Masiosare, domingo 20 de junio de 1999


A cuatro años de Aguas Blancas


Los matados


Armando Bartra (*)


En estos días se cumplen cuatro años de la matanza de Aguas Blancas y tres de la aparición -en el acto conmemorativo- del Ejército Popular Revolucionario. Una ocasión para tener presente, sostiene el autor, que en Guerrero ``las matazones memorables son mojoneras que sirven para fijar tiempos históricos''. Un fecha para recordar que ``en Guerrero la violencia es una enfermedad crónica, degenerativa y mortal. No sólo la violencia política -represiva o emancipadora-, también la muerte a diestra y siniestra, la agresión suicida entre pares, la mordida del mezcal y del machete, la mala muerte. Una arraigada cultura de la sangre, tan inadmisible y obscena como el orden social que la alimenta''

Y esta es la cosa por la que esto está lleno de ánimas; un puro vagabundear de gente que murió sin perdón.

Pedro Páramo, Juan Rulfo

Demasiados guerrerenses mueren de pie. Demasiadas muertes airadas en un estado donde la muerte por punta, filo o bala es muerte natural. Si es verdad que los matados no descansan, Guerrero es una inmensa congregación de muertos insomnes.

A la mala muere el pobre y muere el rico, el magnate de ocho columnas y el anónimo labrador. Influencias y millones no salvaron al maderero Melchor Ortega de caer emboscado en la Costa Grande hace 25 años; su inmensa fortuna no impidió que en 1996 Melchor Perrusquía fuera torturado y asesinado por el rumbo de Tres Palos, cerca de Acapulco; el dinero y el poder no protegieron de las balas al ex gobernador José Francisco Ruiz Massieu. Pero la mala muerte se encarniza con los guerrerenses rasos. Y más si son insumisos y alebrestados.

En Guerrero quien alza la voz no llega a viejo; organizarse es dañino para la salud, y la de líder honesto es profesión de alto riesgo.

Los rebeldes mueren a manos del Ejército, de la policía o de los pistoleros. Los matan de frente o a traición, en montón o solos, en fulminantes emboscadas o lentas sesiones de tortura. Los afortunados mueren de un solo golpe y en combate.

En el sur, las matazones memorables son mojoneras que sirven para fijar tiempos históricos. Aquí, algunas recientes. Los 15 muertos de 1960 en Chilpancingo a manos de la tropa remiten a la caída del gobernador Caballero Aburto. Las siete víctimas mortales que causó el Ejército en Iguala en 1962 fechan el inicio de la radicalización política de la Asociación Cívica Guerrerense. Los siete cadáveres del 18 de mayo de 1965 en Atoyac, a resultas de una agresión de los judiciales, acompañan a Lucio Cabañas en su peregrinar por la sierra. La matanza de copreros del 20 de agosto de 1967 es una desmesurada carnicería que remite a sí misma y a la definitiva descomposición del gremio; esta ``fiesta de las balas'' guerrerense ocurrió en el local de la Unión Regional de Productores de Copra cuando pistoleros costeños como Constantino Hernández El Zanatón, los cuatro hermanos Gallardo, La Yegua, El Niño y El Animal asesinaron a más de 30, aunque algunos contaron 80 cuerpos. La batalla de Cruz Grande, a resultas del asalto policiaco al palacio municipal ocupado por simpatizantes del prd, deja cinco cadáveres y señala el fin de los cabildos populares de 1990. El cuatro de Aguas Blancas, cometido por la policía motorizada y la judicial el 28 de junio de 1995, con resultado de 17 campesinos muertos, preludia la caída del gobernador Rubén Figueroa Alcocer y el nacimiento, al año siguiente, del Ejército Popular Revolucionario. La ejecución de 11 personas, entre civiles y presuntos guerrilleros, en El Charco, el 7 de junio de 1998, es la masacre inaugural del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente. Y así, de matazón en matazón, marcha la historia guerrerense.

Aunque también hay masacres sin trascendencia política, se diría que domésticas, como la ejecución de dos familias el 5 de julio de 1995 en Las Garzas, municipio de Ajuchitlán, que sumó 12 cadáveres a la larga lista.

Y, bajo el campo de batalla, un interminable purgatorio de muertos políticos; ánimas insurrectas que penan su postergado afán.

En las plenarias de los insomnes activistas sociales muertos a la mala después de la Revolución, los matados hablan de sus cosas.

El vate, decidor y agrarista Valente de la Cruz, pasado por las armas en 1926, y su valedor Flores Reynada, que enfrentó el pelotón en 1934, sostienen que primero se siente el golpe de las balas y después el tronido de la pólvora. Salvo mejor opinión de los tres carnales Escudero, fusilados al unísono en 1923. Felipe y Francisco murieron a la primera y no atendieron a detalles. Juan, en cambio, es ducho en fusilamientos y aprovecha para contar, por enésima vez, el atentado de 1922 que lo dejó manco, paralítico y mudo, y el pelotón definitivo, un año después, al que sobrevivió unas horas.

-El chiste es que el tiro de gracia te entre en sedal. Ahí está el truco.

En otro corrillo de finados, el agrarista y diputado Feliciano Radilla conversa con los hermanos Vidales. Baldomero, caído en la Laguna de Coyuca en 1926 luchando por el Plan de Veladero, se pavonea por su muerte en combate. Su hermano Amadeo, en cambio, fue asesinado en 1932, en frío y a traición, igual que el diputado Radilla.

-A ti siquiera te dieron cuerda en tu tierra, Feliciano. No que a mí el cabresto de Asunción me pasó a perjudicar allá en la ciudad de México.

Y el mayor de los Vidales se enfrasca en los sabrosos detalles de la puñalada trapera.

-Me entró por el sexto espacio intercostal, a la derecha de la línea escapular. Fue por la espalda. Que si no...

Los Ramos, de Tecpan, celebran una reunión familiar. En la década de los 70 seis parientes murieron en cuatro diferentes atentados. El Ramos restante, Anacleto, les cuenta que salió por piernas de Guerrero, decidido a preservar la cepa.

-En tiempos de Alejandro Cervantes Delgado semblantié que la cosa estaría más calmada y me vine a Tierra Caliente a organizar campesinos. ¡No, hombre! Al rato también a mí me torcieron.

Como de costumbre, los finados Lucio y Genaro andan a la greña. Y no son discrepancias tácticas o de filiación política, sino que el de Costa Grande siempre presume su muerte en combate y el de Costa Chica no se perdona haber terminado en un pinche carreterazo.

Pero los más son muertos anónimos. Como los que tiraban al mar los helicópteros durante la guerra sucia de los 70; y se reúnen para buscarse en la lista de desaparecidos que hizo el Comité de Familiares. O los siete costeños que murieron con los huaraches puestos en 1959. Haber muerto de pie enorgullece a todos los matados políticos, pero es un decir; en cambio estos siete costeños murieron literalmente parados en una mazmorra de cuatro por cinco metros, donde los olvidaron por seis días con otros 43 detenidos.

Odio compartido a los zopilotes. ``Negros paragüas carroñeros'', dice Valente. Acaloradas discusiones sobre calibres, balas expansivas, trayectorias en sedal. Defensores del machete contra apologistas del cuchillo. Fraternidad de los que compartieron matazones y desolación de los que cayeron solos y en despoblado. El coraje de los sacrificados a traición. La sorpresa de los venadeados. El íntimo pudor de los muertos en tortura...

El Tabaco, líder cafetalero de El Ticuí y participante en el movimiento cívico de los 60, nunca habla de su muerte. Los soldados al mando del coronel Olvera le cortaron la lengua, le arrancaron los testículos y lo abrieron en canal.

Hay también muertos nuevos. Finados recientes como Gorgonio Flores Cortez, dirigente de la comunidad mixteca de Acalmani y fundador de la Unión Regional de Ejidos y Comunidades de la Costa Chica. Goño anda descalzo, como le gustaba hacerlo cuando recorría la sierra. Hasta que el 14 de octubre de 1992 le volaron la cabeza de un escopetazo.

Marcial Salvador Arriaga y Heriberto Moreno Romano llegaron hace poco tiempo al inframundo del liderazgo social y aún traen sangre en el pelo y tierra entre los dientes. Los dos maestros nahuas, asesinados el 3 de marzo de 1997 por el rumbo de Olinalá, consecuentan al músico guerrillero José Fernando Guadalupe Nicasio, mixteco de Ocote Amarillo ejecutado por el Ejército en Los Charcos el 7 de junio de 1998.

-Lo que siento no es el ``fierro'' que se avanzaron los sardos cuando me tuvieron muerto, sino mi trombón que se quedó en el pueblo...

Alejandro Martínez está formando un Comité de Defensa de los Finados. Y es que el 19 de noviembre de 1998, 18 erizados judiciales fueron a desenterrarlo al camposanto de San Andrés de la Cruz. Lo acusaban de ser un guerrillero baleado días antes, pero Alejandro demostró que su muerte había sido natural -lo que por su rumbo es sólo un decir- y a regañadientes lo dejaron volver a la tumba.

Isidoro Bahena Maldonado falleció con un pendiente y anda pidiendo cooperación. El 12 de marzo de 1998 el cafetalero de Las Polvaredas estaba contento; a sus 19 años iba a ser padre y por fin había juntado los dos mil pesos que necesitaba para casarse en forma con su compañera ``robada'' meses atrás. Pero, en la de malas, se topó con los sardos, quienes lo llenaron de balas porque su ropa se les hizo sospechosa. También se robaron el paliacate con los dos mil pesos. El padre del difunto reclamó el dinero para la viuda, que no tiene cómo valerse, y ahora también a él lo quieren venadear. Por eso Isidoro mejor anda juntando una feria con los otros finados.

-Es para el huerfanito- dice.

***

Los años de la posrevolución no han sido en Guerrero tiempos de paz. La lucha por libertad y justicia ha dejado una roja cauda de muerte. Quizá en otros lugares y otros momentos la violencia ha sido comadrona de la historia; por estos rumbos ha sido más bien la abortera de la democracia.

Y esto cala. Va remachando en los guerrerenses una cultura airada que exalta la violencia como forma de vida y de muerte; como suprema herramienta social. Si el cacique persigue, hiere y mata para conservar privilegios, los sobajados concluyen, en reciprocidad, que sólo con sangre podrán defenderse o liberarse. En este siglo al encono de la represión social y política ha seguido siempre el alzamiento guerrillero.

De ser consustancial a las relaciones verticales de opresión y resistencia, la violencia deviene también vínculo horizontal. En el sur la intolerancia religiosa es fanática y persecutoria, los conflictos entre pueblos vecinos hacen viudas y alimentan camposantos, en demasiadas comunidades se ``mata en caliente'' a los presuntos delincuentes, las rencillas familiares se dirimen a filo o bala, la traición -personal o política- se paga con la muerte, el honor se lava con sangre...

Vallecitos de Zaragoza, en el municipio costeño de José Azueta, podría ser emblema de la muerte gratuita. Ahí los Coria matan a sus vecinos y se tirotean entre sí por ``cuestiones''. Y las ``cuestiones'' no tienen que ver con dinero o poder -que escasean por esos rumbos-, ni tampoco con el afamado mezcal y la esquiva amapola, algo más abundantes. Son más bien asuntos de ``honor'', ``cosas de hombres'' a las que en Vallecitos se ingresa entre los ocho y los diez años, al adquirir la primera pistola.

Para dilucidar la absurda violencia doméstica y comunitaria, que en el sur deja un cotidiano reguero de sangre, sirve recordar que la cultura machista demanda de todo guerrerense varón que se muestre poderoso y dominante -que sea un chingón-, cuando en verdad los sureños rasos viven sobajados y oprimidos. De ahí que los amedrentados por la milicia, los bocabajeados por el cacique, los ninguneados por el acaparador, los impotentes y sumisos ante el sistema, se desquiten con la señora y los niños, se la saquen con el compadre, se crezcan en el pleito de cantina. En el sur los perdedores natos se la rifan por pendejadas.

En Guerrero la violencia es una enfermedad crónica, degenerativa y mortal.

No sólo la violencia política -represiva o emancipadora-, también la muerte a diestra y siniestra, la agresión suicida entre pares, la mordida del mezcal y del machete, la mala muerte. Una arraigada cultura de la sangre, tan inadmisible y obscena como el orden social que la alimenta.

(*) Texto leído por el autor en el Foro Ni perdón ni olvido, realizado en el Teatro del Pueblo el pasado 12 de junio.



Las huellas de
la otra guerrilla

1996

28 de junio. Una columna de hombres armados irrumpe en la conmemoración del primer aniversario de la matanza de Aguas Blancas. Se presentan como el Ejército Popular Revolucionario. Cuauhtémoc Cárdenas, presente en la ceremonia, califica la aparición como ``una grotesca pantomima''.

9 de julio. La Policía Judicial de Guerrero detiene a cuatro presuntos eperristas. El secretario de Gobernación, Emilio Chuayffet, dice que se trata de delincuentes, no de guerrilleros.

16 de julio. Enfrentamiento con el Ejército. En la carretera Tlapa-Chilpancingo, cerca de El Ahuejote, municipio de Tixtla, un convoy militar es atacado por eperristas. La balacera alcanza a un camión de mudanzas y muere el civil Gonzalo Pineda Morales, a quien se considera la primera víctima de los guerrilleros.

1o. de agosto. Ataque del epr contra un vehículo de la 18 Zona Naval Militar en El Guayabo, municipio de Tecpan, Guerrero. Un oficial herido.

7 de agosto. El epr ataca un campamento militar en Los Encinos, en el cerro del Guajolote. Oficialmente se reconoce la muerte del sargento Félix Patatán López, la primera víctima militar.

8 de agosto. Primera conferencia de prensa del epr. Cuatro comandantes dan a conocer el surgimiento del Partido Democrático Popular Revolucionario, su programa político y el Manifiesto de la Sierra Madre Oriental.

10 de agosto. Un convoy militar es emboscado en Zumpango del Río, Guerrero. Dos soldados resultan lesionados.

28 de agosto. Ataca el EPR en seis estados: Tabasco, Guanajuato, Guerrero, estado de México, Chiapas y Oaxaca. El resultado es de 15 muertos y 14 heridos.

29 de agosto. El subcomandante Marcos escribe al EPR: ``No queremos su apoyo. No lo necesitamos, no lo buscamos... Sigan ustedes su camino y déjennos seguir el nuestro. No nos salven ni nos rescaten''.

1o. de septiembre. En su informe de gobierno el presidente Ernesto Zedillo advierte que combatirá al EPR ``con toda la fuerza del Estado''.

3 de septiembre. En Tabasco se detiene a dos presuntos eperristas, los cuales resultan ser militantes del PRI.

16 de septiembre. Enfrentamiento entre eperristas y soldados en el vado de Aguas Blancas.

28 de octubre. Ataque a una unidad habitacional militar en el estado de México.

1997

7 de enero. Emilio Chuayffet, secretario de Gobernación, advierte que no habrá diálogo con el EPR ni con cualquier otro grupo terrorista.

28 de enero. El EPR afirma que Benigno Guzmán García, líder de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS), detenido la víspera en la capital del país, no forma parte de sus filas.

26 de febrero. El EPR demanda la creación de una comisión de la verdad que establezca si existe o no en México el estado de derecho.

12 de marzo. Enfrentamiento entre presuntos eperristas y soldados del 56 Batallón de Infantería en la comunidad de Yerbasantita, en la sierra de Coyuca.

28 de abril. En conferencia de prensa en Guerrero, el EPR afirma que el uso de las armas no es central, porque ``todavía hay espacio para la lucha política''.

24 de mayo. Tropas del Ejército y eperristas se enfrentan en Tepozonalco, municipio de Chilapa, en Guerrero. Dos guerrilleros y dos militares pierden la vida, mientras que otros 20 soldados resultan heridos.

27 de mayo. Ataque a tropas de la 22 Zona Militar en Guerrero. El saldo: dos eperristas y tres militares muertos.

1o. de junio. El EPR declara tregua durante las elecciones federales.

1998

6 de febrero. Desde la Huasteca el EPR anuncia una campaña insurgente por una nueva Constitución.

7 de junio. En la comunidad de El Charco, municipio de Ayutla de los Libres, tropas del Ejército se enfrentan con un grupo armado que realizaba una asamblea en la escuela de la comunidad. La versión de testigos habla de ejecuciones.

El resultado es de 11 guerrilleros muertos, cinco lesionados y 21 detenidos, entre ellos Erika Zamora Pardo, estudiante del CCH Azcapotzalco.

A partir de las detenciones se documenta una escisión eperrista que dio origen al Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI).

19 de junio. La PGR afirma que en El Charco hubo enfrentamiento, no matanza.

23 de junio. Elementos del epr atacan a una patrulla militar en la carretera Altamirano-Zihuatanejo.

1o. de diciembre. Al tomar posesión como gobernador de Oaxaca, José Murat dice estar dispuesto a entablar ``un diálogo respetuoso y dentro de la ley'' con el EPR.

1999

4 de febrero. El EPR advierte que si hay fraude en las elecciones de Guerrero, ``la resistencia popular y el accionar armado serán la respuesta''. A la par de las protestas poselectorales realizan algunas acciones de propaganda armada.

21 de mayo. Diódoro Carrasco Altamirano, ex gobernador de Oaxaca (cuando lo fue negó la existencia de guerrillas en su estado), se convierte en el cuarto secretario de Gobernación del sexenio. Una semana después advierte al EPR que aplicará la ley ``en los casos en que se transgredan las normas de convivencia que pongan en riesgo la estabilidad política y social'' (Alberto Nájar).