Mariana Botey:
un asalto rebelde al espectáculo

Gloria Hernández

Con 28 años, espigada, morena, melena rastra, atuendo oscuro, desaliñado, que deja mirar los tatuajes que adornan esa epidermis de artista -toda ella una puesta en escena- es Mariana Botey. Ella misma afirma: Mariana Botey se ha convertido en alguien que elabora imágenes de resistencia con forma de arte, y lo hace a través de un conjunto de enunciados que desean irritar, contradecir el orden canónico desde ese su específico ser mujer.

Su arte, al que llama conjunto arqui-textual de enunciados, tiene que ver con la cultura popular mexicana, con las subculturas sostenidas como lenguajes de resistencia a este orden capaz de encerrar la vida en categorías como las de género, raza o clase. La distancia durante sus años de estudio en el viejo continente (Inglaterra) le aclaró e intensificó las preguntas y el aprecio por su pertenencia a México, a América. Habitar y vivir intensamente ambos territorios le situó, dice, en una mirada cosmopolita, para desde ahí indagar sus raíces personales

Ella crea imágenes absolutamente personales. arquitextos de resistencia feminista, arquitectura blanda de rebeldía radical, texturas múltiples, femeniles. Ella misma ocurre, en persona, como acontecimiento imaginativo contemporáneo, modifica el mundo desde su presencia real, inmediata. Es una artista que, con toda razón, se considera el corazón de sus obras de arte y, por eso, hace legítimo arte popular para y desde ella misma, pues con sus obras está creando máscaras, disfraces que son representaciones de sí, de su imaginario revelado en el arte.

La máscara es para ella rebelión creativa, deriva oblicua, resistencia a ser como el canon dice, por eso es elemento particularmente importante en su código arqui-textual de resistencia y parte de la iconografía de las subculturas, desde la máscara precolombina, representativa de las divinidades, hasta la máscara espectáculo, representante de identidades.

Ella y su arte constituyen una personalidad artística voluntariamente diferente, distinta, atípica, incluso para sí misma, según requiera su libertad imaginante. Es evidente que sus imágenes textuales son el camino de su liberación personal inventada toda con la imaginación abierta al futuro. Por eso insiste siempre en que hace un trabajo intimista y manifiesta su certeza de realizar un asalto al espectáculo. Hay que apropiarnos de los metadiscursos de la cultura impuesta, afirma, y atacarlos con otros metadiscursos, los nuestros propios.

Su video-instalación Valis Tezcatlipoca acaba de ser presentada en el Museo del Chopo junto con la obra de otros jóvenes artistas.