Ojarasca, número 33, enero de 2000


La frontera es un espejo

 

Tina Faulkner y George Kourous

 

En Estados Unidos, las políticas del gobierno federal hacia los casi dos millones de indígenas, han oscilado a lo largo de la historia de acuerdo con el clima político del país. En el siglo xix se buscó asimilar a los pueblos indígenas en lugar de segregarlos. Las estructuras tradicionales de autoridad que sobrevivían fueron sustituidas por la administración de la Oficina de Asuntos Indígenas (bia, por sus siglas en inglés, organismo homólogo al Instituto Nacional Indigenista) que impuso un modo de vida no tradicional a los pueblos indígenas. En 1934, un cambio de lineamientos dio lugar a la Ley de Reordenamiento Indígena (ira), que estableció el sistema de reservaciones y una "relación especial" entre Washington y los pueblos indios. La idea era revertir el resquebrajamiento de las comunidades indígenas. Sin embargo, las estructuras de autoridad, otrora saludables, se habían desmantelado y la relación con el gobierno llegó a caracterizarse por su paternalismo y dependencia. Más recientemente, la tendencia ha sido fomentar el "empoderamiento" local y apoyar la participación de los pag 4 .1 maderopueblos en la toma de decisiones del gobierno federal. El régimen jurídico de los pueblos indígenas de Estados Unidos es complejo. Se les considera entes soberanos con facultades inherentes de autogobierno, y únicamente el gobierno federal --no los estatales-- puede tratar directamente con ellos; no obstante, su independencia está condicionada al poder excepcionalmente amplio del Congreso para modificar su régimen jurídico. El gobierno federal está obligado a proteger a los pueblos indígenas y a mantener un conjunto de responsabilidades fiduciarias en su representación, tales como el manejo del territorio de las reservaciones y la protección de la propiedad indígena frente a los intentos de usurpación. El Departamento del Interior (doi), a través de bia, funge como el depositario de estas responsabilidades.

En el pasado, bia funcionaba como gobierno de facto en las áreas indígenas. Hoy, sus esfuerzos se orientan básicamente al manejo de los recursos naturales mantenidos en fideicomiso para los pueblos indígenas. Además, bia tiene como responsabilidad administrar programas de desarrollo y asesora el ejercicio del poder y en las tareas administrativas. Frecuentemente se ha señalado a este organismo como un ejemplo de lo peor de la burocracia federal y se le ha acusado de no cumplir adecuadamente sus funciones, de destinar una parte excesiva de sus asignaciones a cuestiones administrativas y de no proteger los intereses indígenas. Una de las áreas en las que bia es objeto de las mayores críticas es la que se relaciona con la supervisión del arrendamiento de tierras indígenas para fines agropecuarios, madereros, petrolíferos o mineros. En muchos casos, las rentas recibidas por los pueblos han sido excepcionalmente exiguas. Sin embargo, aunque los líderes tradicionales no han dudado en criticar al bia, son renuentes a presionar a favor de su abolición total. bia es visto como un símbolo concreto de la responsabilidad fiduciaria del gobierno federal y los pueblos han expresado su temor de que sin él ningún ente gubernamental se encargaría de mantener el fideicomiso y de que se escuchen las voces indígenas en Washington.

En México el ini supervisa programas de desarrollo económico, organiza conferencias y edita reportes. El ini ha sido criticado acremente por los pueblos indígenas de México, quienes lo acusan de ser más sensible a los intereses ajenos que a las necesidades de sus grupos étnicos.


Al igual que la mayoría de los pueblos indígenas de las Américas, los que viven en la región fronteriza han perdido --y continúan perdiendo-- sus tierraspag 4.2 zapata marcotradicionales de caza, agricultura y pesca a favor de mestizos. Orillados hacia las reservaciones y ejidos aislados y poco productivos, la mayoría de los indios de la región carecen de oportunidades económicas, por lo que tienen un bajo nivel de vida.

En los Estados Unidos los indígenas, en comparación con los demás grupos, tienen índices de pobreza más altos, tasas de desempleo más elevadas y problemas habitacionales más agudos. Aunque algunos grupos de la frontera han corrido con mejor suerte que otros, esta situación se observa entre los aproximadamente 80 mil miembros de los pueblos fronterizos. Un estudio realizado en 1997 por el doi reportó que el desempleo entre los o'odham y quechanes en Arizona y California era del 67 y el 54 por ciento, respectivamente. También indicaba que el 41 por ciento de la tribu yaqui de Pascua, cercana a Tucson, y el 45 por ciento de los kumiai de la reservación de Campo al oriente de San Diego, vive en condiciones por debajo del umbral de la pobreza.

Los programas gubernamentales de desarrollo económico han tenido poco éxito en el caso de los pueblos indígenas fronterizos. Millones de dólares del gobierno federal se destinaron a operaciones de ganadería y cultivo de algodón en las tierras o'odham entre 1930 y 1975, pero para finales de los sesenta la escasez de agua subterránea afectó la producción. Cuando las empresas quebraron, muchos o'odham abandonaron la región en busca de empleo. En años recientes, las severas sequías mataron cerca de la mitad de las 20 mil cabezas de ganado de los o'odham.


Hoy, la industria de casinos proporciona los empleos e ingresos que necesitan los pueblos indígenas fronterizos. No obstante, estas operaciones siguen enfrentándose a controversias legales de los gobiernos estatales que buscan fuentes adicionales de ingresos --como lo muestran los conflictos recientes en torno a los casinos indios de California, Texas y Nuevo México.

En México, los más de 400 mil indígenas que viven en los estados fronterizos han perdido la mayoría de sus tierras tradicionales a manos de ganaderos e inmobiliarias y han sido fuertemente afectados por las reformas neoliberales. Las estadísticas del ini muestran que entre las siete localidades de Baja California con una fuerte presencia indígena, casi el 92 por ciento de los hogares carecen de servicios de drenaje, y el 87.5 por ciento carecen de agua corriente. En las 12 localidades de Sonora donde al menos el 70 por ciento de la población habla una lengua indígena, el analfabetismo se aproxima al 65 por ciento.

La pobreza causa bajos índices de salud en los pueblos indígenas. Los indígenas de Estados Unidos tienen una tasa de mortalidad infantil 30 por ciento más alta que la población total y mayores probabilidades de morir por causas relacionadas con las drogas. En México, sucede lo mismo a grandes rasgos, especialmente en el caso de los pueblos que viven en las áreas más aisladas de la región fronteriza. En Baja California, informa el Instituto de Culturas Nativas (Cuna), el gobierno apenas alcanza a dar servicios médicos a las poblaciones urbanas en rápida expansión, y se relega a un segundo término la provisión de servicios médicos a los habitantes de lejanas pag 5 rockdrigocomunidades indígenas. Si bien la ubicación rural de muchas reservaciones y ejidos inhibe el acceso de los indígenas a servicios de salud y a las oportunidades económicas, tampoco los protege de la grave degradación ambiental provocada por la urbanización e industrialización de la región. Los pueblos indígenas que viven en la frontera han sufrido un grave deterioro de la calidad de su agua y aire.


Muchas comunidades indígenas han expresado su alarma por los daños debidos al incremento de acarreo de materiales tóxicos, derivados del Tratado de Libre Comercio. Aunque no se han reportado violaciones a las medidas de seguridad en sus territorios, grupos como los o'odham y los kumiai de Campo --cuyas reservaciones están cercanas o son cruzadas por corredores de transporte-- están preocupados por las posibilidades de accidentes o tiraderos ilegales.

Los derechos de agua otorgados a los pueblos indígenas se están convirtiendo en un tema clave en de la zona fronteriza de Estados Unidos, donde ese recurso, de por sí nunca abundante, se está volviendo aún más escaso debido al riego intensivo en la agricultura y la rápida urbanización.

En el oeste de Estados Unidos los derechos de agua se adjudican al y permanecen con, el primer usuario que le da un uso "benéfico". En 1908, en el juicio de Winters contra los Estados Unidos, los pueblos estadunidenses ganaron por primera vez --al menos en teoría-- derechos sólidos como primeros usuarios del abastecimiento de agua en el oeste del país. Ese precedente se reforzó en 1963, cuando la Corte determinó que al establecerse reservaciones a lo largo del Río Colorado, se les reconocieron derechos al agua necesaria para regar todas sus tierras irrigables. Sin embargo, calcular cuánta agua se necesita para hacer esto --y después adquirirla-- es problema aparte. Estas disposiciones no se aplicaron a los cucapá del delta del Río Colorado, cuya posibilidad para sostener sus tradiciones religiosas, económicas y culturales se agotó cuando la construcción de presas río arriba les cortó su suministro de agua.

Cuando las comunidades indígenas tratan de hacer valer sus derechos de agua se enfrentan a muchos obstáculos. Los usuarios no indígenas en Estados Unidos sostienen que el sistema de asignaciones se diseñó para estimular el uso productivo del agua y que durante muchos años los pueblos no usaron su agua de manera productiva. Los juicios en defensa de los derechos de agua son sumamente costosos y el gobierno federal ha sido renuente a litigar en representación de los pueblos indígenas. Las negociaciones mediadas son una opción viable; así, a fines de los setenta el gobierno federal empezó a intentar dirimir controversias por el agua fuera de los juzgados. Sin embargo, a pesar de los arreglos extrajudiciales en 1982 con la nación o'odham, y en 1988 con varias reservaciones de California, hasta ahora ninguno de estos núcleos ha recibido parte alguna del agua que les prometieron.

Recientemente los pueblos fronterizos han ganado voz en la formulación de políticas ambientales, al menos en Estados Unidos. En 1994 la Enviromental Protection Agency (epa) creó la Oficina Ambiental para los Indígenas Americanos (aieo) y en 1996 estableció oficinas regionales. Algunas de estas oficinas realizan talleres con los pueblos indios y les proporcionan información sobre las fuentes de financiamiento para la educación ambiental, el reciclaje, la prevención de la contaminación y otros programas. Con el apoyo del Programa de Asistencia General en Materia Ambiental para los Indígenas (gap), un grupo de kumiai estableció la Campo Environmental Protection Agency (cepa), para apoyar programas contra la contaminación y la protección de las humedades. Las problemáticas de los indígenas de la frontera también han sido abordadas por el Subcomité Internacional del Consejo Asesor Nacional sobre la Justicia Ambiental.

La relación de gobierno a gobierno que guía la interacción entre la epa y los pueblos indígenas es muy diferente a la que existe en México entre los pueblos indígenas y organismos como la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), debido a que la legislación mexicana no reconoce a los pueblos indígenas, ni los diferencia de otros grupos de ciudadanos. La participación india en el programa binacional Frontera xxi es un buen ejemplo. Los representantes indígenas estadunidenses han participado en las últimas tres reuniones de coordinadores nacionales y sus consejos discuten actualmente su participación en la agenda de programa. Sin embargo, los indígenas de México no han sido invitados al programa Frontera xxi porque, como expresó un funcionario de la Semarnap, "ya están representados".


Al establecer la nueva frontera entre Estados Unidos y México, el Tratado de Guadalupe dividió a los pueblos indígenas e impidió una vida normal en sus comunidades. En los últimos veinte años, el contacto entre miembros de un mismo pueblo que desean visitar a sus familiares, viajar a lugares sagrados u ocuparse de asuntos en el otro lado, se ha agravado aún más por el efecto de las políticas de control a la inmigración y la guerra contra las drogas.

Muchos kumiai que ocupaban la zona de San Diego fueron forzados a refugiarse en las montañas o en México. Hasta 1993 los kumiai de Baja California podían conseguir tarjetas de cruce fronterizo baratas. Sin embargo la Border Patrol descubrió que personas ajenas a los kumiai usaban estos pases, por lo que dejó de aceptarlos. Hoy los kumiai necesitan pasaportes normales, que requieren actas de nacimiento con costos prohibitivos para los indígenas. Actualmente, representantes de este pueblo negocian con el Servicio de Naturalización e Inmigración (ins) un pasaporte especial que les permita viajar por su territorio como lo han hecho desde tiempos inmemoriales.

Enfrentados a la gama acostumbrada de presiones sobre sus tierras, así como a las barreras a los intercambios culturales y a la comunicación intertribal, provocadas por la militarización, los pueblos nativos han empezado a consolidar lazos transfronterizos. En el frente ambiental, pueblos como los o'odham y los cucapá han empezado a participar activamente en iniciativas como la Alianza Internacional del Desierto de Sonora, una organización no gubernamental binacional abocada a la protección del ecosistema desértico. A pesar de la controversia que suscitó la creación de la Reserva de la Biósfera Pinacate en tierras que los o'odham consideran suyas, los miembros de este pueblo tanto en Estados Unidos como en México, han intentado participar en la administración de la reserva.

Asimismo, los pueblos indígenas han adoptado estrategias binacionales para abordar las problemáticas sociales y de derechos humanos. La Alianza Indígena Sin Fronteras, con sede en Tucson, realiza sesiones de capacitación de ambos lados de la frontera para educar a las comunidades indígenas sobre sus derechos; además, divulga abusos a los derechos humanos cometidos por la Border Patrol y trabaja con el ins para establecer procedimientos que faciliten el tránsito de los grupos indígenas. Los yavapai-apaches y los yaquis pascua, entre otras tribus de Estados Unidos, visitan con frecuencia a sus comunidades hermanas de México, y les donan artículos como equipo informático. Asimismo, los pueblos indígenas mexicanos ayudan a sus parientes del norte mediante talleres sobre la lengua, culturas y medicinas tradicionales. En 1989 se realizó una Cumbre de Tribus Fronterizas en Arizona, y en 1994 y 1995 se celebraron reuniones de pueblos indígenas de ambos países, en México.
 

Tomado de borderlines, publicación del Interhemispheric Resource Center

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