n La exposición, desde 12 de febrero en el Marco


En Monterrey, la primera muestra de la escultura de Noguchi en AL

Angélica Abelleyra n Considerado todavía "un gran desconocido para México y Latinoamérica", a pesar de su versatilidad y de su sitio preeminente en la escultura más significativa del siglo XX, Isamu Noguchi (1904-1988) estará presente en nuestro país con su obra reunida en la exposición Noguchi y la figura, que será no sólo la primera realizada en América Latina en torno a su trabajo, sino que además se convertirá en pionera por revelar de manera amplia el aspecto poco difundido de la figuración en un creador distinguido en la vena abstracta, que le otorgó reconocimiento mundial.

Con la curaduría de The Isamu Noguchi Foundation Inc., la muestra abarcará 60 años de trayectoria del artista estadunidense de origen japonés por medio de 49 esculturas en bronce, barro, piedra, madera, hierro forjado y hoja de metal, distribuidas en cinco salas del Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco), donde se inaugurará el 12 de febrero para permanecer hasta mayo, y luego montarse en el Museo Rufino Tamayo de la ciudad de México durante junio.

Bonnie Rychlak, curadora y museógrafa de la selección, y Bruce Altshuler, director de The Isamu Noguchi Garden Museum, desglosan en el catálogo respectivo algunas consideraciones en torno a quien trabajó en la ciudad de México un mural en cemento llamado History Mexico a principios de la década de los 30 (La Jornada, 31/I/99).

Hijo de madre estadunidense y padre japonés (el poeta Yone Noguchi), Isamu se debatió toda su vida entre dos herencias, preocupado siempre por ser aceptado en ambos medios, escribe Rychlak, también directora de la Colección de The Isamu Noguchi Foundation Inc. Ese conflicto interno definió en gran medida su camino del arte, un sendero en el cual se conjugó lo mejor de la tradición oriental y el modernismo occidental, aunque entre Japón y EU hubo rechazos y descalificación a su obra por el conflicto bélico entre ambas naciones que lo formaron.

No sólo la búsqueda de un lugar de pertenencia importó a Noguchi. Añade la curadora que a este productor versátil le interesó trabajar en múltiples estilos y medios; más allá, en experimentar con nuevos materiales. Aun en los últimos años de su vida (murió a los 84 años) se lanzaba a la aventura de explorar en piedras hasta que ųcomo él mismo decíaų "encontraba la esencia o el espíritu de la roca".

Desde muy joven, mostró una gran facilidad para modelar la figura. Esta habilidad lo arrojó a la arena pública del mundo del arte. A pesar de que evolucionaría como un escultor abstracto de renombre, Rychlak considera que la figura siempre seguiría siendo para él un tema importante. Pero la figura ųsubraya la especialistaų no sólo en su forma literal, sino de manera metafórica y kinestética.

En la exposición, todo el periodo que va de 1925 a 1984 devela una preocupación del japonés por el cuerpo humano. Y aunque fue siempre un modernista devoto, a lo largo de sus experimentaciones la figura es siempre un referente. Así también es clara su intención figurativa en sus diseños de paisaje.

Rychlak destaca que en las obras públicas Noguchi examinó la relación física de la figura con la tierra, investigando la experiencia visceral y la resonancia metafórica del cuerpo en el espacio.

Esta conexión entre la figura y la tierra refuerza la importancia que el escultor dio a la tierra como un medio para la escultura, expandiendo su concepto más allá del objeto estético que él llamó "la escultura de los espacios".

Como lo demostrará la exposición ųdestaca la museógrafaų, la involucración de Noguchi con la figura va más allá de la representación y la evocación para explorar el lugar del cuerpo en la experiencia personal y social.

Noguchi y la figura abre con esculturas explícitamente figurativas, incluyendo ejemplos de retratos por encargo y trabajos de orientación política de los años 30. Más adelante procede a examinar los elementos figurativos en la abstracción de Noguchi, desde esculturas biomorfas influenciadas por los surrealistas en Nueva York, hasta las últimas tallas en granito y basalto creadas en Japón.

Asimismo, descubre la enorme sensibilidad del ayudante de Brancusi hacia las diversas pieles que le otorgaron el bronce, el barro, la piedra, la madera, el hierro forjado y la hoja de metal para manejar la figura de manera realista, metafórica y con movimiento.

Además, la muestra incluye obras relacionadas con México, como una cabeza de José Clemente Orozco, modelada en Nueva York en 1931, y un retrato del diplomático estadunidense Kent Leavitt, hecha en México en 1936. Esta última fue confeccionada mientras Noguchi trabajaba en el mercado Abelardo Rodríguez en su mural sobre su versión histórica de México.

 

Aún más modernista

 

Situado por la curadora como un creador "aún más modernista que muchos de sus colegas", Noguchi realizó, además de sus esculturas, muebles y lámparas, trabajó en la arquitectura de paisaje, diseñó escenarios para la danza y teatro, parques, terrenos de juegos y plazas públicas.

"Aunque su monólogo sobre la relación de la naturaleza con el arte nunca fue totalmente resuelto, descansó en las nociones de las interacciones respetuosas con ella. Noguchi creía que el hombre podría tener control de su ambiente, y abarcó el proyecto modernista como un vehículo para los ideales utópicos del ser humano: vivir en armonía tanto con la naturaleza como con el mundo industrial".