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Tras la huella de los parásitos

palomo-adolfo-1-jpg La curiosidad, unas cucharadas de suerte, varios kilos de formación científica y 30 años de trabajo en la investigación, en combinación con una proteína vegetal ųla concanavalinaų proveniente de una leguminosa, dieron origen a estudios para distinguir entre células cancerosas y normales, y tiempo después para dar los primeros pasos en la distinción de dos tipos de amibas: unas dañinas y otras no.

Ambos hallazgos son parte de los aportes más importantes a la biomedicina de Adolfo Martínez Palomo (México, DF, 1941), médico cirujano de la Facultad de Medicina de la UNAM, con estudios de posgrado en la Univer-sidad de Queen en Canadá y en la Universidad de París, Francia, quien actualmente dirige el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav) del IPN.

Todo comenzó cuando el doctor Martínez Palomo, con formación en el uso del microscopio electrónico, que en la década de los 60 revolucionó el estudio de la biología celular, empezó a analizar las diferencias entre células cancerosas y normales. Uno de los experimentos fue poner en contacto la concanavalina con las células tumorales, y observó una reacción química en la superficie celular que ocasionaba que se aglutinaran unas con otras, mientras que en las normales eso no ocurría.

Para sorpresa del investigador, años más tarde descubrió que esa misma reacción distinguía a las amibas patógenas de las inofensivas.

"Con la utilización del microscopio electrónico pudimos ver algunos de los defectos de las células cancerosas que no se

conocían, como la falta de contacto que no les permite tener cohesión entre sí, lo que produce metástasis. También se definió la ausencia de uniones comunicantes que permiten que haya un crecimiento ordenado de los órganos y los tejidos. Ahora la biología

molecular ha encontrado una serie de genes que codifican las proteínas que establecen esas uniones, sin los cuales se producen ciertos tipos de cáncer."

Al regresar a México, el doctor Adolfo Martínez Palomo, quien fue presidente de la Academia Nacional de Medicina y de la Academia Mexicana de Ciencias, y obtuvo el Premio Nacional de Ciencias, entre otras muchas distinciones, comenzó a trabajar en el estudio de los parásitos y las enfermedades que ocasionan, como la amibiasis.

"Una proporción alta de las personas a las que se les diagnostica amibas en el intestino tienen un tipo de parásito que no va a producir ningún daño y que no requiere un tratamiento médico. Nuestro equipo de trabajo puso las primeras evidencias en ese conocimiento, y hace tres años se concluyó que efectivamente hay dos especies de amibas", manifiesta el especialista.

palomo-adolfo-3-jpg "Ha sido una labor de muchos años. Primero, cultivar esos parásitos, y después estudiar sus diversas características bioquímicas, después genéticas; y actualmente, con el uso de la biología molecular, se comprobó que son dos tipos totalmente diferentes aunque morfológicamente sean iguales."

Sin embargo, el investigador, quien ha sido distinguido con el premio Karger en Suiza y el premio de la Academia de Ciencias del Tercer Mundo, aclara que todavía no existe un sistema implementado en los servicios de salud de México que en los laboratorios se pueda aplicar de manera efectiva y barata.

"Creemos que distinguir esos dos tipos de amibas es más importante que haber encontrado una vacuna, y una vez que se tengan los métodos de diagnóstico de laboratorio accesibles para todo el público, la amibiasis dejará de tener la importancia que ha tenido.

"Se ha trabajado durante muchos años en la búsqueda de una vacuna que sirva, pero los resultados en términos generales han sido desalentadores, no sólo en la amibiasis, sino prácticamente en cualquier otra enfermedad producida por protozoarios. Creemos que es un conocimiento claro sobre si una amiba es patógena o no lo que permitirá un mejor control de esa enfermedad", concluye el científico. (Mirna Servín) (Fotos: Guillermo Sologuren)

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