Exponerse, no exhibirse


Lumbrera, un año después del tiempo

Leonardo Páez n Así se titula el homenaje-exposición de 30 telas taurinas a Jaime Avilés y Ortiz, Lumbrera, inaugurado el jueves en la planta alta del restaurante El Tío Luis, en Cuautla y Montes de Oca, colonia Condesa. Heredero de la mejor tradición renacentista --arte, literatura, ejercicio gozoso de los sentidos--, el espíritu de "tan querido compañero y rotundo señor" deambuló desenfadado y polémico a lo largo y ancho del salón, molestando a exquisitos, contrariando a dogmáticos, humedeciendo dulces ojos y obligando a chocar las copas más de lo que la siniestra sensatez aconseja.

Un centenar de amigos, parientes y conocidos descubrió o confirmó esa otra vertiente inconfesada de la rica creatividad de Jaime: la pintura taurina al óleo de la que fue no su afición, sino su gran pasión, vivida-padecida con un compromiso que ya quisieran para un domingo los toreritos que hoy se autonombran figuras.

Y muchos que ya teníamos servilletas u hojas de cuaderno con aquellos apuntes lúdicos que Lumbrera en un santiamén improvisaba en la mesa donde estuviera, ahora podemos adquirir uno de sus cuadros, luminosos, intensos, encabronados, porque este humanista metido a abogado también supo elevar su intermitente indignación a la altura del arte.

Por más que alfagos descerebrados hace más de ocho años se empeñen en reducir el espectáculo taurino de México a su mínima expresión, la sensibilidad iracunda de Jaime recogió instantes de luz que mitigaron un poco la ilimitada inepcia de promotores y protagonistas. Su Soldado, su Ciclón y su Berrendito, así como Martínez, El Pana o El Glison, quedaron en su retina y luego en sus telas, con un cromatismo arrebatado, en redondeles como horizontes y tendidos como atardeceres.

No, no fueron los chicos de la prensa taurina, a los que Lumbrera, desde 1992, exhibía en toda su abyección en aquella filosa y desternillante columna Crónica de crónicos o A qué plaza fui, pero asistieron los cabales, aquellos que lo conocieron-valoraron-padecieron-estimaron- en más de medio siglo de fundirse con la sanguinolenta función.

José Cueli, Gonzalo Rivero El Chino --torilero de la México hace 51 años--, Pancho Liguori, Facundo Arroyo --el único juez mexicano que ha metido al bote a una figura española por pasarse de lista--, Pedrito Yllana --su incansable "socio" del Tío Luis--, Benjamín Sánchez de Tagle, Miguel Luna Parra, Luis Ruiz Quiroz, Guillermo H. Cantú, Luis Ramón Carazo --"sé interlocutor, no patiño", clarito le susurró Lumbrera-- y otros, y enmedio los hermosos ojos de sus Cármenes y las palabras emocionadas y comprometedoras de Jaime, y el lente sensible de Carlos y la generosidad desbordada de Susana, sus hijos, y "la única causa de su tierna locura", sus nietos Juncia, Nicolás, Julio y Jerónimo, y harto trago y botanas.

šCarajo!, Jaime, šcuánta vida, belleza, amor, coraje, talento y amistad sembraste! Nos acompañas siempre.