La Jornada Semanal, 20 de junio de 1999



Oskar Milosz

Biografía de un licántropo

El gran poeta lituano, Milosz, nos habla en este breve ensayo autobiográfico de sus relaciones con la familia, la educación, la religión, la poesía y las enfermedades nerviosas. Por su parte Sergio Briceño nos recuerda, en su inteligente nota, que la licantropía de Milosz tenía una vertiente dionisiaca absorta en el sortilegio de la luna.

Uno de los aspectos más atractivos de la personalidad de Oskar Wladislaw de Lubicz Milosz es el haber enfermado de licantropía, pues la relación entre este padecimiento y la luna parece confirmar su vertiente dionisiaca. La obra de Milosz se encuentra marcada por la exploración y la remembranza, la lejanía y el dolor; la certeza de que el mundo no es un sitio donde reine el Amor.

Nacido en Gubernia de Mogilov, provincia lituana, en 1877, Milosz recuerda en su autobiografía cómo aprendió francés conversando con Marienville, un ama de llaves que atendía el castillo de su familia.

Aunque todavía tendremos que esperar la traducción de los ensayos y notas biográficas, se sabe que Milosz acompañaba a su padre a París, donde se atendía de una enfermedad mental. Dejó una novela inconclusa que llevaría el título de La amorosa iniciación y no era ningún secreto su interés por el tema del Don Juan.

Sobre la autobiografía que Milosz escribió en 1928 se ha dicho poco, quizá porque no es necesario agregar mucho a las palabras del poeta, que entra en su vida cuestionando y con la intención de descifrar el origen de su vocación lírica. Habla de sus abuelos y menciona también algunas rutas para comprender su obra.

Esta versión de la Autobiografía la realizamos Audrone Sharpite y quien esto escribe. Ella, lituana de nacimiento, había leído a Milosz desde su infancia. Fue quien me dio la oportunidad de conocer las versiones escritas originalmente en francés y luego traducidas al lituano en una edición oficial. La UNAM publicó, a partir de lo que digo, La bruma y otros elementos, del poeta Oskar W. Milosz.

Autobiografía

O.W. De L. Milosz

Nací el 28 de mayo de 1877 en Gubernia de Mogilov, en la aldea de 12 has. De Cereya, que perteneció a mi familia desde finales del siglo XVIII y hasta 1917. Otras fincas cercanas, de la región de Bielorrusia, son Lukomnitz, en la misma Gubernia -de unas 15 mil has.-, un gran castillo en Druya de Vitebsk (donde nacieron mi prima Josefa Milosz y su hijo) y el poblado de Garazeia de Minsk.

Mi raíz lituana más importante se remonta al siglo XII en Launaus, Stibu y Anucevicu, haciendas a unos 50 km al norte de la ciudad de Koulnas. Esta raíz se encuentra representada por el ingeniero Alexander Milosz, que hace poco regresó a Brasilia. En 1919, durante el imperio ruso, encontré en la embajada de París papeles, una heráldica y datos sobre mi genealogía, cuyos originales conservo. Hay, entre otros documentos, un acta de nacimiento registrada en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Koulnas.

Mi bisabuelo, Josef Lubicz-Bozawla Milosz, nació en Labunawoje (Serbia), donde obtuvo un cargo de magistrado. El constituye la principal rama familiar bielorrusa. Han pasado 150 años desde la separación entre las ramas lituana y bielorrusa, pero ha continuado el contacto, así es que mi padre quiso que se respetara siempre dicha rama bielorrusa. Mi familia respeta el tronco de Milosz y los documentos de la gran rama,Êcomo se puede constatar por las armaduras encontradas en un soto del castillo. Estas armaduras son documentos que hablan de las raíces antiguas del apellido Milosz en Serbia y dentro de la dinastía de los Loznitzos.

Mi abuelo, Arturo Milosz, fue una persona muy atormentada. A los 19 años se convirtió en soldado teniente para participar en una de las guerras contra Rusia, así como en la batalla de Ostrolenko, donde una bola de cañón le mutiló la pierna derecha. Posteriormente se casó con una cantante italiana de nombre Natalia Tasistro, hija de un director de La Scala de Milán. Las raíces de ella se encuentran en Génova, en una familia humilde que antes de llegar a Milán estuvo en Córcega. Mi abuelo tuvo enfrentamientos con sus padres porque éstos se oponían a su matrimonio, así es que se mudaron a Vilnius y tuvieron dos hijos. El mayor murió a los tres años. Por una carta de mi abuelo, puedo decir que él tenía un gran corazón, era muy inteligente y se refería a su esposa como la mujer más bella, de una impecable moral. Fueron una gran pareja. Una parte del amor que le profesé a mis padres se quedó en mis abuelos. La historia de ellos la escribe actualmente una novelista polaca cuyo nombre no recuerdo. Ese amor entre mis abuelos ahora se refleja en mí. Soy, de Arturo y Natalia, física y espiritualmente un híbrido, pero no tan guapo.

Mi padre, Wladislaw Milosz, heredó de sus padres un raro interés por la aventura y el arte. Huérfano a los cinco años, creció con sus tíos, manteniéndose más con amor que con dinero. Al alejarse de ellos ingresó como teniente a la guardia rusa, pero abandonó ese trabajo para estudiar química, aeronáutica y mecánica. Era una persona estilizada y muy entusiasta. En Lituania era famoso por su originalidad y extravagancia; tenía una gran sabiduría y un corazón bondadoso. Fue él quien me transmitió el respeto a la familia y a no creer que Polonia había resultado decisiva en nuestra historia. A los cuarenta años había acumulado ya una considerable fortuna y pertenecía a la aristocracia. Enamoró a una guapa judía pobre, pero con ascendencia importante. Se llamaba Rosalía María Roszenthal.

Mi padre viajó mucho. Fue cazador en Africa y había diseñado inventos aeronáuticos en su propia casa. Yo crecí en Cereya en absoluta soledad espiritual. Allí nació mi amor a la naturaleza, pero también mi carácter hosco. El castillo de Cereya fue decorado con gran detalle por mi madre, y tenía una gran vista. Desde el siglo XVIII perteneció a la familia Sapiaga, con quienes mi bisabuelo mantenía contacto. Bellos jardines hacían de aquello un palacio real. Allí estuvo también otro castillo en el siglo XVIII, construido por mi bisabuelo con muchas flores y un teatro. Todos esos recuerdos están en mi trabajo. La familia vivía en una antigua casa estiloÊamparo, con grandes retratos y objetos que influenciaron e hicieron crecer mi espíritu y mi interés por el arte, heredado de mi abuelo.

No podría hablar de mis emociones de niño. Mi padre fue muy inestable y enfermo. El amor de mi madre era muy material y a veces me aburría. Ella no tenía mis emociones ni mis intereses. Desde muy joven me refugiaba en lo más lejano de los jardines. Todos los días hablaba con una sirviente francesa llamada Marienville, y con Stanislav Davoshinski, un empleado lituano polaco.

En abril de 1899 vine a París con mi padre, que se atendía de una enfermedad nerviosa. Era el paciente del Dr. Sharko. Estudié en el liceo de Yanson de Saji, inicialmente como interno bajo el cuidado del Sr. Eduard Pti, escritor y pedagogo. El me influyó mucho. Al terminar el liceo estudié con el asirólogo Ejen Ledrén. Fue así como mi interés por la poética de la Biblia me llevó al estudio del orientalismo. En ese año de 1899 estuvo listo mi primer libro de poesía. Fue cuando encontré a famosos pintores simbolistas franceses e ingleses.

Educado brutal y candorosamente en los principios de la ``mente libre'', regresé al catolicismo a través de la meditación filosófica. Mi madre no quería aceptar religión alguna, pero al casarse lo hizo a la manera cristiana. Mi padre, por su parte, odió siempre a los curas, así es que mi evolución moral de los últimos años debo agradecerla a mi confesor Klavé de Otaola(1).

Nada tengo que agregar sobre mi evolución intelectual. Todo se encuentra registrado en los estudios de René de Pratt y Francisco de Miomiardo.

París, junio 7 de 1928.

Nota y traducción de Sergio Briceño González.

(1) Cuando Oskar Milosz enfermó de licantropía, tuvo visiones místicas que cambiaron su idea de la literatura, enfocándola a la poesía metafilosófica. Sólo en 1927 se hizo católico practicante, justo cuando conoce a Klavé de Otaola.