Ť La serie alusiva a esos animales ha sido recuperada en un libro por el CNCA


Los insectos en la vida de un pintor

Miryam Audiffred Ť La memoria de Francisco Toledo está habitada por insectos de múltiples formas y colores. Son muchos los pasajes de la infancia del pintor que no pueden concebirse sin imaginar también las patas largas de una avispa, el gordo aguijón de las abejas o el tierno canto de algún chapulín.

chapulin Fco Toledo Las anécdotas sobran y por eso es fácil mencionar en estas líneas uno de los recuerdos más divertidos del pintor juchiteco, quien en varias ocasiones ha hablado de sus luchas en Minatitlán.

Como su padre era un negociante de azúcar, la casa en la que pasó sus años de niñez tenía un gran almacén en el guardaban cientos de sacos repletos de pequeños cristales dulces, que en época de lluvias se mezclaban con el agua para producir torrentes de miel. El olor atraía a muchos insectos, pero las abejas eran las más se atascaban con el festín. Invadían el cuarto y lo transformaban en una gigantesca colmena que él y su papá tenían que destruir a palos.

No faltó el piquete de alacrán ni la inevitable fiebre producida por el encuentro de un animal con un pie descalzo o unos ojos admirados; extraña relación que hoy ha sido llevada al libro Francisco Toledo. El ideograma del insecto.

Publicado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes con un texto de Jaime Moreno Villarreal, el ejemplar pone al alcance de cualquiera la serie Insectario hecha por el pintor sobre varios tipos de papel ųnormal, japonés y hecho a manoų, hojas de plata y en un cuaderno chino.

Se trata de más de 30 acuarelas que no han dejado de viajar por el mundo. Desde su primera presentación en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, en diciembre de 1997, las obras han vagado por Celaya, Tijuana, Querétaro y Nueva York, en cuyo Centro Cultural Mexicano se encuentra actualmente.

La colección Círculo de Arte ųdel CNCAų ya había publicado antes un libro con imágenes del pintor que dejan conocer una faceta que es desconocida para muchos: la de ilustrador.

Nos referimos a El cuento del conejo y el coyote, historia zapoteca que fue adaptada por Víctor y Gloria de la Cruz y retoma una de las narraciones preferidas de los niños oaxaqueños.