La Jornada lunes 10 de enero de 2000

Iván Restrepo
Acapulco y su bahía contaminada

Pese a tantos problemas como tiene, Acapulco sigue siendo el lugar preferido por los mexicanos para disfrutar el mar, y así quedó demostrado en las últimas vacaciones. Con un millón de habitantes y una enorme desigualdad social y económica, el puerto y sus alrededores poseen numerosos atractivos, entre ellos una hermosa bahía. Huracanes van y vienen causando daños sin cuento, malos gobernantes hacen su agosto y la ciudad renace de las tragedias, gracias a la entereza de sus habitantes, que tienen en el turismo su principal fuente de ingresos.

No sería tan difícil la vida en Acapulco y el estado de Guerrero de haber contado con gobernantes capaces, probos. No ha sido así: el mandamás estatal en turno llega a su cargo gracias al dedo que decide en la ciudad de México. A su vez, el elegido designa a uno de su confianza para que le administre Acapulco. El fruto de esa manera de ejercer la cosa pública es bien conocido y no puede ser más lamentable por sus frutos y los costos que la sociedad ha pagado.

Ahora, y por primera vez en su historia, Acapulco tiene un presidente municipal de oposición, que no responde a los dictados del PRI: el empresario Zeferino Torreblanca. Desde que en diciembre pasado asumió su cargo descubrió un rosario de irregularidades que ejemplifican la forma en que dicho partido se las gasta a la hora de administrar el presupuesto: desde una extensa nómina de aviadores hasta desvío de fondos para provecho de los funcionarios y sus amigos. Si esos dineros hubieran ido a paliar las necesidades más urgentes de la población, seguramente habría menos pobres y más infraestructura para los residentes y los visitantes.

Uno de los problemas que encontró don Zeferino es la contaminación de la bahía, viejo asunto cuya solución no es imposible. Por eso extrañó que días antes de asumir su cargo el funcionario pidiera a un grupo de profesionistas no difundir los problemas de contaminación que existen en la bahía ni tampoco los de inseguridad y riesgo de derrumbes en algunos hoteles.

Les dijo que si alguien quiere vender un camello, no debe hablar mal de él porque nadie se lo comprará. Agregó que por eso los acapulqueños deben tener cuidado de no anunciar los problemas que existen en su ciudad porque si de por sí están en el ojo del huracán, imaginen lo mal que les iría si divulgaran las fallas.

Pero todas las autoridades saben que la bahía está contaminada desde hace décadas. A mediados de los ochenta algunos estudios mostraron que las aguas negras de hoteles, colonias, restaurantes y otros negocios iban a dar al mar. Como resultado, la gente se enfermaba al meterese en el agua. Cuando se denunció lo que ocurría, hubo protestas de varios grupos locales temerosos de que los turistas no fueran y con ello se desatara una crisis que agravara los problemas de siempre.

Las autoridades federales prometieron acabar el problema. Siendo Manuel Camacho titular de la entonces Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (Sedue) anunció un programa para tratar las aguas negras del puerto construyendo plantas de purificación y un sistema de drenaje. De esa manera, nadie descargaría sus desechos en la bahía.

En 1989 varias instituciones evaluamos la situación. Las plantas de tratamiento eran insuficientes y no funcionaban bien, mientras muchos negocios descargaban clandestinamente sus desechos a la costa. Y cuando llovía, el agua arrastraba todo al mar contaminándolo, pues el drenaje o no existía, estaba en malas condiciones o azolvado por basura. El reporte que entregamos al presidente Salinas le cayó muy mal al entonces gobernador Ruiz Massieu.

Eso fue hace once años. En ese lapso, cada que el presidente visita Acapulco en gira de trabajo, o hay nuevo gobernador o alcalde, prometen resolver la contaminación. Esperamos que no sea el caso de don Zeferino, quien cuenta con la simpatía de la mayor parte de sus paisanos, pero que no acabará con ese problema pidiéndole a la gente que lo oculte. Lo correcto es decir la verdad y juntar voluntades en pro de un Acapulco limpio. Por lo pronto, habrá que vigilar que los recursos millonarios que el gobernador anunció recientemente para tal fin se ejerzan con honradez. Afortunadamente el municipio tiene muchos atractivos y la gente seguirá visitándolo, pero lo hará con más gusto si sabe que sus aguas marinas están limpias y que la ciudad ya no es botín de los caciques regionales.