Mujeres Universitarias: presencia masiva, discriminación persistente

María Esther Ibarra

No necesitan pensar en disfrazarse de hombre como -según cuenta la historia- deseó hacerlo Sor Juana Inés de la Cruz para realizar estudios superiores, prohibidos entonces para las mujeres. Tampoco tienen que continuar estudiando en un convento o refugiarse en él como único destino si no logran casarse.
Aunque tuvieron que esperar algunos siglos para que -en 1910, con la inauguración de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)- se les abrieran las puertas de la educación superior y traspasar así las llamadas escuelas amigas, que en la época de la colonia les brindaban a las más inteligentes el privilegio de más o menos aprender a leer y escribir, hoy en día las mujeres participan en todas las áreas de estudio en proporción significativa e incluso ya no se inclinan tanto por las llamadas carreras tradicionales o feminizadas.
Como docentes e investigadoras, han sido distinguidas con premios nacionales e internacionales o grados eméritos. Y, aunque en menor proporción, en las universidades están ya en puestos de toma de decisiones: en direcciones de escuelas, facultades, institutos, rectoras de unidad y hasta en órganos de gobierno o cargos del llamado staff.
En la UNAM, la población femenina en licenciatura y posgrado es de 95,419 mujeres y la académica de 11,392 (38%) de un total de 29,979. El sindicato de trabajadores (STUNAM) registra a 11,736 trabajadoras, el 48% de los empleados de base. La Agenda Estadística no desglosa el género -en el caso del personal académico- como tampoco lo hacen los anuarios de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones Públicas. En la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), ni el sindicato, que agrupa al personal académico y administrativo, ni Comunicación Social cuentan con una agenda de este tipo.

Más allá de las cifras: avances escuálidos
Sin embargo, y a pesar de la cifras, investigadoras de ambas casas de estudio dedicadas a la academia y estudiosas de la problemática de las mujeres en las universidades, consideran que el balance es «desfavorable» y los cambios «incipientes», ya que de manera sutil, velada o abiertamente, a las mujeres universitarias se les sigue haciendo sentir «que el mundo profesional es terreno de hombres».
Por ejemplo: «En la UNAM, por lo menos, a las mujeres que se titulan ya les ponen licenciada, maestra o doctora. En la Metropolitana no, los títulos, grados y cargos se expiden y/o se nombran en masculino. Pareciera ser una minucia, sin embargo además de ser una aberración, implica desconocer que hay dos géneros y no uno», dice Eli Bartra, coordinadora de la Maestría de Estudios de la Mujer, de la UAM Xochimilco. «Hemos solicitado que en la legislación se agregue simplemente la letra a y un guión, pero no lo han hecho».
El desarrollo intelectual, profesional y creador para el género femenino sigue siendo más difícil que para el masculino. Ser madre y profesionista le sigue planteando a las mujeres una contradicción difícil de resolver. No sólo se ha avanzado poco en la corresponsabilidad hombre-mujer en la crianza de los hijos en general, sino que tampoco en las universidades se considera la etapa reproductiva de la trabajadora. Ante las demandas de la familia y el trabajo las madres no pueden dedicar la misma energía a su profesión que los padres, ante lo cual nos dice el actuario de la Facultad de Ciencias, Juan Manuel Contreras Urbina, en su tesis «Análisis Sociodemográfico de la Mujer Profesionista», ellas «quedan atrapadas en puestos intermedios sin poder obtener una mejor posición laboral».
Norma Blázquez, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias y Humanidades (UNAM) menciona que -por estas razones- «para acceder a programas como el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), becas y estímulos económicos por productividad o desempeño, muchas veces quedan rezagadas frente a sus compañeros varones».
Blázquez, especialista en Fisología y Biofísica, recuerda que hace tres años tuvieron que exigir se aumentara de 35 a 40 años la edad para poder ingresar al SNI. Hasta hace poco, también, las becas privilegiaban a los varones casados y con hijos, a los que se les asignaba un monto mayor que a una mujer en la misma situación. En los comités de evaluación del SNI, únicamente un 2 por ciento son mujeres
Julieta Fierro, del Instituto de Astronomía, plantea la necesidad de modificar las leyes mexicanas, a fin de cambiar substancialmente la situación de las mujeres. "Todo está hecho para los varones", expresa Lorenia Parada, del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG), partidaria de establecer, incluso, horarios de trabajo diferenciados para el sexo femenino. Ambas consideran que la mujer -sea madre o no- ha tenido que ajustarse a los ritmos laborales de los hombres.
Bartra y Fierro admiten su condición privilegiada frente a otras de sus congéneres. "Las académicas estamos en condiciones más favorables, no sólo por nuestro trabajo, sino porque podemos relativamente pagar por el servicio de cuidado de los/las hijos/as, pero, las trabajadoras administrativas, tienen mayores problemas pues ganan menos".
Un paliativo resultan, para las poco más de 11 mil administrativas, de la UNAM los 3 Centros de Desarrollo Infantil (CENDI) y un jardín de niños. En los primeros, la lista de espera, en cada uno de ellos, llega al año a las 700 solicitudes. El cupo lo dice todo: en uno 150; en otro 380 y en el tercero 360. En el centro de preescolar o kinder se atienden 480 infantes.
Carmen Montalvo, secretaria de la Comisión de Cendis del STUNAM, informa que quienes no logran un lugar para sus hijos -aquí sí se incluye a los padres solteros, viudos, "abandonados" o con la patria potestad- se les otorgan 266 pesos mensuales; los cuales en nada resuelven el problema. "Una guardería privada cobra, en promedio, 500 pesos mensuales y en las del ISSSTE de entrada se paga cuota y material -pañales, sobre todo- y diversos servicios". Además, enjuicia, en algunas dependencias, las llamadas "madres cendis" son estigmatizadas por los jefes o las amagan con ser despedidas por faltar a laborar cuando sus hijos se enferman.
No obstante, Blázquez afirma que en la encuesta que aplica actualmente a alumnas de posgrado, un número importante desea formar un hogar y tener hijos, y no limitarse exclusivamente al ejercicio profesional.

¿Y las alumnas, cómo lo viven?
Con todo, las alumnas parecen las más vulnerables. Ni en la UNAM ni en la UAM hay estudios sobre las condiciones en las cuáles se desenvuelven las estudiantas. Sin embargo, Eli Bartra comenta que es «frecuente el acoso sexual de los profesores hacia las alumnas». Lorenia Parada menciona: «sabemos que las mujeres que ingresan a carreras típicamente masculinas, desertan por ambientes hostiles y de discriminación. En la Universidad, suponemos que si entran cinco mujeres donde hay 50 hombres, se puede dar la discriminación, sobre todo si ellos sienten una invasión de su espacio".
La Facultad de Ingeniería de la UNAM -donde sólo el 13% son mujeres- tiene tradición en la materia. Un viejo chiste aún está en boga: «En la Universidad hay tres clases de mujeres: las bonitas, las feas y las de la facultad de Ingeniería». Juego, simple costumbre o lo que sea, pero la escena machista prevalece: Mujer que osa cruzar por el patio central del Anexo del plantel, es blanco de una rechifla y toda clase de piropos, algunos obscenos.
Violeta Hernández, estudiante del décimo semestre de la carrera de ingeniería industrial, comenta: «Al ingresar la situación fue terrible, te sientes tensa por tantos hombres que te miran de manera morbosa o grosera. En lo académico, aquí todo te cuesta trabajo. Ahora ya hay más mujeres, principalmente en computación, y la situación es diferente. Eso sí, jamás volví a usar minifalda».
Presentes en la plática, los integrantes de la Sociedad de Alumnos de Ingeniería Petrolera -todos hombres- aseguran que «no hay discriminación, pero algunas carreras como la nuestra o minería, exigen prácticas duras en plataformas o en minas, y a veces desertan». Sin embargo, a pesar de esta precepción no dicriminatoria nos cuentan que el profesor de la materia Estática, Cinemática y Dinámica, Juan Ocariz, «que es excelente, de los mejores, pero siempre se salta a una mujer al momento de las intervenciones u opiniones del grupo». Otros, manifiestan, las subestiman o les exigen más con argumentos como: si quieres estar en Ingeniería, te va costar.

¿Profesiones feminizadas?.
El tema resulta polémico. Para unas, los cambios son leves, para otras importantes. Lorenia Parada asegura que todavía hay una tendencia de las mujeres hacia las carreras «femeninas». Las causas -agrega- son múltiples: influencia familiar, la historia, la cultura y cómo se educa a las niñas, como también que algunas se sienten más seguras en las carreras con mayor población femenina. Empero, no descarta como hipótesis, que también responda a las políticas educativas de distribución de la matrícula.
La carrera de enfermería, es una donde más se conjugan esos factores. Maribel Ríos, autora de un estudio sobre las estudiantes de esa disciplina, agrega que algunos de los requisitos para ingresar, determinan el alto porcentaje de mujeres. «Se pide, por ejemplo, que sean dóciles, con vocación para servir y limpieza. Por desgracias, desde la escuela, se refuerza la visión de muchas familias para que sus hijas estudien carreras que son parte de la extensión del hogar».
Blázquez nos dice: «Cierto que en la comunidad científica del país (las cifras oscilan entre los 6 mil y 10 integrantes), el 30 por ciento somos mujeres, pero en los últimos años se ha incrementado la matrícula femenina en carreras como astronomía, biología y casi la totalidad de las ciencias de la salud. En algunas es mayor la proporción femenina que masculina, y cada vez hay más interés de las estudiantes hacia las carreras científicas».
En las universidades de todo el país, entre las diez carreras más pobladas, las mujeres superan a los hombres en las siguientes: Contaduría (88,354 alumnas frente a 69,024 alumnos); Administración de Empresas(70,335 y 60,090); Psicología (24 126 y 7 131). En otras, casi los han igualado: Derecho (72, 585 y 82,747); Medicina (28,403 y 29,364) e Informática 24, 815 y 26,362).

El poder en las universidades.
Dos puntos de vista contrastantes: «Las mujeres no llegamos al poder porque no queremos, pues nos interesa en menor medida que a los hombres», opina Eli Bartra; en tanto Julieta Fierro, del Instituto de Astronomía, la rebate: «Esa es una idea que habría de desterrar, porque por supuesto que nos interesa y lo queremos».
En el poder universitario, siguen siendo minoría: En la UNAM, de los 107 cargos académico-administrativos más importantes, apenas 30 son ocupados mujeres y, en la Junta de Gobierno -máximo órgano de autoridad de la máxima casa de estudios- son sólo tres de sus 15 integrantes. En la UAM, ante la falta de información, sólo podemos mencionar a las dos rectoras que ha tenido la unidad Azcapotzalco (Silvia Ortega y Mónica de la Garza) y la actual rectora de Xochimilco (Patricia Aceves).
También ha habido dos abogadas generales, representantes legales de la universidad. "Por supuesto que hay mujeres muy capaces y muy destacadas, quizá el peso de la historia y la tradición, han influido para no tener una rectora en la UNAM", externa su ex abogada general María del Refugio González, quien alguna vez se negó a que en su cargo se la nombre en masculino.
La presencia del alumnado femenino en los órganos de decisión, también es minoritaria. En el Consejo Universitario, por ejemplo, la relación es de 20 mujeres y 34 hombres.