La Jornada Semanal, 29 de agosto de 1999



Gustavo Jiménez Aguirre

entrevista


Los fieles de Amado Nervo


Entre la persistencia de algunos críticos y el arribo de nuevos estudiosos, la obra de Amado Nervo empezó a remontar, en los noventa, su incómoda situación historiográfica. A propósito de este giro de la fortuna literaria, conversamos con cinco lectores de la poesía y la prosa nervianas. Sólo por razones de espacio no fue posible incluir en este diálogo a otras voces, tan cordiales y críticas hacia Nervo como las de José Emilio Pacheco, Manuel Durán, Ignacio Solares y Aureliano Tapia Méndez.


Antonio Alatorre

``Ahí encerradito, en el polvo de las bibliotecas, hay mucho muy resucitable''

Cuando acordamos esta conversación me confesaste de inmediato tu simpatía por Nervo. ¿De dónde surge esa cordialidad hacia su obra?

-No recuerdo nada de mi infancia, si había algo, porque en el libro de lectura de la escuela primaria, que se llamaba Infancia, el único libro libro, que teníamos en mi escuelita de Autlán, Jalisco, leí por primera vez a Rubén Darío, me acuerdo muy bien: ``Qué alegre y fresca la mañanita,/ me toma el aire por la nariz'', y varios otros, pero no recuerdo a Nervo. Creo que lo leí ya en la adolescencia, a lo mejor cuando tenía ya veinte años. La razón es muy simple: me eduqué en una orden religiosa en la que se leía a Alfonso Junco, el mejor poeta de México, se decía allá, o se leía poesía naturalmente piadosa, pero no estas como delicuescencias de Nervo que era considerado, obviamente, enfermizo, etcétera. Esto incluso lo puedo situar en 1942. Cuando terminé mi aventura eclesiástica me puse a leer de aquí y de allá y caí sobre Serenidad. Aquí lo decisivo fue lo natural del tono de Nervo; después, en Juana de Asbaje, habla de pronto de los poetas que complican y complican -el ejemplo supremo sería Mallarmé-, y dice Nervo: ``yo alguna vez traté de ser tan...'' Por cierto, me gustaría saber qué poemas siente Nervo difíciles y que van por el lado de Mallarmé, el caso es que dice más o menos: ``acabé con Mallarmé y decidí hablar de la manera más simple; más límpida''. Ese libro, Serenidad, justamente va con ese tono [...] Aquella lectura casi coincidió con el descubrimiento de La última luna, un libro inédito de versos de amor de Nervo que publicó Alfonso Méndez Plancarte. Leí eso y leí lo que contaba; aquí la conexión es esta: Méndez Plancarte era un eclesiástico, pero muy distinto de los que me habían educadoÊa mí, porque era un hombre muy abierto al mundo, que leía poesía, a García Lorca y a muchos más, cosa inimaginable en ese lugar donde yo me había criado; de manera que también eso lo leí y todo me gustó; hago una como trabazón entre el nombre Amado y la palabra amable, es un escritor amable.

-En el prólogo de Juana de Asbaje, obra de Nervo que reeditaste para el CNCA en 1994, afirmas que este libro puede funcionar como una buena lecturaÊde iniciación de Sor Juana. ¿Podemos abundar en esto?

-Sí, ya que recuerdas eso que digo en el prólogo, también ahí confieso la simpatía que le tengo a Nervo, y digo más o menos esto: ``Creo que a Nervo no lo leen mucho ya los mexicanos.'' Hay que poner entre paréntesis que fue muy leído no sólo por los mexicanos sino por los argentinos, los uruguayos, los colombianos y los españoles. Llenó los deseos de buena poesía de muchas personas, y esas muchas personas de, digamos, hace casi un siglo, no eran idiotas; eran personas que leían poesía y que leían a Rubén Darío. No hay que perder de vista que esos aplaudidores de Nervo tienen la misma naturaleza humana que nosotros. De manera que la potencialidad existe ahí. Tengo la impresión de que ahí encerradito, en el polvo de las bibliotecas, hay mucho muy resucitable.

Ahora pensemos en un poeta famosísimo, en José Zorrilla, en Campoamor, en sus tiempos, grandes los dos. A Zorrilla lo coronaron, así de laurel y toda la cosa. De Campoamor decían los españoles que tenían a Homero y Shakespeare, ahí todo junto. Luego podemos pensar en lo que sucede después de ediciones y más ediciones de las Doloras, que muere Campoamor y que durante unos años sigue habiendo, naturalmente, los que en su juventud se deleitaron con las Doloras, y que a los hijos de esos lectores ya no les interesa. Eso sucede con toditos los escritores. Nos encontramos ante un fenómeno completamente vulgar. ¿Qué es lo que se hace entonces? Que un valiente, ya no vamos a pedir aquí a ninguna colectividad, ni académica ni nada, sino un valiente que por sí solo conozca a Nervo, que sepa de qué se está privando la comunidad de los lectores y emprenda una gran presentación de Nervo. Es lo que sucede con cualquier otro poeta, incluso sucedió -a mí me pareció divertido- con Campoamor. Se puede decir que, mientras más grande es la fama de un poeta ordinario, cuando es un poeta realmente genial, si la fama existe o no, no tiene ninguna importancia; pero cuando se trata de un buen poeta que ha sido elogiado con exceso y que ha tenido una sobredosis de superlativos, como Campoamor, tanto más se hace sentir lo, vamos, lo trágico de la caída. Campoamor pasó a ser el lugar común, lo chato de la expresión, absolutamente en el lodo. Entonces viene, creo que fue Vicente Gaos, que se dedica a Campoamor; muy probablemente le agarra el chiste al viejo... y bueno, ¡caramba!, yo quisiera comunicar estos hallazgos. Y escribe una defensa de Campoamor, yo personalmente sentí que no iba a servir de nada porque honradamente creo que Campoamor ya se petateó definitivamente. Aquí está la diferencia con Nervo: según yo, él sí tiene carnita con qué resucitar, ¿verdad?

José Ricardo Chaves

``ese lado desconocido

de su prosa fantástica''

José Ricardo, en El castillo de lo inconsciente, antología de próxima publicación en la cuarta serie de Lecturas Mexicanas, has seleccionado la narrativa fantástica de Nervo. ¿Cómo surgió el proyecto?

-Desde hace varios años he venido trabajando a Nervo, no de una manera exclusiva pero sí dentro de un grupo de escritores, incluso fue parte de mi anterior libro Los hijos de Cibeles, en el que analicé específicamente -desde cierta perspectiva cultural y sexual- una narración suya: ``El donador de almas''. Este fue, digamos, el punto de encuentro con todo el universo de su prosa fantástica; a partir de ahí fui conociendo otros textos, otras facetas. De esta manera ubiqué lo que podríamos llamar una suerte de narrativa realista psicológica, y otra más de índole fantástica, también psicológica. Fue así como percibí la riqueza de Nervo. Lo curioso es que a la hora de buscar información crítica o antologías que se hubiesen hecho sobre esta vertiente nerviana, me encontré con una enorme escasez. Eso me llevó a la necesidad de querer divulgar su narrativa. Mi idea fue resaltar ese lado desconocidoÊde su prosa fantástica, o por lo menos señalar la existencia de un universo coherente de narrativa fantástica en Nervo, que lo vuelve un autor muy importante no sólo para México sino para todo el mundoÊde habla hispana. En realidad, cuando buscamos o confrontamos a este narrador con el panorama literario de su época, en América Latina apenas descollaría, además de Nervo, alguien como Rubén Darío con sus cuentos fantásticos y Leopoldo Lugones, y serían como la Santísima Trinidad.

-Esta narrativa, según afirmas en el prólogo de la antología, se desarrolla a partir de ``una problemática recurrente de identidad/alteridad, tanto a nivel psíquico como erótico''. No creo que esta característica resulte indiferente para los nuevos lectores de Nervo.

-Por supuesto, uno de los grandes temas en estos tiempos posmodernos es toda la problemática de la alteridad de nuestra relación -o no relación- con el otro, con el otro indígena, con el otro mujer, con el otro homosexual... ¡con el otro! Es justamente en esta dinámica entre lo mismo y lo otro donde he encontrado que se inscribe -o es una de las ideas fundamentales- la narrativa fantástica de Nervo. Se trata de un asunto recurrente. Muchas de las tramas de sus historias están ubicadas en esta confrontación entre el hombre y la mujer; hay un problema de lucha de sexos muy de finales del XIX y principios del siglo XX, época de un ambiente sexual con una mayor misoginia que la contemporánea, considero yo, aunque eso no significa que la misoginia haya desaparecido. Toda esta temática de la alteridad está ahí en todo su esplendor, y podría interesarnos, incluso, desde los estudios de género,Êde sexualidad, de cultura, y también desde la perspectiva de la literatura fantástica. Todo lo que es el desdoblamiento, la multiplicidad del yo, así como nos puede interesar Pessoa con sus heterónimos. Aquí no hay heterónimos pero sí desdoblamiento, como lo hay en Cortázar, en Borges y otros escritores. Quizá en Nervo no esté tan desarrollado, tan estilizado como en muchos de estos autores, pero ahí está presente toda esa problemática que sigue siendo parte insoslayable de la atracción fantástica.

-¿Qué vigencia tienen la ironía y el humor de Nervo?

-Yo diría que mucha. Esos elementos lo salvan, a diferencia de otros autores modernistas que, al carecer de ironía y de sentido del humor, nos resultan a veces demasiado pesados ya, pasados, no sólo pesados sino pasados de moda. En el caso de Nervo la ironía y el sentido del humor actúan alivianando, aligerando mucho los esquemas, las tramas, y en ese sentido captan la atención del lector de una manera mucho más fácil.

-¿Compartirías el juicio de Salvador Novo sobre el excelente oído de Nervo para sostener diálogos narrativos?

-Sí, porque incluso hay textos que se sostienen básicamente por el diálogo, por la inteligencia y el humor de ese diálogo. Ahora, debemos tomar en cuenta que son diálogos literarios, es decir, hay mucho trabajo de por medio; no es simplemente la transcripción oral de lo que él oyó en la calle. Puede estar basado en eso; puede también recuperar palabras, modismos y demás, pero ha sido transformado literariamente, conservando, digamos, esa cierta oralidad, esa narratividad, ese interés.

Alí Chumacero

``hay que rescatarlo de ese fango en que lo hemos metido''

Desde muy joven usted leyó a Nervo en Guadalajara; en 1936 le dedica un artículo en la revista Nueva Galicia. No fue aquella la última vez que se ocupó de su coterráneo. ¿Podría pensarse que para un escritor nayarita en ciernes Amado Nervo es un rito de pasaje o una fatalidad cultural?

-Nervo es un poeta idóneo para que un joven se inicie en la literatura. La razón es clara: la poesía de Nervo es eminentemente sentimental, sumamente fácil. Es una poesía directísima, llega en forma casi inmediata a la comprensión y al sentimiento de los jóvenes; por eso Nervo tiene fama de ser un poeta muy, muy cursi, muy dulzón, muy suave, que no se arredra ante el peligro de usar palabras como muchachita y diminutivos en poemas sumamente alegres o sumamente dolorosos, sumamente trágicos o sumamente jubilosos. Es un poeta que cae, para nosotros, en el defecto de usar palabras que serían tolerables, incluso aconsejables en el trato diario, pero que se consideran muy peligrosas en aquello que sea arte de verdad. Es, pues, un poeta fácil, sencillo, apropiado para que los jóvenes entren en la poesía. Yo entré en la poesía por el camino de Nervo. Claro que había el acicate o el impulso de que Nervo era un poeta nacido ahí; como yo soy de Nayarit, pues me interesaba particularmente conocerlo, y lo conocí y lo conozco simplemente como lector. Yo no lo he estudiado ni quiero estudiarlo, pero como lector lo conozco bastante o lo suficiente, tanto como a otros grandes escritores mexicanos, así que no es una fatalidad del todo, sino una unión entre esa semifatalidad y esa facilidad, ese puente que Nervo me mostró a mí para internarme en el goce de la poesía.

-Cuando usted se inició en la lectura de Nervo, él estaba bastante bien editado por Alfonso Reyes, en la madrileña Biblioteca Nueva. ¿Usted se interesó en aquellos años en otras vertientes de la obra nerviana, por ejemplo en la narrativa, en los ensayos, en la crónica?

-No, en aquella época solamente me interesaba la poesía; además, no tenía a la mano muchos tomos, ni siquiera de esa Biblioteca. Yo era muy jovencillo y tenía alguna antología o algún libro. Yo mismo iba comprando con dificultades algunos otros libros porque, además, tampoco era mi única lectura. Tenía muchas lecturas y entre ellas Nervo me interesó, me gustó. Creo que se puede rescatar y que hay que rescatarlo de ese fango en que lo hemos metido. Hemos dicho que es un poeta mediocre, un poeta cursi, un poeta que no tiene derecho a igualarse con los grandes de la literatura. Hay que rescatarlo y ponerlo precisamente en su lugar. Es un poeta digno de que se le tenga como se le tuvo antes entre el coro de los dioses mayores.

-Otros trabajos de usted, como la selección y presentación del disco Voz viva de México, nos dejan ver a un lector constante de Nervo. ¿Cuáles han sido las fracturas de su relación con él? Por ejemplo, ¿qué mella hizo en esa relación la actitud crítica de los Contemporáneos hacia la obra de Nervo?

-Yo compartí la posición de los Contemporáneos porque era natural que mi época fuera distinta. Coincidí y coincido con las nuevas formas de expresión poética, las nuevas maneras de abordar la poesía, y pretendo tener dentro de ese campo tan amplio de expresión un sitio; no sólo diferente a Nervo, sino también diferente a todas las demás expresiones. Efectivamente estuve muy alejado de él; sin embargo ahora, en la madurez, he vuelto a su obra, he vuelto a considerar a Nervo; particularmente me ha interesado mucho su prosa. Es un magnífico prosista, un hombre que tenía ideas muy claras acerca de qué era la literatura, y supo mantenerse siempre listo para defender, para referirse a aquello que era precisamente su forma de pensar. Quien lea sus ideas modernistas, sus ideas más estéticas, sus ideas sobre la técnica, sobre las maneras expresivas, verá cómo Nervo no era, precisamente, un improvisado sino un hombre que respondía con una posición, no sólo frente a la vida sino frente al arte. Por eso Nervo es un gran prosista, y ha sido olvidado totalmente por la crítica literaria; ha pasado mucho lo que ocurrió hasta hace poco con López Velarde, con quien nos fuimos todos a la gran poesía y dejamos a un lado su magnífica prosa. Ahora que ya estamos viendo al gran prosista que fue López Velarde, es tiempo de que veamos completo a Nervo.

Hugo Gutiérrez Vega

``Entrar a su obra con la tranquilidad de que se está entrando en una obra

moderna y posmoderna''

En fechas recientes has impartido un par de conferencias sobre la poesía de Nervo. No deja de ser inusitado y estimulante tu ánimo de conversación con una obra bastante marginada del canon fundacional de los Contemporáneos. ¿De dónde viene tu interés por este autor?

-De una anécdota: fui hace tiempo, yo creo que hace como unos nueve o diez meses, a dar una conferencia sobre poesía mexicana moderna y contemporánea a Torreón. Por supuesto que hablamos de Acuña, ese gran romántico que fue Acuña, y al final de la conferencia vinieron las preguntas. Se levantó un chico de unos diecinueve o veinte años, estudiante de primer año de derecho, y me preguntó por Nervo. Le contesté que, en mi opinión, fue el poeta más popular del país a principios de este siglo, y que era considerado como un poeta nacional, de acuerdo con la definición de Eliot. Además, que fue durante mucho tiempo símbolo de elevación, de espiritualidad, pionero de muchas cosas, y curiosamente uno de los mejores prosistas de su tiempo; aparte de su labor de difusión cultural en la Revista Moderna, en su momento, una de las grandes revistas no sólo de América sino del mundo. El muchacho no me contestó, sino que se levantó y empezó: ``Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida.'' Se lo sabía de memoria, y cuando empezó a decir el poema otros muchachos lo corregían; entonces me di cuenta de que Nervo está enormemente vivo. Esto resfría a algunos... no sé qué palabra utilizar... exquisitos o, digamos, despistados que consideran que el poeta popular es por definición malo. López Velarde y Jaime Sabines son poetas que la gente conoce de memoria, sobre todo Sabines. En el caso de Centroamérica, Rubén Darío es conocido de memoria; en el caso de España lo son Machado y García Lorca, Miguel Hernández, Neruda en Chile. En este tema hay que evitar el maniqueísmo: hay poetas populares buenísimos y poetas populares malísimos; hay poetas, por decirlo otra vez con la misma palabra, exquisitos buenísimos, y poetas exquisitos malísimos. Este es un fenómeno que debe analizarse desde una perspectiva muy rigurosa.

-¿Qué cuerdas nervianas crees que puedan hacer vibrar la sensibilidad de los lectores actuales?

-Yo creo que la prosa. Respecto a los poemas, tenemos que fomentar su lectura. Me parece absurdo ser reticente y enfriarse ante la popularidad. A mí me parece que hay gente que ha entrado a la poesía por el camino de los poemas más declamatorios, más sonoros de Nervo, pero también por los más declamatorios y sonoros de Díaz Mirón, y también por los de Urbina, y por los de Gutiérrez Nájera. En fin, por el camino de todos los poetas de esa época que tienen fe en la palabra, una fe candorosa que los hace construir sus casas de palabras. Después vendría la deconstrucción, que se entiende como un fenómeno lógico en este vaivén de la literatura y de las formas expresivas. Esta fe en la palabra hace de Nervo un poeta sentencioso. A mí en lo personal, en algunos momentos me obliga a decir: ``don Amado, no nos esté recomendando que nos lavemos los dientes después de comer''. Hay cosas que molestan del mismo Dante, pues cómo no van a molestar cosas de Nervo [...] Pero por encima de eso está su voluntad de estilo, el amor por la palabra, y algo muy genuino, algo muy candid, y utilizo la palabra inglesa, que es mucho más sutil que candoroso, porque decir que Nervo era candoroso es una tontería.

-Hugo, más allá del gusto personal, ¿por qué La Jornada Semanal le dedica este espacio a Nervo?

-En primer lugar, porque queremos proponer una relectura más cuidadosa, queremos enfrentar una serie de lugares comunes sobre Nervo que están vivos todavía. Una serie de... boutades, no encuentro otra palabra. Decir que es un gran poeta cursi me parece una boutade, es un exceso que no se sostiene. Estuve en Tepic dando dos conferencias. Allá hay una adoración por Nervo, por supuesto, está todo el entusiasmo regional. Pero en otras partes hay gente ya muy al tanto de los actuales movimientos culturales que demuestra o por lo menos me habla de su reticencia respecto a Nervo; gente, por otra parte, no profesional de la literatura, sino que gusta de la literatura y que de repente me pregunta: ``¿está bien que me guste Nervo?''

-Todavía como en voz baja, podríamos decir con uno de sus títulos. Desde tu experiencia en el terreno de la difusión cultural, ¿qué más debemos hacer para que Nervo siga siendo motivo de conversación en nuestras letras?

-Creo que hay que promover coloquios, mesas redondas sobre Nervo, proponer, como lo hacemos en La Jornada Semanal, su lectura, las ediciones, las reediciones y, sobre todo, las antologías de las que hablábamos, porque las que circulan son las del circuito estrictamente comercial. Proponer... ni siquiera se necesita proponer sinoÊconstatar que Nervo es un poeta vivo, uno de los más vivos de su generación, y detener ya la defensa de Nervo. No hay nada que defender. Y no hay nada que afirmar; ahí está su obra, hay que entrar en ella con la tranquilidad de que se está entrando en una obra moderna y posmoderna.

José Luis Martínez:

``la inteligencia mezclada

con sensibilidad en una percepción

extraordinaria de lo moderno''

Según refirió al revisar la ``Situación de Amado Nervo'' (1943), sus primeros encuentros con este poeta ocurrieron ``allá por 1935 en Guadalajara''. ¿Qué otros recuerdos tiene de aquellas lecturas compartidas con Alí Chumacero?

-Fueron sobre todo de la poesía y de La amada inmóvil, que me conmovió, por supuesto: es un libro espléndido. Después fui descubriendo el resto de Nervo, sobre todo un rasgo de él que me parece dominante: la inteligencia, la inteligencia mezclada con sensibilidad en una percepción extraordinaria de lo moderno, que se anticipa en muchas cosas a los inventos posteriores de su tiempo y los ve con una gran claridad y curiosidad.

-Un aspecto evidente de la crítica sobre Nervo es el hecho de que se le haya fijado en la historia de la literatura sólo como el escritor de una cuerda, la del sentimiento.

-Es por una lectura parcial. Yo tengoÊverdadera antipatía por la actitud de Cuesta. Yo creo que Cuesta fue el iniciador de esa reacción en contra. ¿Recuerda las frases con que es tratado en la Antología de la poesía moderna? Fue una crítica desdeñosa que prendió: lo que había sido extraordinario era el crecimiento de Nervo. Es decir, lo que ocurre hasta 1919 no había ocurrido antes en México ni en ningún otro país hispanoamericano. Ese fervor por él. ¿Recuerda toda la serie interminable de elogios que se le dedican? Es como para decir: se acabó la literatura con él. Y de pronto comienza la caída. Con Torres Bodet primero: unas frases un poco desdeñosas, pero no muy claras, y luego lo de Cuesta, definitivo. Aunque con el tiempo Bernardo Ortiz de Montellano escribió ese libro más bien positivo: Figura, amor y muerte de Amado Nervo, que yo comenté en su momento y no he vuelto a leer. Es un libro bueno, positivo, cordial, sin más. Lo extraño es esa incapacidad para aceptar que también lo sentimental es poesía, y Nervo hace esa poesía y hace muchas otras.

-Parte del problema historiográfico es ese énfasis en una forma de hacer poesía de Nervo. Por eso sorprende mucho que no se haya puesto atención a lo que afirmó Alfonso Reyes en 1929: ``A lo mejor hemos entendido con excesiva simplicidad el proceso, el camino de Nervo.'' ¿Por qué tuvieron más peso los juicios de los Contemporáneos que este señalamiento?

-Yo fui uno de los que siguieron a los Contemporáneos en esto, lo llamé ``cursi''. Es una manera de curarse en salud, de criticar de antemano algo que sí nos gusta, que sí nos conmueve, pero que desconfiamos de ello pues pensamos que sólo es poesía lo intelectual y las visiones de los sentidos de la poesía a lo Pellicer y a lo Villaurrutia. Eso es poesía pero también lo otro es poesía. Hace poco volví a leer un poema de Vinicius de Moraes que me gusta mucho, que se llama ``Receta de mujer''. Es una descripción física de la mujer, y tiene un fervor y una calidez estupendos, y es esa manera directa de decir las cosas frescas. En el caso de Nervo es la explotación de lo sentimental y del dolor, de la pena y la comunicación de todo esto de una manera fresca y emocionante. La amada inmóvil es un libro que va a seguir siendo para los jóvenes, que va a seguir siendo un libro definitivo, en cuanto lo descubren.

-¿Es uno de los libros de Nervo que usted prefiere?

-Sí, que prefiero o que entiendo dentro de esa línea de poesía, aunque los otros, los de la poesía imaginativa, graciosa, las descripciones de muchachas, como aquel poema de El éxodo...: ``Gitana, flor de Praga: diez kreutzers si me besas''; o esos encuentros tan bien contados, como el de ``Cobardía'': ``Pasó con su madre. ¡Qué rara belleza!'' Son de una eficacia realmente conmovedora. Ahora, entre la poesía y la prosa es difícil decidir qué prefiero. Quizá me decida por la prosa, que es extraordinaria, sobre todo por ese dominio de la inteligencia, de la sensibilidad, para su tiempo. Por ejemplo, todo lo que cuenta de la Exposición Universal de París; la claridad con que la ve y también el desarrollo que percibe en la literatura mexicana.

-En años recientes, usted consideró a Nervo como uno de los autores más completos de nuestras letras. Hablemos de esa diversidad.

-Primero por esa capacidad y calidad de las dos grandes vertientes, de la prosa y el verso. Y luego por ese rasgo en el que insisto: la inteligencia que está iluminándoloÊtodo, todo lo hace fresco, viviente, toda clase de temas; lo mismo las cosas incidentales, lo que pasa por su calle, el entender la ciudad que vive, el descubrir las cosas del tiempo, y ver hacia dónde vamos: todo eso es de una agudeza excepcional.

-¿Qué tareas deben emprender la crítica y la historia de la literatura con Nervo?

-Aclarar bien cómo fue la reacción contra él, y que se haga absolutamente con una visión actual. Ahora creo que la poesía puede darse tanto por el camino del sentimiento y aun de las confesiones sentimentales, como por el de la gracia verbal. Lo importante es una tensión de eficacia expresiva, y Nervo logra esa intensidad en muchas de sus obras, y de manera especial en La amada inmóvil, que es un libro emocionante, lo mismo para los adolescentes que para los viejos [...] También debemos insistir, con suficiente peso, en que Nervo no sólo es sentimental; es un escritor de una gama muy amplia de capacidades literarias; está lleno de interés para todo el mundo.