CREADORAS DE MUNDO

Del cajón del olvido
Lilia Carrillo, pintora feminista de lo abstracto
Gloria Hernández

Para iniciar este último año del siglo y milenio, queremos dedicar esta sección y sacar del cajón del olvido a la pintura de Lilia Carrillo (1930-1974) por tratarse de cosa del porvenir, una cita con la utopía, una obra paradigmática para nuestro sigloXX.
Heredera de la tradición pictórica de la primera mitad de este siglo: la Escuela Mexicana de Pintura, pues Carrillo fue alumna de Manuel Rodríguez Lozano y también estudió en la escuela de pintura y escultura de La Esmeralda, de donde egresó con título de maestra en artes plásticas (1951). Más tarde viajó a París, donde estudió en la Academia de la Grande Chaumiere (1953-1955). Recibió el impulso de vanguardias internacionales como el cubismo, el surrealismo, el expresionismo abstracto, informalismo abstracto. Este último será parte del sello público atribuido a toda la pintura de Carrillo: "informalismo lírico abstracto" o "expresionismo informal", caracterizaciones que a ella no le disgustaron, cuando al ser cuestionada decía: "no tengo método realmente para pintar... No tengo absolutamente ninguna disciplina. ¡Lírica! Me dan ganas de pintar y pinto".
Lilia Carrillo produce su trabajo plástico en el contexto del predominio del "cosmopolitismo latinoamericano" durante los años cincuenta y sesenta.
Tras unas cuantas obras figurativas, como su "Autorretrato" (1950), y otras en estilo geométrico abstracto, abandona esa manera de representación para la mirada y se entrega libremente a la expresión (des)figurativa.
Las obras de Lilia Carrillo son umbrales que nos proponen romper con la ilusión cotidiana. Se trata de comunicaciones en espera de su mirada receptora ideal, una liberada de los actuales encierros patriarcales. Sus creaciones abandonan las "seguridades" instituidas por la tradición plástica pictórica, que es de marcada tendencia realista naturalista. Ella no quiere ver al mundo como está, ni como ha sido, está dispuesta a inventar e imaginar otro, no es una reproductora del orden cultural patriarcal, sino una creadora de otro orden sociocultural, un orden con cualidades, digo yo, feministas. Porque deja en libertad a la mirada pensante, la deja en situación de reflexionar sin límite sobre la función del arte como imaginario inmediato de la liberación femenina de la humanidad. Porque el discurso liberador de nuestra pintora lleva su esfuerzo creador a la elaboración de las topografías sagradas, trascendentes, terrenos fértiles para el ver que goza con la mirada que tiene la capacidad de pensar, repensar, desfigurar y refigurar la situación donde el golpe esquizoide patriarcal ha dejado de tener valor y sentido.
Obra paradigmática, que los museos han olvidado y que debemos conocer y ver.