Carlos Martínez García
Etica láctea

En las denuncias y críticas de las formas en que algunos asambleístas del PRD han estado repartiendo un producto lácteo, hay de todo, desde los señalamientos farisaicos de expertos priístas en eso de luchar políticamente con la distribución de bienes y enseres, hasta los análisis que muestran preocupación por la persistencia del clientelismo que se disfraza de preocupación por la pobreza de la gente.

El asunto de la célebre pseudo leche Betty ya lo conocía porque vivo en uno de los distritos electorales, el 30, donde con mucho vigor se ha estado distribuyendo el líquido. Por lo menos en la jurisdicción donde el asambleísta es Miguel Bortolini, a mí me consta que el producto ha llegado a las personas por modos y vías muy cuestionables. Es de criticar sin medias tintas el hecho de que el nombre del benefactor vaya impreso en las bolsas que contienen la materia acuosa y blanquecina. Si los promotores de Betty buscaban hacer llegar a las familias algo parecido a la leche, dada su preocupación por la falta de la misma en las mesas de una gran parte de los capitalinos, ¿no podrían haberlo hecho sin la ofensiva triquiñuela de que sus nombres y cargos aparecieran impresos en los envases de polietileno? ¿Acaso ellos mismos no habrían protestado si algunos representantes de otros partidos hubieran incurrido en una acción semejante? Estamos lejos de que la democracia como cultura eche raíces entre nosotros, cuando siguen cometiéndose actos que creíamos patentados por el autoritarismo priísta.

Se hacen un flaco favor los asambleístas distribuidores de Betty, cuando tratan de reducir los señalamientos en su contra a simples sabotajes de enemigos del gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas. Fue grotesca la postura de Martí Batres en la conferencia de prensa al tratar de evadir su responsabilidad en el affaire lácteo, diciendo que era necesario recordar el asunto de la leche contaminada que distribuyó Conasupo el sexenio pasado. Incurrió en la conocida maniobra de comparar sus errores con los más grandes cometidos por otros. Al hacerlo, estaba aceptando que él y sus compañeros sí cayeron en prácticas cuestionables, pero que su magnitud no era tan voluminosa como la de funcionarios identificados con los gobiernos del PRI. Tampoco queda exonerado al recordarnos los millones de pobres que ha producido la política económica aplicada al país por el Partido Revolucionario Institucional. Eso ya lo sabemos, por lo mismo, los ciudadanos le están cobrando en las urnas al régimen sus obstinados programas que han acrecentado la miseria en el país.

El asunto del producto lácteo Betty debe ser analizado con toda responsabilidad en las instancia propias del PRD. Si hay que reconocer ante la opinión pública que algunos miembros del partido actuaron indebidamente, promocionándose a costa de la necesidad de la gente, pues se debe hacer sin reparar en los costos de pérdida de credibilidad por admitir haber incurrido en prácticas clientelares. Para quienes tenemos en términos políticos el corazón a la izquierda, y pensamos que la transformación democrática debe irradiar a todos los órdenes de la vida social, acciones ventajosas como las perpetradas por el grupo de asambleístas debieran llevarnos a criticar sin ningún miramiento los excesos cometidos. Hay que dejar de lado la nociva idea de que es mejor guardar silencio, antes que darle argumentos al enemigo ejerciendo la crítica en las propias filas. Basta ya de chantajes de quienes buscan resbalarse las acusaciones tildando a los que las emiten de traidores a las causas justas. No, las verdaderas fuerzas democráticas son las que en su propio reproducen la cultura igualitaria y crítica por la que luchan afuera.

No es un asunto menor el hacer creer a los compradores de Betty que están adquiriendo leche, cuando en realidad el producto es una mezcla de cuestionable calidad. Con todo lo fundamental que es dilucidar la composición química del líquido, y sus consecuencias para las personas que lo consuman, me parece que es un error tratar de llevar el debate al terreno de cuál de los dictámenes (el presentado por los asambleístas del PRD o el de la Profeco) es el más certero. La cuestión, me parece, es que en la distribución de Betty abundó algo parecido a la leche pero faltó ética por parte de los perredistas involucrados. A cada acción que efectúan en su propia defensa, los representantes asociados en el reparto de la materia con apariencia lechosa le añaden más y más mentiras con el afán de encubrir el escándalo. Incluso han llegado al extremo de usar el prestigio de La Jornada para presentar un desplegado que ellos pagaron en nuestro diario como si fuera una nota producto de la investigación de reporteros del periódico. El asunto está más antihigiénico que las instalaciones donde se elabora Betty.