El gusto por el Nano, en los genes


En el público, Esos locos bajitos

Jorge Caballero n El jueves pasado se podía ver desde el pie de las primeras escalinatas del Auditorio Nacional a la gran variedad de público que convocó para su concierto el cantautor español Joan Manuel Serrat: hombres maduros con paso quedo conduciendo del brazo a sus mujeres a la localidad alquilada; cuarentones con sus gordas increíbles e hijos ten and years; treintañeros acompañados con sus mujeres informalmente vestidas de mezclilla y chamarra, y sus locos bajitos menores de diez años; parejas de novios en edad productiva de buena figura, trajeados ellos y de coordinados ellas; grupos de ocho, seis, cuatro o tres veinteañeros con evidente Coyoacán way of life; familias enteras con tres, dos o un hijo; y más parejas, muchas parejas. Y es que el gusto por Serrat se trae en la información cromosomática.

Pocos cantantes logran tener un público tan diverso. "Escucho a Serrat de toda la vida, mis padres lo escuchaban y por eso vine", dice Belén, joven de 25 años. "Mis padres me confesaron que me concibieron escuchando a Serrat", confiesa Edgar, contador de 30 años. "Yo vine sola porque a nadie de mis amigos les agrada Serrat", dice Irma Garza, estudiante de preparatoria. "Me traje a mis hijos porque les gustan las canciones de Serrat, su preferida es Esos locos bajitos", dice Miguel Saavedra, que fue al concierto con sus dos hijos de 10 y 8 años. "Cada vez que se presenta vengo; esta ha de ser como la veinteava vez. Siempre he venido con mi esposa", informa José Quintero, 46 años, gerente de una concesionaria de coches alemanes

Cuánta razón tuvo aquel que canta: "cuando (el Nano) gana en Barça creen que hay Dios y es Azulgrana". Pues sí, y se llama Serrat.