De Los cuentos de don Lucio

Macario Matus

La Boda

Los ojos muy vivos de Don Lucio relampaguean cuando narra la boda más extraordinaria que una vez contempló en Juchitán. Ocurrió cuando Maurilio, apodado El Tunco, porque un avión le arrancó un brazo, contrajo nupcias con un árbol de Guiés Xhúuba, la flor que se desgrana como el maíz o el jazmín del Istmo de Tehuantepec, tal como lo conocen desde tiempos inmemoriales.

Se enamoró del olor penetrante de las flores blancas que prendían en la copa del árbol. Siempre estaba encendida de blancura la cabeza de aquel árbol. Convidó a sus amigos para la boda civil. La religiosa no se pudo llevar a efecto porque el padre Paulino, de la iglesia mayor, prohibió tal matrimonio, sólo porque el árbol no podía asistir a la ceremonia religiosa ni a las pláticas acostumbradas por el sacramento bíblico.

El árbol lucía hermosa esa mañana de primavera. Llevaba como encajes las flores blanquísimas. La enramada se instaló frente a la casa de Maurilio y la planta quedó en medio. La canasta de mimbre se llenó de presentes y monedas de oro de los amigos del contrayente. La desposada permaneció parada en su estrado de flores rojas y amarillas. Alrededor danzaba Maurilio tal un enloquecido de amor purísimo.

Han pasado los años, todo el pueblo recuerda la boda. El árbol hermoso permanece fiel frente a la casa de su marido, quien murió meses después del acontecimiento. Murió de tristeza porque el árbol jamás pronunció una palabra de amor a su amantísimo esposo.


Las muertes de naa Liipa

La primera vez que murió mi mujer fue cuando nació Mario, que también llevó mi apodo de ``pata'', ya que nací con una pata más larga que la otra, del lado izquierdo. A base de infusiones de árnica, anisado y aceite de parlama durante nueve meses, despertó Mario, cuenta Don Lucio.

La segunda vez fue cuando a náa Líipa le dio un ataque de estornudos y ventoleras estomacales, durante seis meses y la revivimos amarrándole unas sogas de pita a la cintura y la colgamos de la plancha o viga que atraviesa el techo de la casa de cinco metros de altura.

La tercera vez que se nos fue definitivamente ocurrió a los 89 años de ella, cuando yo tenía 99 y en una dormida larga estuve sin movimiento en las venas ni en el corazón. Me velaron durante una semana, al octavo, desperté cuando náa Líipa me amortajaba con un par de tenis negros, camisa blanca, pantalón negro, creyendo yo que iba a una fiesta.

Al despertar, náa Líipa miró mis ojos y le hablé de cosas que había visto y las personas que saludé en el cielo. Ella del susto se desmayó. Así que yo reviví cuando ella expiraba. Se fue su suspiro, como decimos en zapoteco. Pero yo sé que náa Líipa es de las mujeres hechas y derechas no para la muerte, no es de cuartilla. Ella despertará aunque ya no la vea. ¡Mírela cómo se ve en la cripta de cristales. Qué ojos de viva tiene!

Macario Matus: periodista y escritor nacido en Juchitán, Oaxaca en 1943. Además de autor de numerosos libros de poesía y narrativa, tiene la costumbre de traducir poemas zapotecos al español y vertir en su lengua la literatura universal.