La Jornada lunes 8 de febrero de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

Félix Salgado Macedonio ha ganado la gubernatura de Guerrero.

La ha ganado contra el aparato gubernamental desplegado por Angel Aguirre Rivero, contra la peligrosa y poderosa red caciquil dirigida por Rubén Figueroa Alcocer, contra las dudas y reticencias de buena parte de la clase política perredista nacional y estatal que consideraba más viable un candidato menos entrón y definido, y acaso también ha ganado Félix contra la parte más ríspida e intransigente de sí mismo.

Que haya ganado la gubernatura no quiere decir necesariamente que así lo vayan a reconocer las dolidas autoridades estatales o federales o, cuando menos, no que ese reconocimiento se vaya a dar de manera inmediata e indolora. A la hora de escribir estas líneas, todavía se vivía el vaivén de cifras en las que, por una parte, parecía ganar por unos cuantos puntos el citado Salgado Macedonio, y por otra, su adversario priísta, René Juárez.

Pero en cierto sentido, el jaloneo por los pocos puntos porcentuales de diferencia es poco sustancial. Digan lo que digan las cifras, establezcan lo que establezcan los resultados preliminares, lo cierto es que a los ojos del país entero ha quedado Salgado Macedonio como el triunfador por una razón sencilla: porque sus votos han sido conseguidos con base en genuina expresión de voluntad ciudadana y no, como en el caso de su adversario, mediante la presión, la corrupción, la amenaza o la compra directa del sufragio.

Félix Salgado Macedonio ha conseguido movilizar a una franja mayoritaria de los guerrerenses en su favor. No se trata de una movilización simbólica, heróica, abnegada como las otras que en el pasado organizó y protagonizó el propio senador. Ahora, el PRD ha documentado que más de una mitad del electorado está a su favor y eso, digan lo que digan, hagan lo que hagan sus adversarios, es simplemente irreversible.

Toro sin cerca

Con un resultado así, el PRD da un paso cualitativo importantísimo: lleva adelante, por primera vez, a un auténtico opositor de origen, comprometido desde siempre con las luchas populares, activista, gestor, movilizador, a quien muchos (entre ellos quien esto escribe) creyeron condenado a reducir las posibilidades de triunfo en Guerrero por el presunto pavor que franjas de clase media no perredistas, pero sí antipriístas, y sobre todo antifigueroístas, habrían de tener al votar por un candidato cuyo furor político y personal lo había llevado a estelarizar episodios heterodoxos diversos, ya en motocicletas, ya con costales de votos fraudulentos, ya en su comportamiento cotidiano que hizo a sus compañeros apodarlo descriptivamente como Toro sin cerca.

Este primer gobernador perredista ajeno a la militancia priísta, proveniente no de una escisión tricolor de última hora, sino de un aferrado activismo y una perruna defensa de espacios ganados en la lucha interna, tendrá frente a sí, ahora, una terrible cerca: Guerrero es, como lo ha dicho el diputado local Florencio Salazar, una entidad de altísimo interés para la seguridad nacional. En materia económica el turismo es punto básico, en materia social hay desde irritación grave hasta franca sublevación y en el terreno político sobrevive allí un caciquismo premoderno, atrabiliario y cruel.

Las batallas internas

Salgado Macedonio ha ganado lo que hoy tiene (una mayoría de votos, así lo reconozca o no la autoridad electoral; una mayoría de votos limpios, sin presión ni fraude, frente a los otros condenados por la simple historia reciente), a pulso propio. Al principio fue empujado por sus propios compañeros de partido, entre ellos autoridades del propio CEN, a dejar sus aspiraciones en manos de personas menos controvertidas como, por ejemplo, el doctor Jaime Castrejón Díez y el empresario Zeferino Torreblanca. Por más movimientos, maniobras y escarceos que se le organizaron, Félix se mantuvo inflexible en su pretensión de que una consulta interna decidiese la candidatura. Ganador que fue de esa consulta, se supuso que por su talante abierto y directo habría de alejar importantes segmentos de votantes.

Por el contrario, Salgado Macedonio impulsó la polarización como una forma de conseguir sin duda alguna la porción mayoritaria del electorado. No escatimó esfuerzos ni hizo concesiones a la falsificación o el engaño. Siguió siendo él mismo y así logró que, con todo el aparato gubernamental y caciquil en contra, se le anotara virtualmente la mitad de los votos que iban computados hasta anoche.

Félix ha ganado. Es posible que su triunfo le sea reconocido de inmediato, en un acto que sería histórico para Ernesto Zedillo. También es posible que en el libreto siga el jaloneo, el escamoteo y la búsqueda de una confrontación prolongada que lleve a una concertacesión en la que el PRD se mantenga en el poder pero con un personaje menos belicoso, menos inconfiable. También es probable que, previa movilización perredista, finalmente se acate el resultado favorable a Félix.

Pero, desde ahora, es un hecho que Salgado ha ganado: en votos, en imagen, en consolidación de una imagen victoriosa para la izquierda no vergonzante ni advenediza, en el fortalecimiento de una corriente democrática y popular en Guerrero.

Lo demás serán coletazos del dinosaurio Rubén.

Otro sistema lento o enmudecido

En Baja California Sur, una entidad de poco más de 400 mil habitantes, se dijo anoche que por cuestión de distancias no se tenían indicios de los resultados de la elección de gobernador.

Allá hay un duelo de estrategias electorales y de mutuas vigilancias. De un lado están los enviados del centro para tratar de sacar adelante al priísta Antonio Manríquez Guluarte. Del otro, la contrainteligencia perredista, con destacadas presencias zacatecanas, decidida a impedir mapachadas y, en todo caso, a documentarlas y probarlas sin duda.

La tardanza en adelantar resultados preliminares es un indicio poco favorable para los intereses del tricolor. Si hubiesen tenido anoche un mínimo de datos firmes para apuntalar una versión victoriosa, los hubiesen dado para tratar de madrugar informativamente. Por el contrario, el silencio y la tardanza hacen suponer intentos nocturnos, finales, por arreglar desperfectos.

Leonel Cota Montaño tiene de su lado la capacidad de movilización popular. Del otro, lo único posible es la movilización escenográfica, producto del acarreo.

La tardanza, y el silencio, favorecen al PRD en Baja California Sur.

Astillas: En Nayarit, el PRI dio muestras de una sensatez a la que no debe quitársele la vista. Doblando el brazo a quien fue necesario, aplicando todo el peso de las mañas para sacar la decisión adelante, el tricolor postuló como candidato a gobernador a un político de carrera local, bien visto por la población e inclusive por ciertos segmentos de la oposición: Lucas Vallarta, medio hermano del general Alvaro Vallarta que, por cierto, aparecía, junto con el alcalde de Tepic, Félix Torres, como uno de los aspirantes más mencionados en la cúpula tricolor local y nacional. El PRI enfrentará por primera vez una alianza opositora con presencia política y mucho dinero para hacer campaña. Esa alianza está encabezada por el hombre más rico de Nayarit, Antonio Chavarría, quien ya es candidato del PRD, del PT y virtualmente del PAN. Frente a esa circunstancia de peligro, el PRI desechó su idea original de elegir candidato mediante una consulta abierta que presuntamente acarrearía divisiones y, finalmente, logró una especie de consenso forzado en el que apareció Lucas Vallarta como el candidato más importante. Es inevitable pensar que don Lucas logró la candidatura priísta justamente por que su partido tiene enfrente una oposición altamente peligrosa. De otra manera, para el PRI hubiese sido fácil postular a cualquiera. Bueno, si hace seis años hizo candidato a Rigoberto Ochoa Zaragoza...

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