Ojarasca, 8 de noviembre de 1999 

 
 
Minería en La Montaña de Guerrero 
El saqueo interminable 
  
Rolando Espinosa y Verónica Villa 
con el perro.
 
 
 
 

En Guerrero existen cuatro zonas de minerales metálicos ricas en oro, plata, cobre, plomo, hierro, zinc, mercurio, antimonio y tungsteno, de las que sólo se encuentran en explotación Taxco y Mezcala. Existen también tres regiones con potencial no metálico en barito, fluorespato, grafito, cuarzo, calcita, dolomita, puzol, toba, mármol, yeso, amatista, caliza, granito y titanio, así como cobalto, níquel, cromo, potasio y sal. Estas riquezas se extienden sobre el 38% del territorio guerrerense.

Hoy, los gobiernos federal y estatal, y diversas compañías trasnacionales, consideran a Guerrero como una de las entidades con mayor potencial para el desarrollo minero en México.

De acuerdo con una declaración del subsecretario de Desarrollo Económico del Estado de Guerrero, Odilón Domínguez, tan sólo en la región de La Montaña "se han detectado yacimientos minerales incluso con vetas más grandes que las de Campo Morado (situado en la región de  Tierra Caliente), considerado actualmente como el proyecto más importante de América."1

Para la Secretaría de Planeación y Presupuesto de ese estado, en La Montaña se calculan reservas de al menos 80 500 toneladas, sólo de minerales metálicos. Sin embargo, hasta ahora las grandes empresas mineras no se habían interesado en la explotación de estas riquezas debido a su accidentada geografía regional, y a que los yacimientos podrían encontrarse a grandes profundidades, a lo cual se suman los conflictos sociales y políticos que asolan la entidad. Hoy, ya que tienen la certeza de que existen importantes yacimientos minerales en varias regiones, y con las enormes facilidades que el gobierno estatal ofrece, empresas nacionales y extranjeras están dispuestas a invertir inmediatamente en esta actividad. En foros y publicaciones, el gobierno estatal anuncia con bombo que planea hacer de Guerrero una potencia minera nacional, cuyos ingresos superen a los de la tradicional actividad turística. Actualmente, al menos once empresas mineras de capital japonés, estadunidense y canadiense realizan en Guerrero actividades exploratorias.

Lo que hoy es América Latina deslumbró al resto del mundo desde el siglo xvi por sus incalculables riquezas minerales. Casi cinco siglos después, al final del milenio, nuestro subcontinente vuelve a brillar a los ojos de las compañías extranjeras, quienes han colocado a Latinoamérica en el lugar número uno del mundo para la inversión en exploración minera. En el actual contexto, para los capitales mineros trasnacionales están dadas las condiciones que les permitirán prácticamente arrasar con los minerales metálicos y no metálicos del subsuelo mexicano. Las reformas al Artículo 27 Constitucional facilitan la venta o la expropiación de los predios sin importar que se trate de terrenos de comunidades indígenas y campesinas. A ello hay que sumar los cambios a la legislación minera nacional, que prevé que los contratos para explotación tengan una duración de 50 años y sean renovados sin problemas, no pone límite a las superficies concesionadas para exploración y explotación, y deja que los particulares participen en la extracción de minerales que antes era dominio exclusivo del gobierno: sulfuro, fósforo, potasio, hierro, carbón.

Con la privatización de los ferrocarriles, el desarrollo de los medios de comunicación y las nuevas técnicas para la extracción de los minerales, puede ya concretarse la entrega de la minería nacional a las trasnacionales y la posible conversión de México en una economía exclusivamente extractiva. La regresión de México al patrón de producción minera no sólo sugiere el retorno a las viejas formas de esclavitud, también sugiere el aprovechamiento neoliberal perverso de toda la deforestación y pérdida de suelos que carcome a numerosas sierras mexicanas, como es el caso de la frágil ecología de La Montaña.

El gobierno de Guerrero sugiere que la explotación de las riquezas minerales de La Montaña terminará al fin con la extrema pobreza de las comunidades indígenas y campesinas. Asegura que generará empleos con derechos laborales, desarrollo social, no afectará el entorno ecológico y evitará la migración. Sin embargo, es sabido que en la minera Nukay de Guerrero, los trabajadores son obligados a trabajar sin las mínimas medidas de seguridad, no cuentan con seguro social, comedor ni baños, y lesionan profundamente su salud con el uso de sustancias necesarias para el beneficiado. Los vertederos de la misma empresa llegan hasta las aguas del río Balsas y lo contaminan, provocando entre los pobladores ribereños severas enfermedades dermatológicas. Es muy conocido que la operación de la mayor parte de los proyectos mineros se caracteriza por generar procesos de expulsión de la población oriunda. ¿Acaso las comunidades indígenas y campesinas de La Montaña serán la excepción?

Actualmente existen fundos con explotación menor en Atlixtac, Tlapa, Zapotitlán, Acatepec, Olinalá, y Huamuxtitlán, de los que se extraen plomo, plata y zinc. En Cualac y Xochihuehuetlán se han detectado reservas de carbón. En Ixcateopan hay extracción de cuarzo y amatista, y existe una planta de reducción de plomo y plata en el municipio mixteco de Malinaltepec. Las comunidades que viven en los municipios mineros tienen mucha resistencia a que se realicen proyectos de mayor envergadura, ya que por años han padecido la intrusión de "personal que se dice de empresas o dependencias de gobierno que llegan a las comunidades, hacen trabajos de exploración, encuentran el metal y se lo llevan. No respetan las tierras ejidales y destruyen su siembra, su único sustento. Por eso no les tienen confianza."2

En la medida en que la minería se ubica en las sierras más apartadas de México, cualquier proyecto puede coincidir con los lugares a donde ha sido confinada históricamente la población indígena. De los 17 municipios de La Montaña, por lo menos en diez se anuncia el embate de la minería trasnacional. Allí habitan alrededor de 200 mil tlapanecos, nahuas y mixtecos que sobreviven trabajosamente del café, el arroz, la explotación forestal y la artesanía de palma. Las comunidades se caracterizan por mantener a toda costa ancestrales sistemas agrícolas como el tlacolole3, que son tecnológicamente apropiados para conservar el frágil suelo y la diversidad vegetal y animal de las márgenes del Río Tlapaneco y los bosques de niebla de los municipios más altos.

La prospección significa para las comunidades presencia de técnicos identificando rocas, formaciones geológicas, realizando infinidad de perforaciones o explosiones, o bien helicópteros que con suma frecuencia sobrevuelan sus pueblos. Inquietante presencia que no anuncia nada bueno. En el caso del supuesto yacimiento de La Montaña, no sólo traería implicaciones por su posible dimensión extraordinaria, sino también por el hecho de que esta riqueza se ubica en el área con mayor densidad de población indígena del estado, territorio que Ernesto Zedillo incluye dentro del corredor Veracruz-Acapulco y que la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca desea cuidar bajo el sistema de Áreas Naturales Protegidas.

De concretarse este proyecto minero en Guerrero y en otros estados del país, bajo estas reglas del juego, se atenta directamente contra el bienestar de la población, se destruye el medio ambiente y se socava la soberanía nacional. En tal caso, los efectos de las actividades de las compañías mineras sobre las comunidades indígenas de La Montaña y de todo el país serán devastadores.

 

 
1. Ester Gusmán, Reportaje especial “Una riqueza incalculable bajo los pies descalzos de los indígenas de La Montaña”, en Foro Ciudadano para la integración del Plan Estatal de Desarrollo 1999-2005, 22 de junio de 1999.
2 Op. Cit.
3 Sistema tradicional de producción agrícola practicado por las comunidades mixtecas guerrerenses que se basa en la roza-tumba-quema y se centra fundamentalmente en el cultivo del maíz sin más herramienta que el empleo de la coa.