Actrices, dramaturgas, directoras, rompen el predominio masculino en el teatro

° Carmen Montejo: Yo soy feminista ¿cómo no lo voy a ser?

° Sabina Berman: El feminismo es una revolución social que va lenta y cautelosa pero duro y seguro

° Juliana Faesler: Puede haber casos en que una mujer triunfe, pero no "las mujeres"

Sonia Riquer/ Primera parte

Por mucho tiempo, el lugar principal de las mujeres en el teatro fue como actrices; sin embargo, en las últimas tres décadas el número de las que se concentran en distintas áreas del quehacer escénico ha ido en aumento. Dramaturgas, directoras, escenógrafas, iluminadoras, tramoyistas, productoras, además de actrices, son algunas de las actividades que desarrollan hoy en el mundo de la escena.
Poco se conoce sobre esta historia y menos sobre los procesos personales de las que fueron y siguen abriendo este espacio de experiencia para la creatividad y la expresión femenina en el teatro. Nada mejor que acercarse a esa vivencia con las historias y las reflexiones que en primera persona nos hacen algunas de ellas.
Por supuesto que no son todas las que están ni están todas las que son, pero al menos seis voces que, a pesar de la momentánea ausencia de tantas otras, con sus relatos nos regalan un pedazo de historia de creatividad, esfuerzo e imaginación femenil; una historia llena de hermosas genealogías de mujeres, de experiencias que en un mágico contagio de sueños se articulan por encima de espacios y tiempo. Es una muestra de cómo el deseo de inventar mundos de las mujeres va construyendo un hilo común a pesar de la diferencia de edades, vidas y trabajos.
Son las voces de Carmen Montejo, Sabina Berman, Juliana Faesler, que en esta primera parte nos hablan. Jesusa Rodríguez, Berta Hiriart, y Sandra Félix lo harán en la segunda, en el próximo número, reflexionando sobre su arte y oficios.

Carmen Montejo: empezó a actuar a la edad de seis años en su natal Cuba, después se fue a España donde hizo estudios de teatro, y luego llegó a México como actriz juvenil y se convirtió en Carmen Montejo. ''Empecé aquí a los 17 y ahora tengo 74. Todos estos años me han hecho amar con toda mi alma a éste que es mi país y a mi público''.
En sus inicios, las mujeres que conoció en el teatro fueron algunas dramaturgas y muchas actrices a las que recuerda con cariño y complicidad: ''Yo fui la última dama joven de Virginia Fábregas, gran actriz latinoamericana, y de María Teresa Montoya, quien en su biografía, me dedica unas líneas en las que dice: 'Hoy conocí a una criatura maravillosa en el teatro, haciendo su prueba para la obra de Federico García Lorca con Virginia en La Casa de Bernarda Alba; hacía el papel de Adela. Su nombre es Carmen Montejo, y me recordó a mi misma cuando era joven'.
''¡Y Nancy Cárdenas! Ella es la única mujer como del primer mundo que ha existido en México, en todos los aspectos. Nancy decía lo que quería y no tenía ninguna traba. Hicimos El efecto de los rayos Gama sobre las caléndulas, uno de sus mayores éxitos. Nancy era muy segura, nunca bajó la cabeza ante ningún hombre, pensaba muy femeninamente, y no hubiera sido lo que era si no hubiese amado tanto lo femenino.
''¿Qué estoy recordando a mujeres? ¡Claro, si yo creo en las mujeres! Yo sin su ayuda no puedo, son mi espejo, no importa su edad. Por ejemplo, a Sandra (Félix) yo la obedecí en todo y la quiero mucho. Nosotras ya dimos un salto y nadie nos va a detener; somos muy buenas y la competencia es válida, es divertida. Yo soy feminista, ¿cómo no lo voy a ser?, soy sorjuanista, creo en la mujer y me siento muy feliz de serlo, y si volviera a nacer le pediría a Dios ser nuevamente mujer y actriz. Yo me quiero morir en el escenario. Se lo he dicho: '¿tú mándame un infarto y yo ahí me quedo, en plena escena'.
''A las creadoras quiero decirles, a todas, que tienen mi respeto, y mi apoyo si lo necesitan, el amor de esta mujer, de Carmen Montejo. Yo siempre estaré del lado de esa mujer que quiera aportar su inteligencia, su talento, y lo quiera llevar adelante. Cuenten conmigo para todo lo que yo pueda ayudarlas. Y háganlo, no cesen, no se dejen, no se dobleguen, no tengan miedo.
''El hombre es como un perro, huele el miedo de la mujer. No le tengan miedo, al contrario, véanlo como realmente el hombres es: chiquito, pequeñito. El hombre es cobarde, tiene miedo de una herida en un dedito; la mujer pare a los hijos con un dolor que si él lo sintiera se moría 20 veces. No le tengan miedo al hombre; son sus hijos, ¡adelante!, y si uno les cierra la puerta, busquen por otro lado. Además, hay muchas mujeres en lugares importantes, hay que tocar esas puertas.
''Lo que yo no perdono, ni perdonaré nunca, es que una mujer le cierre las puertas a otra, es como cerrárselas a una misma''.

Sabina Berman: Ha escrito teatro, prosa, ensayo y poesía. Uno de sus trabajos más conocidos es Entre Villa y una mujer desnuda, y acaba de recibir el premio de la crítica teatral por Molière. Próximamente, Canal Once transmitirá una serie dirigida por ella junto con Isabel Tardán sobre las mujeres y el poder.
''Estudiaba psicología y me topé con el teatro por equivocación, me encantó. Una vez que te subes al escenario y ves lo que es compartir con mucha gente eso que se llama el acto teatral -los que están sobre el escenario y los de las butacas- ya no te repones, bueno yo no me repuse. Empecé a tomar clases en Filosofía y Letras, luego en el CADAC; escribía, producía, dirigía, actuaba, y no podía, me hacía bolas en el escenario, me preocupaba por las luces, siempre estaba viendo al lugar equivocado.
''Yo no recuerdo que hubiera mujeres. Fue Nancy Cárdenas la primera que vi trabajando, gritándole al de las luces: ''Préndeme el foco tal'', discutiendo con el productor, mentando madres. Tenía eso que después me di cuenta que necesitábamos desarrollar. El trabajo detrás del escenario era un mundo masculino. Cuando hablabas suavecito, dulce, como a una le enseñan, nadie te hacía caso; los tramoyos creían que eran sugerencia. Tienes que posponer tus sueños utópicos de que el mundo va a ser para los suaves y aprender otros registros.
''Después trabajé con Marta Luna. Eramos pocas y eran menos en la generación mayor que nosotras; ahora siento que es una pléyade, además, casi todas tienen esta actitud de ser directoras y dramaturgas, o productoras y dramaturgas, y no se ensucian las manos. Yo creo que un dramaturgo que no se ensucia las manos no lo es completamente, el teatro es un asunto muy artesanal''.
''¿Las mujeres que hacemos teatro, lo hacemos igual que los hombres?
''En general creo que no, en las jóvenes dramaturgas vemos que la mayoría de sus personajes protagónicos son mujeres, además son diversas, ya no son la mujer, y eso, en sí mismo, es muy buen feminismo. Que tengamos la libertad de ser diversas, de ser villanas, eso es fantástico porque no puedes ser villana hasta que eres libre, creo que se nota muchísimo que son mujeres en sus textos. Ves una obra de María Moret y no tienes ninguna duda de que la escribió una mujer; al igual que muchas otras, podría decir que en todas se siente lo femenino expresado con una facilidad, con una dulzura, a veces envidiable.
''Hay que ser conscientes y sí, hay que hacer la diferencia al apoyar a las mujeres, en especial a las más jóvenes; ahora nos toca a nosotras dar, y las mujeres todavía estamos en déficit, así es que hay que hacerlo sin ninguna timidez.
''Hay muchos señores que piensan que el feminismo es una moda que ya pasó, pero eso es mala voluntad, se trata de una revolución social que va lenta como las mujeres, cautelosamente, pero duro y seguro, y estamos en los inicios. ¡Por Dios!, todavía tiene que cambiar todo el mundo''.

Juliana Faesler: Iluminadora de amplia trayectoria, escenógrafa y directora. Entre sus montajes se encuentra Rosencrantz y Guildernstein han muerto y Alicia en la cama, basada en la primera pieza teatral escrita por Susan Sontang y que continúa temporada en el teatro El Galeón.
''Yo descubrí el teatro de mi mamá, ella fue escenógrafa y es artista plástica, Cristina Bremer. La Bruja Bremer trabajaba muy cerca de Julio Castillo y de Margo Su cuando todavía era directora del teatro Blanquita. Desde los seis hasta los diez años me pasé casi todas las tardes ahí, descubriendo cómo se armaban mágicamente esos mundos irreales y cambiantes: cada semana era uno nuevo, escenografías iban y venían; todo eso nutrió mi imaginería y mis ganas de participar y vivir en él.
''Había como un estigma de que todo el trabajo creativo lo hacían los hombres. ¿Las mujeres? En el escenario, como actrices o bailando en el coro.
Por mi edad pertenezco a una generación en la que la participación de las mujeres es más amplia. A partir de los sesenta, con el desarrollo de los movimientos de liberación, se abre una mayor oportunidad para que ellas puedan elegir hacia dónde quieren dirigir sus pasos. En ciertos medios todavía se encuentran reticencias; eso me pasó con las luces. Hice la carrera como ingeniera de iluminación en mi adolescencia y primera juventud teatral, entonces sí era de las primeras iluminadoras y ahí sí sentía que la gente no me ubicaba; hacían chistes acerca de cuánto dinero habían gastado en mi educación para que terminara de electricista, el prejuicio social era muy fuerte. Ahora hay más mujeres que hacen iluminación y se desarrollan en campos técnicos, aunque faltan ingenieras de sonido, por ejemplo. Las cosas muy técnicas todavía se dividen entre los sexos. El teatro es muy bello, aun cuando siento que es un medio predominantemente masculino.
''Es muy bueno que seamos ahora tantas haciendo cosas, aunque es muy relativo hablar de 'las mujeres', puede haber casos en que una mujer triunfe, pero no 'las mujeres'. No hay equidad entre sexos, ve nada más la composición de las cámaras. Ve el número reducido, si no es que inexistente, de ellas en el primer círculo de poder.
''Ha sido una tarea difícil conseguir espacios, ahora hay que aprovecharlos y hacer algo importante, sí, importante... De repente me pongo a gritonear y despotricar contra el mundo misógino, y enseguida me digo '¿bueno, y entonces qué?' ¡Ponte a trabajar, haz algo que valga la pena!, esa es la responsabilidad que yo siento muy fuerte como creadora. Me interesa mucho la problemática y el ser de las mujeres, por eso toco temas como el de Alicia, que te llevan a comprender sentimientos complejos y profundos. Muchas de nosotras crecimos ya en una generación de mujeres muy en la lucha, no en pie de guerra, pero sí muy firmes en nuestras convicciones. En nuestros derechos y en el lugar que queremos ocupar en este universo, como que ya no nos estamos azorrillando.
''Gran parte de la dramaturgia tiene que ver con valores aparentemente masculinos, la creación de una pluma femenina puede ser más interior. Con Alicia en la cama creo que las mujeres pueden tener una identificación más próxima. Es un texto que, por distintas razones o sinrazones, puede revelarte tu propia historia, aun cuando la anécdota no tenga nada que ver con tu vida. En ocasiones, con esta obra, me llegan momentos de verdadera iluminación y comprensión universal, aunque son fugaces y después se olviden, son maravillosos.
''Mi experiencia de estudiante en Londres fue determinante. Allá hay muchas mujeres en todos sitios, tanto en puestos de decisión como en cualquier otro, y me entra un sentimiento como de selección mexicana de ¡sí se puede! Aquí todavía son pocas las que manejan presupuestos importantes; es fundamental compartir las responsabilidades, aunque esto no quiere decir que por ser mujer automáticamente apoye, pero da cierta esperanza''.