como una expresión al servicio de, que no es lo mismo e igual está bien), sino una manera cotidiana y natural más de relacionarse. Lejana está la mayoría de los chavitos de hoy de querer cambiar al mundo, y menos a través de la música, pues viven una época en la que no sólo es mucho más permisible el rock (entre otras muchas expresiones y libertades de las cuales este ritmo fue en sus orígenes parte), sino que éste se ha vuelto inofensivo. Y es que dados los cambios históricos, es a la vez muy difícil e ingenuo (que no imposible) pensar que el rock vuelva a ser ``peligroso'', y menos a partir de una generación tan apática y mediatizada, en crisis desde que nació, por lo que tiene que conseguir trabajo y dinero; una juventud mucho más ``sensata'', que no puede andar cantando folk, desnuda por el parque. Las nuevas generaciones son menos románticas después de ver cómo las luchas de sus antecesores fueron opacadas o reprimidas; además, no es lo mismo que te platiquen la lucha, a que desde que naciste goces de sus beneficios. Por otra parte, es difícil en ellos la reflexión porque, si antes reprimió a los jóvenes, ahora el poder comete algo más sutil y perverso: los ignora, les ofrece un sistema educativo pobre, programas culturales deficientes, un sistema económico diseñado para que el arte y la sublimación del espíritu sean algo inútil, no redituable, no animador de un statu quo.

3. El Canal de las Estrellas

¿Qué puede seguir siendo posible, qué puede aún exigírsele al rock mexicano? Mucho. Es bueno que ahora haya más infraestructura que antes: lugares aptos, renta de equipo, credibilidad en las disqueras, apertura en los medios; es sano que el rock a su vez se entienda como una forma de disfrutar solamente, de pasar un momento alegre, sin culpas ni rollos. Sin embargo, es justo cuando las posibilidades para tocar son mayores, que se notan más las deficiencias profesionales y musicales, como si el traje brillante (los grandes foros, la pretensión, la aparición en MTV Latino), le quedara grande al rock mexicano. Y esto es porque los jovencitos ahora crean una banda, no por anhelar la libertad, ni por sublimar su espíritu, sino por buscar la fama, elevar su individualismo y ego: ser sólo estrellas, pues. Traen en la sangre el alimento que les dio la televisión desde nacidos; no buscan ni hermanarse en un movimiento musical o de ánimo generacional profundo (aunque hay asomos de solidaridad entre hiphoperos y eskaseros), al no preocuparse por su entorno (no precisamente por una postura política) social, moral o espiritual, al no observarlo detenidamente, al no haber reflexión, al no tener una pasión por la experiencia, por aprender, descubrir, aventurarse, arriesgar, su humanidad se vuelve mezquina, superficial, frívola. Con una pequeñez intelectual o de alma, es difícil que el rock logre ser una verdadera manifestación artística. Sería bueno, además, que al tener más ingresos, se preocuparan más, no por comprarse ropa o un coche, sino por ser mejores músicos, o al menos por mejorar su equipo.

Asimismo, otra razón por la cual, aunque ha crecido en magnitud y aceptación, el rock nacional sigue siendo deficiente, es que a sus integrantes les hace falta mirar hacia sí mismos. Tienden a ver hacia afuera todavía, al servilismo (ahí están de vuelta cantando en inglés). No asimilan sino que imitan; tienen muy poco qué decir. Les falta crear más universos propios, musicales, de pensamiento o de lenguaje; interpretar más al mundo que los rodea, a ellos mismos, de manera inteligente, curiosa, atrevida, irreverente, humorística o seria, pero osada e inquieta. Ya que es iluso lograr un cambio político a través del rock, ¿por qué no al menos buscarlo en el nivel que le corresponde, en la misma música o el baile? No es patrioterismo ni folclorismo de quinta mayor, pero aún puede, por ejemplo, sacársele mucho a nuestros potenciales imaginarios; hay en nuestros ritmos y lenguajes oriundos, artísticos o históricos, una mina poco explotada.

Un label manager de una disquera me decía que el rock mexicano no es un verdadero movimiento porque no cuenta con grandes ventas de discos, cosa que por ejemplo el rubro grupero sí ha logrado en los últimos años, después de haber sido un género aislado. Pero no estoy de acuerdo; me alío más a algo que dijo José Manuel Aguilera, líder de La Barranca: que ``finalmente, tal vez lo chingón sea justo el hecho de que el rock neto es para iniciados, aunque sea masivo''. ¿Por qué nadie dice que el tai-chi, la gimnasia, el ajedrez, la pintura, la capoeira, deben ser supercomerciales para ser válidos? ¿Por qué el alto consumo debe ser proporcional a la legitimidad? Tampoco es que ``ser marginal'' sea lo correcto y que vender mucho y hacer giras al extranjero desvirtúe al roquero (a menos que pierda la visión de que lo importante es crear, y ser fiel y honesto para con su propuesta). Convertirse en artista masivo no hace necesariamente perder la mira; aunque hay que ser muy inteligente para no extraviar el equilibrio y la solidez, para no dejar que el estrellismo y lo que hacen de los artistas los medios (a veces sólo se lo imaginan los mismos roqueros) se los trague y sea más grande e importante que el trabajo.

Los ``comerciales-masivos'' son grupos de calidad con altas ventas y gran público, en el que se cuelan tanto seguidores reales como masa acrítica. Tienen atención considerable en los medios y son conocidos internacionalmente. Es el mentado mainstream. Puede haber de dos tipos: a) Los que se hicieron populares ``desde abajo'', entre la banda, y por consiguiente pudieron grabar discos, lo cual a su vez aumentó su popularidad (El Tri, Jaguares, Café Tacuba, Maldita Vecindad). b) También están los que no eran masivos pero una disquera los ``descubre'', y, tras la grabación, el sello invierte en buen marketing que les da fuerte proyección, que sin embargo crea desconfianza en ``la banda'', pues los sienten como un producto hechizo, a menos que éstos ``se bajen'' de nivel, no se asuman estrellitas, demuestren que su trabajo es digno y combinen esa difusión con la coherencia. De aquí hay otros dos tipos: los que tras esto no desvirtúan su trabajo (Julieta Venegas, Plastilina Mosh, Azul Violeta), y quienes pierden la mira y cometen actitudes de ``estrellismo'' (Control Machete, Molotov, Maná).

Los ``populares-masivos'' son grupos que no le dan tanta importancia al marketing y la difusión en medios, sino a tocar bien y al contacto con la gente. Tienen bastante público, casi todo de filiación sólida (no tanto en cantidad, como los ``comerciales''). Pueden tener o no grabaciones, y se instalan según estratos: a) Clasemedieros que tocan muy bien o son entretenidos. Aquí se halla gente importante como Jaime López, Santa Sabina, La Barranca, Real de 14; grupos ambiguos: La Lupita, La Castañeda, Estrambóticos, Cuca, Víctimas del Doctor Cerebro. También muchos eskaseros, casi todos sin disco pero con demos: Panteón Rococó -grueso en popularidad-, Salón Victoria, La Tremenda Korte, Nana Pancha, La Revuelta Propia, Inspector; b) Los super-raza de calidad variable, generalmente trisouleros o punkhardcoreros que abarrotan los toquines ``marginales''; pueden tener disco o demo: El Haragán, Tex Tex, Banda Bostik, Next, Rebel'D, Síndrome, Transmetal, Lira'n Roll, Kaneza.

Los ``poco masivos pero buenos'' son los que conforman la gran parte de la raza roquera. Pueden tener o no discos, y ya por actitud anarca, rebelde, artística, desidiosa, por mala suerte, por infortunios del destino, no son grandes jaladores en cantidad de gente, o vendedores, pero su trabajo es extraordinario, digno o simpático, y siempre tienen sus breves pero sólidos seguidores. En este rubro ``nacen y mueren'' buenos grupos o artistas frecuentemente, dadas las malas condiciones; pero de los vivos, destacan: Nine Rain y/o todo lo que haga Steven Brown, La Banda Elástica, Oxomaxoma, Arturo Meza, El Mastuerzo, Germán Bringas, ``El Hueso'' Díaz, Armando Rosas y la Camerata Rupestre, Cecilia Toussaint, La Gusana Ciega, Resorte, Zurdok Movimiento, Titán, Zoe, Petróleo, La Nao, El Gran Silencio, La Flor de Lingo, Cabrito Vudú, Los Esquizitos, Lost Acapulco, 38,400 Voces, Artefakto, El Tío Mono, Masacre 97, Los Músicos de José, Los Yerberos Antidoping, Splash, Bosquimano, Hocico, Consumatum Est, Jorge Fratta, Tere Estrada, El Señor González, Funkswagen, Los Humanos, Las Hormigas, Petate Funky, Poncho Kingz, Naranja Mecánica, LLT, Intestino Grueso, Mexican Jumpin Frijoles, Los Imposibles, Sonios, y muchísimos más que andarán por ahí.

Los ``engendros'' son grupos que por sus batidillos deberían dedicarse a la repostería. A algunos de ellos los puede seguir fuerte banda, pero, con disco o sin él, sus propuestas son pobres, ridículas, aburridas o fraudulentas, y usualmente se sienten soñados: Sekta Core!, Nudo, Riesgo de Contagio, Coda, Garrobos, La Concepción de La Luna, Limbo Zamba, Hueco, Coma, Van Troi, y un etcétera que es mejor no recordar.