Umbral

Cuando México alcance a sus pueblos indios, por primera vez en un buen rato podremos decir que no todo está perdido. Escucharlos será oír una abundancia en las palabras que no tiene que ver con un idioma determinado sino con un principio de verdad. La eventual reindianización no será para que todos los mexicanos sean indios, dios los agarre confesados, antes bien para que los indios también sean mexicanos, y ser mexicano sea, como sea, algo digno y admirable.

Porque la posibilidad existe, porque a los ojos de un mundo que busca respuestas con urgencia más perentoria que antes México parece crisol de cosas buenas, es que caen hacia acá tantas miradas y en puntos antes inimaginables de la geografía planetaria se suceden las indagaciones, solidaridades y gratitudes hacia los mexicanos: la parte que, sin exagerar, podríamos considerar el pueblo.

En una encrucijada histórica como la actual, de Estados y gobiernos patéticos, de pueblos y naciones enteras sometidos a la servidumbre, la guerra, la miseria y la expoliación extremas, las lecciones de humanidad, tolerancia y entendimiento mutuo son bienvenidas.

La estela de devastación económica que deja la globalización, con soberanías destruidas a fuerza de compraventa y vergüenza, y a cambio de impunidad, es sólo una cara más del genocidio.

Las lecciones de comunidad de los pueblos indios, su vocación humana de durar en la diferencia, su curiosidad de ser modernos sin dejar de ser ellos mismos, su decisión definitiva de alcanzar condiciones dignas de existencia, representan para la nación una oportunidad de cambio, además de saldar la famosa ``deuda histórica'' con cuya sola mención se llenan la boca quienes no son capaces de pagarla y nada más la empeoran: militarización, narco, falta de tierras. Los primeros en entrar a las cárceles son los indios. Y son los últimos en salir.

También los pueblos indígenas conforman sociedades imperfectas, y eso qué. Lo mismo todos. Su gracia consiste en que al luchar por sí mismos, luchan por todos. Son reales, no entelequia demagógica o mitificable. Pero como en los mitos que ellos tienen y de largo heredan, han viajado al inframundo, lo han habitado, y ahora vienen de regreso. Habría que bienvenirlos, escucharlos, preguntarse para allegarnos la mejor democracia posible ¿cómo podría abrirse México al mundo sin antes abrirse hacia sí mismo?

De lo que se trata es de juntarnos para ganar la partida y el autoritarismo sea el único que pierda. Como quien dice, la tenemos dura, pero también bonita. Aunque haya nubes en el horizonte y las malas intenciones (que los demonios denominan demonios) anden sueltas. Ahora falta que nos dejen a oscuras si logran privatizar la luz. Los pueblos indios tienen la razón en sus demandas. Quienes se comprometieron a cumplirles ahora se hacen. Todo esto y más lo sabrá el que oiga.


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