La Jornada lunes 15 de marzo de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

Cuatro asuntos trascendentes estaban anoche por definir rumbos. Dos de ellos son de la índole electoral interna del perredismo; otros dos se refieren a temas no partidistas (aunque en ellos participen con relevancia personajes identificados con el perredismo, y una parte de sus propias bases simpaticen con el partido del sol azteca) como son el universitario (con motivo de la pretensión de aumentar cuotas escolares en la UNAM) y el de la consulta nacional zapatista.

No es una disputa superficial

En el ámbito perredista se realizaron ayer los comicios para renovar los liderazgos nacional y del Distrito Federal.

En ambos casos se enfrentaban planillas, prácticas y proyectos bien diferenciados. Tan diferenciados, a veces, que ha habido quienes han temido que de los escarceos electorales internos pudiesen derivarse enfrentamientos graves, acaso escisiones que harían felices a quienes viven a la caza de tropiezos o intemperancias del perredismo, sobre todo con la vista puesta en las elecciones del 2000.

Entre otras cosas, los comicios internos del PRD han hecho emerger de nueva cuenta las añejas divergencias de los grupos que cohabitan en el partido del sol azteca desde su fundación y que siempre, en la antesala de los repartos de cuotas de poder o de formas de representación, asoman para pretender el exterminio de los adversarios y la imposición de los criterios particulares.

Ortega: del arte de negociar

En el terreno de la directiva nacional, los indicios disponibles desde antes de los comicios apuntaban a la victoria de Jesús Ortega Martínez, el aguascalentense que ha hecho de la negociación, la tolerancia y las alianzas su principal capital político.

Tan exitoso ha sido el estilo de Ortega Martínez que ha despertado suspicacias y versiones que consideran que Jesús cruza demasiadas veces la línea que separa el interés del perredismo del interés del gobierno.

Las franjas más radicales del partido del sol azteca atacaron duramente a Jesús en el curso de la campaña con esa versión, pero no hubo nunca un solo gesto o un solo movimiento de los guías morales del perredismo (es decir, Cuauhtémoc Cárdenas o Andrés Manuel López Obrador) que significase condena a las tareas que ha cumplido antes Ortega Martínez (o a los métodos) como secretario general del comité nacional perredista.

Los promotores de la candidatura de Jesús siempre dijeron que si algo oscuro o erróneo hubiese en la conducta de éste ya hubiese sido denunciado directa o indirectamente. Por el contrario, han asegurado esos mensajeros de Ortega que el proyecto cardenista del 2000 necesita justamente a un hombre negociador, conciliador, que abra las puertas a la amplia fuga de priístas que los analistas del sol azteca prevén y esperan, y que mantenga vías de comunicación con el gobierno y con entidades del poder real mexicano.

Amalia: inteligencia y alianzas

Frente a esa candidatura que en apariencia ha estado impulsada desde la cúpula del perredismo, se fue fortaleciendo la presencia de la senadora zacatecana Amalia García, reconocida por su inteligencia, su tesón y su permanente trabajo de construcción política.

Amalia hizo a un lado la pretensión de sus adversarios de presentarla como opuesta al proyecto presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas, por lo que tomó distancia de Porfirio Muñoz Ledo y se manifestó abiertamente en favor del jefe del gobierno capitalino.

Amalia ha sido, por lo demás, otra pieza permanente del armado de la fuerza perredista a partir de alianzas con priístas escindidos. Su mayor éxito es el dado en su propia tierra con Ricardo Monreal, a quien García cedió, junto con otros precandidatos, la posibilidad de jugar por la gubernatura.

Pero mientras esas dos candidaturas se disputaban el voto mayoritario, otros aspirantes fueron poniendo en la mesa de la discusión tanto la legalidad como la legitimidad políticas.

Validos de una interpretación estatutaria que impediría a partícipes en tres comités directivos nacionales postularse a un nuevo cargo como sería la presidencia, otros perredistas impugnaron sobre todo a Ortega y a García.

Tal postura pretende privilegiar los principios y la congruencia sobre el pragmatismo y la eficacia. De no atender sus postulados y sus normas, de seguir desdibujándose en aras de luchas electorales inmediatas, el PRD, aseguran, acabaría siendo la reedición del PRI.

El perredismo chilango

En el Distrito Federal el apasionamiento ha sido mayor. Frente a frente quedaron dos proyectos y dos estilos: el de Carlos Imaz y el de Dolores Padierna.

Es decir, uno abierto, diferente e incluyente, al que se presume apoyado desde las oficinas del Zócalo capitalino para acabar con los defectos que se atribuyen a la otra candidata, a la que se asocia con las prácticas clientelares y corporativas que, sin embargo, forman la base social importante del perredismo capitalino y que son una realidad política inevitable.

La tecnoburocracia de rectoría

Pero mientras los perredistas deciden rumbos y futuro, en la UNAM se agrava el enfrentamiento de los estudiantes con la actitud tecnoburocrática de la actual rectoría, que pretende aumentar las cuotas escolares con un criterio mercantil que traiciona el sentido social del centro de estudios universitarios más alcanzable por mexicanos de bajos ingresos económicos.

Atrincherados en una postura históricamente rechazada, los funcionarios de la UNAM pretenden hacer sesionar al consejo directivo universitario para avanzar en su proyecto de rediseño de la vida de ese centro de estudios. La parte más activa de los estudiantes se opone de manera terminante a tal pretensión y justamente hoy deberán fijarse posturas sobre el tema.

La consulta

De igual manera, los delegados zapatistas salidos de Chiapas han llegado a todo el país, en medio del acoso policiaco, el hostigamiento de autoridades y el desencanto que viven muchos mexicanos que creen que el asunto del sureste habrá de solucionarse hasta después de las elecciones del año 2000.

La consulta nacional zapatista tiene así el riesgo de que los tiempos políticos sean poco propicios para su realización y, por otro lado, sufre el agobio derivado de la campaña de deslegitimación que el gobierno federal ha desplegado en su contra, criticando el contenido de las preguntas a realizar y difundiendo la tesis de que tal consulta es inducida y amañada para producir resultados obvios e inevitables.

La intolerancia de este columnista

Don Amílcar Salazar ha enviado a esta columna un correo electrónico que con amabilidad advierte de los excesos cometidos en anterior entrega de este Astillero, en la que se criticaba a Vicente Fox.

Tiene razón don Amílcar al proponer más mesura, en quienes escribimos, a la hora de enjuiciar o criticar.

Dice el señor Salazar que él, como otros mexicanos, no se hace a la idea de ver a Vicente Fox como presidente, ``pero tampoco debiéramos negar la existencia y presencia del hombre de las botas; su trabajo en Guanajuato, ni menos olvidar que el panismo representa al menos a un tercio de la población''.

Recuerda el amable lector que con adjetivos como los usados aquí contra Fox (intolerante y fascistoide, entre otros), ``Roberto Blanco Moheno combatía en sus escritos a los rojetes y a los comunistoides''. También menciona que entre los defectos del gobernador guanajuatense y los del presidente Zedillo prefiere los del primero.

Otra opinión

Por su parte, Hilmar Noriega, contador público que trabaja en Grenville, Carolina del Sur, para la empresa Deloitte & Touche, y que estará allá hasta marzo del 2000, dice que la intolerancia de Fox está a la vista y es una advertencia clara de lo que esperaría a México si llega a presidente.

Pero el señor Noriega también descalifica a Cárdenas, pues estima que México necesita instituciones y no caudillos. Advirtiendo que votará por el PRD en el 2000, don Hilmar reflexiona sobre lo que sucedería con el país al dejar el PRI el poder, sobre todo por los cacicazgos y los indicios de narcopoder que hoy se conocen.

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