* Regresan a la cárcel a recoger testimonios de presos


Como en 68, Poniatowska y Gilly se solidarizan con estudiantes

* Nunca creí que la policía se atreviera a violar la autonomía; ahora sé de lo que es capaz el gobierno, dice Sabás Medina

María Rivera * Aquella noche vieron cruzar el fantasma de Tlatelolco. Mientras viajaban en el camión que los llevaba con rumbo incierto, mil ideas cruzaron por su mente. Aunque la mayoría ha escuchado más que leído los relatos del 68, todos se sienten sus herederos. Son los estudiantes presos por los sucesos ocurridos la noche del martes pasado en la Prepa 3. A su memoria regresaba una y otra vez el tres de octubre de hace 32 años, cuando el silencio envolvió al país después de la matanza. El miercóles suspiraron aliviados, algunos medios los volvían visibles. Y para terminar de exorcizar aquel fantasma, al mediodía de ayer recibieron visitas inesperadas: Elena Poniatowska y Adolfo Gilly.

El preso y la cronista de aquel movimiento regresaron para escuchar las voces de los estudiantes. "No, no hubo abandono".

Elena Poniatowska se adentra en las entrañas del penal. Recorre los dormitorios. Minuciosa, como es, recoge todos y cada uno de los testimonios de los muchachos que hoy viven su experiencia de cárcel. Lo hace como lo hizo con Siqueiros, con los ferrocarrileros ųValentín Campa y Demetrio Vallejoų y también con los muchachos del 68.

Sensible, por momentos frágil, Sabás Medina Retana, estudiante de Ciencias Biológicas de 25 años, recuerda su incredulidad la tarde de su detención. "Yo creí que no iba a pasar nada. Aunque sabía que venían los policías hacia la Prepa 3 pensaba para mis adentros: esto es sólo para amedrentarnos, es materialmente imposible que violen la autonomía".

Salvador Sánchez, de 18 años, estudiante de la Prepa 3, también rememora la confusión de aquellas horas. Aunque todavía conserva rasgos infantiles, se endurece cuando toma la palabra. "Yo quería saber qué estaba sucediendo. šNo entendía nada! Ahora sé de qué cosas es capaz el gobierno...". Cuatro días después ya no tienen miedo ni dudas. Saben que su futuro es incierto y aceptan el hecho. Sobre lo que sigue, sus versiones confluyen: "No somos rehenes del gobierno. Si debemos pasar un tiempo acá lo pasaremos. Pero no somos parte de la negociación, lo fundamental es el tema de la educación".

En Sabás la religión mormona en que se educó ha dejado huella. Recuerda que después de la zozobra, cuando llegó al Reclusorio Norte, rezó. "Padre celestial dame fuerza para soportar". Aunque creció en ese ideal que no protesta, que usa ropas austeras, que no escucha música moderna, él siente que no puede soportar las injusticias, le encanta llevar pelo largo y ropas holgadas; desvaría con el rock de Pearl Jam, así como con el ska de Matatena y Nana Pancha. Desde la preparatoria empezó a participar en el movimiento estudiantil. Su madre ųque mantiene a sus hijos con su cocina económicaų vivió de cerca el movimiento del 68. Algunas tardes les contaba sus tiempos de estudiante preparatoriana y de cómo uno de sus maestros perdió la vida en aquella lucha. Ahora lo ha apoyado durante estos meses.

 

El CGH dejará huella

 

ųƑCreías que iba a durar tanto tiempo el paro?

ųNo, pensé que cuando mucho iba a durar unos dos meses. Cuando llegamos a los ocho meses y volteé para atrás šuff!

ųƑHa valido la pena?

ųSí. Cualquiera que sea el resultado el CGH habrá dejado huella. El gobierno sabrá que no puede dar su palabra, comprometerse, y después dejar de cumplir.

ųY la cárcel Ƒno los asusta?

ųEstamos tranquilos. Lo importante es ganar los seis puntos. Si para lograr esto es necesario que nos quedemos aquí un tiempo špues va!. No somos ni los primeros ni los últimos presos políticos. Además dicen que la cárcel también es escuela.

ųƑVotas?

ųNo. No creo en los políticos. Pero eso sí, anulo mi voto...

Con una camisa a cuadros abierta y pantalones deslavados, Salvador Sánchez parece un muchachito cualquiera de Ecatepec. Hasta que empieza hablar. Argumenta, cita, desmiente, es decir, tiene sus razones. Se siente particularmente implicado por los hechos del pasado martes. Ufano, empieza a hablar de la presencia que ellos, el CGH, "tienen" en la Prepa 3, pero sus compañeros lo corrigen: "šTenían!". Ahí se percata de que ese bastión ya cayó. Pierde la sonrisa y empieza a hablar de su frustración en aquella tarde. "Me sentí atado de manos, sinceramente yo no creí que ellos se iban a atrever a violar la autonomía".

Su padre es electricista, su madre ama de casa. Tiene tres hermanos y dice que empezó a participar en el movimiento por él, por su familia, para que sus hermanos tuvieran educación gratuita, "para que no les quitaran ese derecho". Ahora su visión se ha ampliado. "Cuando me subo al micro y voy viendo a todos esos niños de la calle, a todos los pobres, me doy cuenta de que no sólo la educación está en riesgo, este gobierno nos está amolando a todos. Ahora también sé lo que nos pasa a los que nos atrevemos a protestar. šLo meten a uno a la cárcel!".

ųƑCómo te empezaste e involucrar en el movimiento estudiantil?

ųPor mis tíos, que eran estudiantes de la preparatoria de San Ildefonso en el 68. Ellos me contaron lo que pasó. Yo dudo de los libros, creo más bien en los testimonios directos. Después, cuando empecé en la prepa, tuve un maestro, José Victorín Vergara, que nos ponía a leer textos. Me acuerdo de uno de Marx que decía que el hombre se hace de sus experiencias y yo creo que es cierto... Ese maestro siempre nos enseñaba a debatir, a argumentar, a hacernos escuchar.

ųƑHay algún político al que le creas?

ųSinceramente no. No hay diferencia entre los de uno y otro partido: nada más cambian de color.

En uno de los dormitorios del reclusorio, Adolfo Gilly responde a las dudas y los reclamos de los jóvenes. Todos parecen haber leído sus editoriales en La Jornada. Lo que les hace ruido es su filiación perredista.

Le preguntan a nombre de quién los visita. El los para de entrada: "Yo no vengo a nombre de nadie más que de Adolfo Gilly, profesor de la UNAM". Les recuerda que su postura ha sido la misma durante todos estos meses: a favor del movimiento. Poco a poco empiezan a escucharlo. Les expresa su solidaridad y da consejos prácticos para sobrellevar la prisión. Al salir ya puede embromarlos. "ƑNo me robaron nada aquí?", pregunta palpándose los bolsillos. "šSomos terroristas, no ladrones!", ironizan.

 

Merecen ser escuchados

 

A estos jóvenes, que saben del 68 de oídas más que de lecturas, les sorprende verse visitados por Elena Poniatowska. Algunos reconocen que no la han leído, pero todos saben que escribió La Noche de Tlatelolco. Le dan las gracias por su visita, pero la confrontan. Le preguntan por el desplegado que firmó a favor de la propuesta de los eméritos. Ella dulce, pero firmemente, defiende su postura sin dejar de ofrecerles su solidaridad. "Lo firmé porque en ese momento creí que era lo mejor, estaba todo tan empantanado. Es importantísimo que ustedes ganen, que les respeten sus derechos, pero tienen que ser más conciliadores". Los escucha pero también los enfrenta a sus contradicciones. "Esa no es forma de referirse a las mujeres en sus asambleas, tampoco pueden ser tan cerrados". Todos, ella incluida, no pueden dejar de recordar aquellas jornadas en Lecumberri en que recogió aquel coro del Consejo Nacional de Huelga que sacudió a varias generaciones.

ųƑElena, qué similitudes encuentra entre estos jóvenes y los del 68? ƑQué diferencias?

ųSon los mismos jóvenes. sólo que ahora hay más mujeres participando en el movimiento, mayor información y más capacidad de expresarse. Saben decir lo que quieren y merecen ser escuchados.