La Jornada sábado 12 de diciembre de 1998

Sami David *
Derechos humanos, una realidad

La defensa de los derechos del hombre como base y objeto de las instituciones, es fundamental para nuestro país. La Constitución de 1857 así lo postula: ``El pueblo mexicano reconoce que los derechos del hombre son la base y el objeto de las instituciones sociales. En consecuencia, declara que todas las leyes y todas las autoridades del país deben respetar y sostener las garantías que otorga la Constitución''. Este ejercicio de libertad, signo de responsabilidad y desarrollo social y que repercute en la convivencia armónica de la sociedad, se conoce ahora como derechos humanos. A 50 años de distancia, la Declaración Universal de los Derechos Humanos postulada por la ONU el 10 de diciembre de 1948, ha desatado una serie de reflexiones sobre el tema.

Se ha insistido sobre el derecho a la vida y a la libertad, que deriva en el respeto a la integridad de las personas, cuyos valores son indiscutibles y garantizan la vida comunitaria. El Senado de la República también hizo estas consideraciones, aprobando el reconocimiento y competencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, teniendo como fundamento el artículo 62 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Seguramente con el análisis, discusión y acuerdo, los legisladores ratificaremos la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los trabajadores migratorios y sus familiares, con lo que nuestro país alcanzará un grado más de florecimiento y civilidad.

La Convención Americana de Derechos Humanos, mejor conocida como Pacto de San Juan de Costa Rica, adoptada el 22 de noviembre de 1969 por nuestro país, reconoce que los derechos esenciales del individuo no nacen del hecho de ser nacional de determinado Estado, sino que tiene como fundamento los atributos de la persona humana, razón por la cual justifican una protección internacional, de naturaleza convencional coadyuvante o complementaria de la que ofrece el derecho interno de los estados americanos. En México se ha avanzado mucho sobre el respeto de estas normas, existe profunda preocupación por preservar y fomentar la defensa de los derechos más elementales, lo cual se refleja en la creación de organismos e instituciones encargados de su protección a fin de dirimir las controversias y conflictos que transgreden las más elementales garantías individuales de los mexicanos.

En tal sentido, democracia, derechos humanos y justicia social se corresponden. Constituyen factores indispensables para la convivencia pacífica y, desde luego, resaltan la madurez de la sociedad. Y es que la democracia no es el simple ejercicio de sufragar en las urnas y de expresar la voluntad política de la ciudadanía. La democracia es una forma de vida, una manifestación de la libertad de pensamiento cuya práctica repercute en la colectividad.

La valía e importancia de cada individuo debe ser considerada con apego a la ley, código o reglamento, puesto que los derechos humanos representan un instrumento fundamental que determina y garantiza la libertad del hombre. La convivencia pacífica y civilizada advierte el grado de desarrollo de la sociedad. En tal orden de cosas, por la energía con que son defendidos, representan un rango de gran relevancia para la existencia civilizada. La vida democrática no puede concebirse sin estos derechos.

*Senador de la República