La Ley de Herodes

Fernando Figueroa Ť Ayer llegó a México Juan Pablo II, el Papa polaco que lleva sobre sus encorvados hombros el peso de dos décadas de pontificado. En este espacio queremos referirnos a otro ser de esa misma nacionalidad, quien desde hace más de medio siglo vive entre nosotros. Se trata de Malkah Rabell, de edad similar a la de Karol Wojtyla, quien sigue siendo un faro en medio de la oscuridad que produce la ignorancia. Novelista --En el umbral de los ghettos (1945), Tormenta sobre el Plata (1957)-- y crítica teatral de altos vuelos, Malkah lucha actualmente contra la enfermedad y el olvido. COLUMNISTA DURANTE VARIAS décadas en El Día y durante varios años en El Nacional, Rabell es referencia obligada entre dramaturgos, actores y gente del ámbito teatral de México. La recordamos en el segundo de esos periódicos arribando en taxi para entregar su colaboración semanal, con sus tres cuartos de siglo a cuestas, con su humor inteligente, su sabiduría, su sentido común y su digna soledad. Hoy están a su lado dos ángeles que la cuidan y tiene amigos que deberíamos visitarla más seguido; sus familiares aún se preocupan por ella, especialmente su hermana Fanny, la pintora. DENTRO DE LA colección Periodismo Cultural, Conaculta editó recientemente el volumen Voces en el tiempo, en el que se incluyen ensayos de Malkah acerca de la obra de dramaturgos y escritores tanto mexicanos como extranjeros. Con imaginación, precisión y concisión como armas fundamentales, Rabell escribe acerca de Rodolfo Usigli, Ibsen, Salvador Novo, Jack London, Nabokov, Maurois, Racine, Malraux, Sartre, Agustín Yáñez, Camus y Revueltas, entre muchos otros. En el texto que le dedica al autor de El apando, Malkah recuerda que fueron amigos íntimos; ella lo define como el Dostoyevski mexicano y él decía que Malkah Rabell era no sólo la mejor crítica de teatro en nuestro país, sino "la mejor crítica de todo". Modesta, Malkah cree que Revueltas exgeraba, motivado por el gran cariño que los unía. EN EL LIBRO Voces en el tiempo hay un apartado que se titula Holocausto; ahí la autora se refiere a varios textos de la literatura universal relacionados con el exterminio de millones de judíos por parte de la Alemania nazi. Ese es un tema que a ella le cala muy hondo porque sus progenitores sufrieron la infamia de la persecución. En su departamento de la calle Celaya, Malkah se esfuerza por olvidar ese terrible pasado y sólo recordar amorosamente a sus padres, actores itinerantes que le inculcaron el amor por el teatro. Vayan pues estas líneas hasta la casa de una mujer excepcional a la que tantos mexicanos le debemos tanto. SEA BIENVENIDO EL Papa polaco --testigo del antisemitismo durante su juventud-- y sea reconocida Malkah, quien está cotidianamente al alcance de nuestro corazón. En el texto que Rabell escribe para recordar al autor de Los muros de agua, dice: "Los jóvenes te amaron como a un gurú. Quizá te amaron menos por tus prédicas políticas como por tu figura romántica. Te amaron porque vieron en ti al ser humano. Más que escritor fuiste un hombre, y ser hombre de verdad es lo más difícil". Más adelante, Malkah Rabell añade: "Querido, querido, querido Revueltas, cómo te envidio. Tú ya estás fuera de todo. A mí todavía me esperan tiempos duros, más duros cada vez, en tanto las fuerzas flaquean física y moralmente. Querido Revueltas, no te digo adiós, espero que sea hasta pronto, hasta muy pronto". DESDE ESTAS PAGINAS le suplicamos a Malkita que todavía no se vaya, que no nos deje solos; y que, contrariamente a lo que ella piensa, ya es muy abundante la cosecha de lo que sembró.