La Jornada jueves 21 de enero de 1999

Jean Meyer
¿Simonía? Poco faltó

``Simonía'' viene del nombre de Simón El Mago, quien quiso comprar a San Pablo el don de hacer milagros. Viendo Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se comunicaba el Espíritu Santo, les ofreció dinero diciendo: ``Dadme también a mí ese poder de imponer las manos de modo que se reciba el Espíritu Santo. Díjole Pedro: ``Sea ése tu dinero para perdición tuya, pues has creído que con dinero podía comprarse el don de Dios'' (Hechos, 8: 9-24).

En la Edad Media se empezó a usar esa palabra para designar cualquier tráfico de cosas santas y, en especial, la venta de bienes espirituales como los sacramentos, pero también la compra o la venta deliberada de objetos temporales ligados a los espirituales como las prebendas y beneficios eclesiásticos (Diccionario de la Real Academia).

El arzobispo de México y cardenal Norberto Rivera dice que la Iglesia corre riesgos en su apertura a los medios de comunicación, pero que más vale correrlos si se quiere que el mensaje eclesiástico o evangélico llegue a su destino. ``Creo que es necesario para que Cristo esté presente en los medios, para que el Evangelio se haga presente a través de esos medios maravillosos. Sé que hay riesgos. Al periodista de Reforma (13 de enero, pág. 7A) que le comenta: ``Usted participó en un video que presentó Sabritas'', contesta: ``Simplemente en ese anuncio agradezco a todos los que están colaborando, empresas y particulares, para la visita del Papa. No hay ningún vínculo con ninguna empresa''.

Está bien agradecer, está bien reconocer la importancia de los medios de comunicación; señalar que hay riesgos podría ser una prueba de lucidez. Es cierto que la comercialización innegable de la visita del Papa (basta ver la guerra entre las televisoras con sus secuencias anunciando milagros hechos por Juan Pablo II) obedece a un problema de la cultura universal: el subcomandante Marcos lo sabe muy bien y supo usar de maravilla esos ``medios maravillosos''. Pero, como me lo hizo notar Gabriel Zaid, Marcos se aprendió bien la lección de MacLuhan, a saber: muchas veces el medio es el mensaje. Por lo mismo, Marcos no aceptó filmar un anuncio comercial de Benetton. De haber leído a Marshall MacLuhan, Norberto Rivera no hubiera filmado el comercial de Sabritas.

¿Qué gana con eso? ¿Más público, más audiencia para el Papa? Wojtyla, como le llaman los que no lo quieren, no necesita publicidad. En 1979. cuando Carlos Monsiváis concluyó que el éxito de su viaje a México demostraba la capacidad de Televisa para mover las multitudes, por una vez se equivocó: casi a la misma fecha el papa Wojtyla visitó su Polonia natal, gobernada por los comunistas. La televisión y la radio estatales --no había otras-- ni mencionaban el hecho; sin embargo, toda Polonia salió a recibir al hombre que decía: ``No tengan miedo''. El Papa no necesita nada. ¿Entonces?

Estamos en presencia de un negocio montado por las empresas --están en su papel-- y por unos católicos, laicos o eclesiásticos, millonarios de Cristo o no. Ellos, a diferencia de los empresarios, como cristianos están equivocados y no están lejos de seguir el ejemplo de Simón El Mago. Parece que la idea inicial fue de ellos, no de los empresarios. Esa idea ``maravillosa'' sigue el modelo de los telepredicadores estadunidenses y de su pionero Billy Graham. Podría tener como resultado, entre otros, el pisoteo por la multitud de miles de imágenes grasosas de la Virgen de Guadalupe, imágenes incluidas en las bolsas de papas fritas. Eso no tiene nada que ver con el mensaje papal que corre sin contradicción desde su primera hasta su última encíclica con su condena al materialismo, al consumismo y a la mercantilización universal.

Usar la técnica de los medios masivos de comunicación está bien. El problema es cómo hacerlo. Hoy día el aparato eclesiástico de la Iglesia católica en México no sabe cómo hacerlo. Muy posiblemente eso refleje una falta de cultura. En su afán de no perder el avión de la modernidad, esos hombres siguen la corriente cuando Juan Pablo II no deja de enseñar que hay que ir a contra ella. La Iglesia mexicana se deja arrastrar; ante una modernidad nada cristiana no sabe ser contracultural, no sabe proponer otra cultura. Norberto Rivera habla de riesgos y aceptó correrlos. El resultado de su apuesta es contraproducente, ya que el medio mercantil, con su propio mensaje, ridiculiza y degrada la imagen que publicita: el Papa, la Virgen, la Iglesia. A los creyentes les queda siempre el consuelo de repetir las palabras del padre Chinchachoma: ``Hay que entender que nuestra madre es una p..., pero es nuestra madre''.