Antesala

El blues de Betsy en San Ildefonso. Por supuesto que usted, blusero(a) lector(a) que también admira a Lucha Reyes, sabe perfectamente a quién nos referimos (por cierto que un amigo, superfan declarado de B. Pecanins, la bautizó cariñosamente como Bluserito -saludos, Rafa Becerra y fam.). Pues el Antiguo Colegio de San Ildefonso ha organizado un concierto a beneficio de su voluntariado. Primero habrá una visita guiada al museo, a las 14:30 hrs.; a las 19 hrs. se llevará a cabo el concierto con la mismísima Betsy y su blues en inglés y en español, las canciones mexicanas que ella ha vuelto contemporáneas, un repertorio selectísimo de Los Beatles y, para finalizar, uno de sus toques originales: las rancheras bluseadas. Y después de que Betsy los deje bien prendidos, por ahí de las 21 hrs. habrá un despresurizante coctel (quiero decir que con la ingesta de licores varios se pretende nivelar a la amable concurrencia: bajar a los que se treparon a las lámparas y subir a los que se abismaron en el profundo azul -los famosos ``azules que se caen de morados'' de Pellicer, aunque el maestro Zaid diga otra cosa). En fin, que todo este paquete que le estamos ofreciendo, que le estamos ofertando, vea usted, acérquese, mírelo y llévelo por sólo 120 paolizados, unamizados y por-mi-raza-hablará-el-espiritualizados, oiga usted, como donativo, el jueves 3 de febrero en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico, Mexico City). Informes: 5702-6378 y 5702-2991. ¡Uf!

Para viajar sin moverse. (Nota bene: lo que va usted a leer a continuación es un mero producto del insomnio de este antesalista, a quien no le consta nada y sólo se atreve a especular para divertir al amable lector/a que lo favorece cada domingo. Los nombres son reales -se piden disculpas- pero la situación es ficticia. Se aplican restricciones.) Un día, cualquier día, el Arq. Indalecio Martínez Sánchez se reunió con Victoria Koloffon y con Alejandro Cortés, y les dijo: Ustedes tienen cara de coordinadores. ¿Qué tal si armamos un ciclo de conferencias sobre Egipto? Yo he viajado mucho, he estudiado la arquitectura y el arte egipcios, también he grabado todos los programas del Discovery Channel y del Canal Once. Tú conoces a los del Museo Soumaya y él (o ella) es bueno(a) para las relaciones públicas. Ahora, ¿cuántas personas quieren viajar a El Cairo? ¿Diez mil? ¿Cuántas pueden? ¿Mil? ¿Cuántas pueden pero les da miedo, por la situación siempre volátil del Oriente Medio? ¿Otras mil? Bueno, pues con que asistan al ciclo de quince sesiones unas 50 o 100, todos salimos ganando: ellas porque viajan y conocen el misterio que rodea a la civilización más esplendorosa de los albores de la historia humana... Permítame anotar eso para la publi -dijo uno de los coordinadores-... (¿Ya?) sin moverse de su hábitat. Y nosotros (esto no lo anote) si cobramos módicos 500 fobaproados que pasan a ser IPABeados. Alguien, no se sabe quién, gritó animadamente: ¡Juega el pollo!, y el próximo jueves 17 de febrero dará inicio El encanto de Egipto y sus grandes monumentos, ciclo de quince sesiones, todos los jueves de 16:00 a 19:15 hrs. en la Sala de exposiciones temporales de Plaza Cuicuilco. Si no tiene mayor cosa que hacer los jueves de febrero, marzo y abril, y dispone de los módicos ya-sabe-cuántos, asista usted, lector(a) amigo(a) de viajar en la cápsula del tiempo sin moverse de su ciudad, y de paso premie a las ideas sencillas pero eficaces... sin importar cómo haya sido concebido en realidad el ciclo.

Cuerpo y paisaje. Orografía del cuerpo humano. Anatomía del paisaje. El pincel es bisturí y del color nacen las entrañas de la tierra. La estratigrafía es la ciencia que estudia las capas de tintes vueltas piel. Piel del rostro colorido que de tan anónimo parece un continente perdido. La pintora Gilda Castillo aborda así el cuerpo y el paisaje en su obra reciente: primero ve la geometría del espacio abierto. De ahí salta al bosque y luego a los árboles. Lo explora todo como geografía para acercarse al cuerpo humano. Gilda Castillo -como Levi-Strauss, como Lacan, como Woody Allen- deconstruye. Y cuando la unión de organismos al parecer lejanos sucede, sucede en el cuadro, donde la alquimia ha logrado que el todo sea más que la suma de sus partes. Muerte y memoria son los componentes de la sobrevivencia, parece decirnos Gilda Castillo en su exposición Obra reciente, que se inaugurará este jueves 3 de febrero a las 19:30 hrs., en la Galería de Rectoría General de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), ubicada en Prolongación Canal de Miramontes 3855, col. Ex Hacienda San Juan de Dios, Tlalpan. Si usted, lector(a) que cree que la película Todo el poder no es una comedia sino un filme de terror, y no sabe llegar, hable al tel. 5483-4089, o escriba al e-mail [email protected] para que le digan cómo o le manden el mapita. Vale.

Carlos García-Tort

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Bazar de asombros


La defensa del Colo Colo
y me fue como en feria (II)


Terminada la ceremonia, fui a mi cuarto del Hotel Hilton (cada vez más parecido a un Holiday Inn ineficiente). Al bajar al segundo piso para asistir al banquete inaugural, vi a Doña Tencha acercarse al elevador, acompañada de una vigorosa señora vestida de negro. Intenté acercarme para saludar a la viuda del presidente de Chile, pero la señora (tal vez una guardaespaldas profesional) me cerró el paso, me propinó un eficiente empujón y me acomodó, con habilidad digna de un defensa del Colo Colo, un rodillazo leve, pero categórico, en uno de mis meniscos, últimamente tan zarandeados por el tiempo que hace... que nací. Sin duda vio en mí a un ``momio'' dispuesto a agredir o a un entrometido cazador de autógrafos. Tengo la impresión de que el tiempo me ha formado una cara de viejecillo inofensivo, pero... ``caras vemos, corazones no sabemos'', como dice el cínico refranero. Entraron rápidamente al elevador; reprimí un aullido doloroso y algunas expresiones folclóricas, me tomé un analgésico contundente y encaminé mi cojear lamentable rumbo al lugar del comelitón. Como decían los narradores del XIX, cuál sería mi sorpresa al ver que la señora del rodillazo al ``momio'' (o al moscón) formaba parte del equipo de la Embajada de Chile. Nos miramos y, como no escuché disculpa alguna, opté por saludarla con mi corbata a la manera del caballeroso e inseguro Oliver Hardy. Cantando ``ahí viene la u'' entré al enorme salón y logré sentarme en una mesa ocupada

por ex compañeros y ex alumnos del Instituto. De ahí, el embajador, profesional del protocolo y político justo, me llevó a la mesa que Doña Tencha compartía con Gonzalo Martínez Corbalá, Carlos Monsiváis y los cónsules honorarios de Chile en Guadalajara. Gonzalo fue, todos lo recordamos y no cesamos de alabarlo, el valeroso y digno embajador de México que enfrentó a los espadones golpistas y logró salvar a un número grande de militantes de los partidos de la Unidad Popular. Brindamos por el presidente perpetuo de Chile, Salvador Allende, y recordamos que su caída significó el fin de la decencia política en nuestro continente, la liquidación del Estado con responsabilidad social y el ingreso al poder de los neoliberales pastoreados por el Banco Mundial y sus crudelísimos tecnócratas.

Estaba a punto (el analgésico ya había cumplido su misión) de hincarle el diente a un jugoso langostino, cuando una funcionaria de la Feria consideró prudente asestarme una serie de reproches sobre las declaraciones hechas por un grupo de jóvenes poetas cuya antología yo había presentado en México (había constancia fotográfica de mi presencia en medio de los declarantes). Le dije que yo nada sabía del asunto, pues la fotografía había sido tomada mucho antes del inicio de la FIL. Al ver mi perplejidad ya no insistió, pero se fue cargada de dudas y sospechas. Pensé en retirarme con mi dignidad herida pero, ante los langostinos y las pinzas de centolla sacados del mar de Chile el día anterior, y viendo el rojo resplandor de un Undurriaga añoso, mi dignidad decidió aplazar su airado mutis.

Me vi obligado a regresar a la Feria a los dos días. Ayudado por un bastón cumplí mis compromisos con amigos homenajeados o presentadores de libros. Los organizadores me alojaron en un hotel del centro rebasado en todos sus servicios por una invasión de infatigables folcloristas. Concilié el sueño durante una o dos horas, aprovechando el desplome en el estado catatónico de los intrépidos tocadores de instrumentos contundentes. Logré huir de unas comidas más insípidas que las servidas por American Airlines a los pasajeros de su clase ala izquierda, gracias a la invitación taquera y pozolística de algunos amigos caritativos y salí corriendo (el bastón frenó mi veloz retirada) de la ``clara ciudad'' en el primer vuelo disponible.

En fin... Sigue el cine mudo dando el ritmo a muchas ``secuencias'' de mi vida. Por lo tanto, sollozo mientras me rasco la cabeza, saludo con la corbata y me aferro a la manecilla del reloj gigante. Abajo están el abismo y el pastelazo del tiempo.

Hugo Gutiérrez Vega
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CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

pompas fúnebres (I)

1

El difunto hace mutis del teatro del mundo, sale de escena, pero deja ahí su cuerpo. ¿Qué hacer con él? No hay muchas maneras de deshacernos del cadáver. El paganismo grecolatino optó por quemarlo y luego dar sepultura a los huesos mondos y lirondos en un túmulo. Judaísmo y cristianismo, escribe el gran Paul de Saint Vieter, ``tratan con dureza los cadáveres; vuelven la carne a la tierra y la arrojan desnuda y sin defensa a la tumba''. Job dice a la podredumbre: ``tú eres mi madre'' y a los gusanos del sepulcro: ``ustedes son mis hermanos y hermanas''. La práctica del entierro, tan común entre nosotros, habría horrorizado a un griego clásico, ya veremos por qué.

Además de estas canónicas formas de deshacernos del cadáver, ¿qué otras hay? Se puede echarlo al mar, como se hacía en las largas travesías, pero es ocasional; disolverlo en una tina con ácido, práctica de algunos criminales de novela policiaca, es caro y complicado; devorarlo, como cuentan las fantasías de canibalismo, es de mal gusto (aunque, claro, ayudaría a resolver problemas de nutrición, como sugirió Swift). Entregarlo en una torre a la voracidad de las aves de rapiña, como prescribe el Zend-Avesta, es muy elaborado y poco higiénico, como recuerda Tabucchi en su novela sobre la India, porque las aves carroñeras siguen revoloteando por ahí y contagian enfermedades que en gran cantidad trasmiten los cadáveres, detalle de salubridad pública que no previó Zoroastro.

Queda, claro está, luchar contra la destrucción del cuerpo, esto es, volver a las melancólicas devociones de la momificación. En Egipto el arte de embalsamar se practicó en gran escala, con frenesí embalsamador: todo lo vivo, como veremos, era momificado: mujeres, hombres, de toda condición, hasta esclavos o leprosos, niños, fetos, animales, gatos, monos, pájaros, huevos de serpiente, escarabajos, cocodrilos, ratas, todo minuciosamente conservado gracias a una farmacia enérgica e incansable. Como todos sabemos, en materia de pompas fúnebres, nadie iguala a los egipcios.

2

Ahora bien, todos los ritos funerarios están en función de un dualismo delicado, a saber, cuando alguien muere, queda, ya lo dijimos, el cuerpo, en eso hay unanimidad, pero algo se va, y en eso no hay siquiera mayoría de votos. ¿Qué es eso que se va? Los griegos lo llamaban psique, nosotros alma. La idea escéptica según la cual no se va nada y en el cuerpo acaba todo el cuento, es idea reciente, desconocida entre los antiguos hasta Epicuro y Buda (cuando termina la rueda de las transmigraciones). Es curioso pensar que esta idea, hoy común, que ata el alma al cuerpo y la condena a no sobrevivirlo, sea tan elaborada, compleja e inaceptable al pensamiento humano.

Si quieren comprenderse los rituales funerarios griegos, de los que hablaremos, es preciso tener cierta noción de lo que se entendía por psique o alma en tiempos de Homero. Primero que nada la psique homérica no corresponde a nuestra idea de espíritu o alma. Por ejemplo, la psique desprendida del cuerpo no es inteligente, no tiene conciencia ni voluntad y apenas sabe quién es. Entonces, ¿qué es? Sombra, imagen, una especie de ``otro yo'' o doble muy amortiguado del hombre vivo. Hay pues una suerte de doble vida: la tuya y la de tu psique, éstas permanecen atadas o identificadas en tu vida consciente, pero, por ejemplo, cuando estás dormido y sueñas (el sueño era para los griegos hermano gemelo de la muerte), tu cuerpo queda inconsciente en la cama y tu psique puede deambular separada y autónoma. En sueños esta ``imagen o sombra del durmiente'', dice Erwin Rohde en su gran tratado sobre el asunto (Psique, FCE, traducido por Roces), ``ve y vive por dentro, en sueños, muchas y extrañas cosas. Las ve y vive él mismo (no le cabe ni puede caberle de ello la más leve duda) y no las ve y vive, sin embargo, su yo visible, harto conocido de él mismo y de los otros, pues este yo yace como muerto, inasequible a cuanto sean impresiones. Esto quiere decir que vive en él, alojado en su interior, otro yo, el que obra en sueños, mientras aquél duerme''.

Esta especie de imagen nuestra, aérea, delicada, es la que sobrevive a la muerte. Pero sólo como imagen, algo así como nuestro reflejo en el espejo. ``Es algo etéreo, intangible'', sigue diciendo Rohde, ``inaprehensible, a diferencia del yo visible; por eso, precisamente, recibe el nombre de psique''.

La idea de una felicidad o culminación de ultratumba, en la ``otra vida'', es aportación cristiana, por eso nos es tan familiar, pero fue desconocida tanto para los griegos como para los judíos. Cuando Ulises, en la Odisea, baja al Hades y habla con los muertos, lo que encuentraÊes deprimente y poco alentador en extremo. El Más Allá judío es elemental y confuso. El detallado y puntual Más Allá descrito en La divina comedia es, por completo, cristiano.