Antesala

¿De qué murieron los quemados? Ya lo declaró sorpresivamente la Iglesia católica, confirmando lo que usted, lector(a) apóstata o de plano hereje, y yo, antesalista modestamente agnóstico, habíamos venido sospechando: el infierno de todos tan temido siempre ha estado aquí, entre nosotros, en nosotros; no es sólo la falta de la visión de Dios, es el espejo humeante del oscuro Tezcatlipoca; es -diría Borges- la suma entera de nuestros actos, que al unirse forman la imagen de nuestro rostro verdadero, el cual estaríamos condenados a ver durante la eternidad -cualquier cosa que esto signifique. El infierno es el otro, decía Jean-Paul Sartre, en el sentido de que es la Otredad la que te otorga certeza, la que te juzga y condena, la que te regresa la imagen distorsionada de ti mismo(a); la que, en fin, te traiciona, te es infiel, te manda, pues, al averno. La luciérnaga extraviada, el poemario más reciente de Ana María Jaramillo, nos remite a una intensidad quemante que emana del amor y el desamor, esa dialéctica implacable en que se encierra la pareja humana. La librería Pegaso del Centro Cultural Casa Lamm (Alvaro Obregón 99, esq. Orizaba, col. Roma) lo invita a usted, lector(a) corroído(a) por el peor de los infiernos, a la presentación del libro, en la que participarán Esther Seligson, Francisco Segovia, Bill Landau (psiquiatra y psicoanalista), José María Espinasa como moderador y la propia autora. En la invitación nos precisan que al final del acto habrá un fandango jarocho con el grupo Los indios verdes de la sierra de Guadalupe, para que pueda usted exorcizar a zapatazos los chamucos que seguramente se convocarán allí (sobre todo por parte del Doctor Psiquiatra, como dijo Gloria Trevi). La cita es este miércoles 9, a las 20 hrs. Por si las moscas, lleve crucifijo.

Uno de dinosaurios. El próximo sábado 12 será inaugurado, en Cuernavaca, Morelos, el Museo de Acervo Paleontológico (MAPA). Su fundador y director, el ingeniero civil Roberto Malvido Arriaga, desde los años sesenta empezó a encontrar y recolectar fósiles de diversos estados de la República. A partir de 1990 la colección se incrementó notablemente (este antesalista supone que a raíz del descubrimiento de un magnífico yacimiento fosilífero ubicado en la CTM, con el Fidelvelázquex Rex, el Rodriguerraptor Alcainex -(a) el Cuñado, (a) la Guera, (a) Periquín, (a) el Espumoso, más los nombres científicos que se acumulen esta semana-; el Blaschumaceróptero, el Gamboapascoerectus, etcétera. Estos ejemplares pertenecen al periodo conocido como cetémbrico temprano, de reciente clasificación; todavía está en estudio otra era, el atlacomulco tardío, ya sabe usted: el Tiranosaurio Janck, el Montielóptero Alzhaimerus y otros graciosos ejemplares). Ahora, la colección, que ya reúne cerca de 900 piezas (pero todavía no incluye a los fósiles que nombramos entre paréntesis), será exhibida de forma permanente en el MAPA (calle de Venus 15, col. Jardines de Cuernavaca). El museo cuenta, además de los fósiles, con el apoyo de material audiovisual. Según su fundador, las puertas del MAPA se abren Çpara que entres a descubrir el pasado y salgas a reconciliarte con la naturalezaÈ. En la inauguración participarán Carlos Payán Velver, Luis Espinoza, Santiago Genovés y Adriana Malvido. Asista usted, ya sea a la inauguración, o cualquier fin de semana que vaya a la ciudad de la eterna primavera.

Los lectores, ah, los magníficos lectores. A propósito de los quince años que nuestro periódico acaba de cumplir el milenio pasado, alguien tuvo la magnífica idea de editar un libro donde se dejara constancia de la voz de aquellos que mantienen vivo y vigente a este periódico: sus lectores. Con un prólogo de Elena Poniatowska, llamado precisamente ``El Correo Ilustrado'', se recopilan en él (el libro, of course) las cartas del Respetable que día con día nos lee y se toma la molestia de enviar su opinión, ya sea para alabarnos, para criticarnos e incluso vituperarnos. Mal nos está decirlo, pero a La Jornada Semanal le tocan un buen número de menciones -desde aquel o aquella que no puede pasar a gusto su domingo si no nos lee, hasta ese(a) que opina que La Semanal es malísima, malísima, y que ella en lo personal se salta olímpicamente algunos artículos porque quién se va a atrever a leer tantas páginas con esa letrita y de corrido (lo bueno es que todavía existe El libro vaquero, para que no se les canse la vista). En fin, ardores aparte, el libro se llama La Jornada de los lectores y puede usted encontrarlo en la librería La Jornada Roma, en la calle de Alvaro Obregón 106.

Gozos de antesala. Como en toda antesala que se respete, ésta que tiene usted en las manos, lector(a) amigo(a) que no se amedrenta por el ojo c(l)ínico que la encabeza, tiene su sillón virtual donde puede usted esperar pacientemente a tomar fuerzas y arrancarse a leer lo que le tenemos reservado cada semana. Pues resulta que llegó a nuestra redacción un libro de cuentos (¡eróticos!) llamado Sobre un sillón de piel... los juegos, escrito por Ivonne Cervantes Corte. Por el título suponemos que los escarceos e incluso el acto mismo deben ser más cachondones en un sillón de piel por lo cual nos apresuramos a informar que esta Antesala está estrenando sillón de cuero virtual. (Sin embargo, tengo la impresión de que a la hora de la muerte chiquita y los sudores correspondientes, al separarse del sillón ocurre en la espalda del(la) yaciente un efecto velcro, que suma su piel a la del sillón; si usted lo prueba, no deje de avisarnos.)

Carlos García-Tort


Bazar de asombros


BAILANDO CON NEOLIBERALES ACTIVOS Y PARISTAS

Hace unos días, en una mesa redonda sobre todas las cosas del cielo, la tierra, el subsuelo y sectores del infierno, uno de los participantes, al escuchar mis ataques al neoliberalismo, replicó que esa cosa no existe y que no es más que un invento del Mosh, el Subcomandante Marcos, Fidel y los estalinistas, maoístas, senderistas y norcoreanos que todavía andan por ahí, agitando masas y preparando el camino para la inminente revolución del proletariado o del lumpen cada vez más grande en la sociedad capitalista por culpa de la economía planificada. Esta es, según el indignado dómine, la culpable de todos nuestros males. El neoliberalismo es, para el educador indignado, una entelequia demagógica producida por los radicales (el presidente Zedillo inventó recientemente un desafortunado neologismo: ``globalifóbico''. Este exceso inexplicable produjo una serie de consideraciones que, en realidad eran refutaciones, del mismo presidente Clinton).

Le contesté con estadísticas (creo que esas cifras producen efectos demoledores en los tecnócratas que adoran los números y los cálculos): hace un mes les quitaron su vaso de leche a un millón 600 mil niños; treinta y cinco millones de mexicanos son analfabetas totales y el sesenta y dos por ciento de la población es de analfabetas funcionales; México ocupa el lugar dieciocho entre los países más ricos y el ochenta y uno en ingreso per cápita (abajo de El Salvador y de Marruecos). La cifra del analfabetismo y el empobrecimiento de la población se han incrementado en los últimos diecisiete años y, por otra parte, el desordenado crecimiento demográfico, para beneplácito del Papa y el Episcopado mexicano, empeora la situación y nos pone en un callejón sin salida. Por último, le refresqué la información de lo sucedido en Seattle durante la reunión de la OMC y mencioné el terrorífico nombre del Fobaproa y de su hijo adulterino. Es obvio que siempre hemos tenido problemas peliagudos y cometido errores de cálculo y de planeación, pero las desgracias actuales incluyen la resistible ascensión del Mosh y vociferantes que lo acompañan (la retórica que usan tiene un tono parecido al de los senderistas), todos ellos cómplices del neoliberalismo, pues pretenden destruir a una universidad pública que fue y que, cuando se larguen los reformadores de pacotilla, tal vez involuntarios asistentes del FMI y del Banco Mundial, seguirá siendo lo que siempre ha sido (a pesar de la voracidad y de la superchería de algunos de sus dirigentes y de su nomenklatura administrativa aferrada a la cada vez más flaca ubre de la debilitada nodriza): el lugar de formación de las clases populares. En fin, de lo que de ellas queda. No olvidemos que desde hace diecisiete años las pequeñas y medianas empresas asfixiadas por los monopolios se han visto en la necesidad de cerrar sus puertas. Por otra parte, recordemos cómo los antes optimistas ``paterfamilias'' ingleses organizaban para sus niños un itinerario educativo de excelencia basado en el modelo inglés: Eton, Oxford o Cambridge (las niñas: Cheltenham, Oxford o Cambridge). Las otras escuelas eran para las clases bajas (muy buenas eran, por cierto, en los años laboristas, pues Wilson promovió el desarrollo de las notables Comprehensive Schools). Los del Imperio vivo mandan a sus cachorros a escuelas religiosas y a universidades de la Ivy League (Liga de la enredadera), que son las que tienen pátina académica y vegetal. ¡Ah!, olvidaba decir que los ingleses llaman a sus universidades nuevas: red bricks (ladrillos rojos), enfatizando así la insoportable juventud del centro de estudios y su consiguiente falta de tradición. El camino real mexicano partía del colegio de los jesuitas (si no había cupo estaban los maristas, salesianos o agustinos recoletos, entre otros, para los machitos y para ellas estaba el de las Damas del Sagrado Corazón, orden tan casta y modesta que exigía a sus pupilas bañarse con el camisón puesto para evitar que sus manos tocaran las carnes temblorosas de deseo y de concupiscencia). Los dos sexitos terminaban en la Ibero, el Tec de Monterrey, el Iteso o las universidades de los Legionarios de Cristo o de los personeros del Opus Dei. Ahora, los miembros de la ex clase media, ya proletarizados, llevan a su hijos al ``Niño Artillero'' o al ``Leona Vicario'' y piensan en la UNAM, en el Poli, en las universidades estatales y en las muy eficientes universidades tecnológicas.

Por eso vemos con alarma que el neoliberalismo ``orientado'' por el Banco Mundial (se han publicado ampliamente los proyectos de los nuevos economistas para acabar con el ``insufrible y castrante paternalismo de las universidades públicas'' y para hacer que prevalezcan los administradores sobre los académicos en la vida universitaria) trata de cambiar las reglas del juego de la tarea educativa. Esto, en el caso de México, es totalmente inaceptable, pues las desigualdades socioeconómicas abismales así lo demuestran gritando con fuerza que, tanto en ése como en otros muchos campos, seguiremos necesitando la rectoría del Estado benefactor. Quieren, pues, los planificadores neoliberales y los integrantes del Comité General de Huelga (hace poco nos percatábamos del horrible parecido entre el cuento de Edgar Allan Poe ``El sistema del Doctor Alquitrán y el Profesor Pluma'', ubicado en un sanatorio psiquiátrico de Baltimore, y lo que está pasando en la UNAM) dañar gravemente a una universidad que realiza el setenta por ciento (o tal vez más) de la investigación científica que se hace en nuestro depauperado país, y que siempre ha encabezado y patrocinado los experimentos más audaces de la creación artística (sólo unas pocas veces ha ejercido la censura) y, sobre todo, que es la única esperanza para los miserables y pobres de esta nación que está en manos de unos cuantos empresarios y de sus cómplices, los políticos corruptos. Debemos repensar a la UNAM, pero debemos defenderla de los ataques neoliberales y del discurso ambiguo de sus cómplices y secuaces.

Hugo Gutiérrez Vega
[email protected]

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

pompas fúnebres (II)

Decíamos que la psique o alma, según los griegos homéricos, es un reflejo, imagen o sombra del yo del viviente, atada al cuerpo y, digámoslo, con claridad imperceptible al humano consciente (no tenemos acceso a ella). La psique sólo aparece cuando se desliga del cuerpo, y esto sucede sólo de dos formas, a saber, durante el sueño y después de la muerte. La psique no muere con el cuerpo porque es inmaterial y no admite disolución. Dice Píndaro: el cuerpo sigue a la muerte todopoderosa, permanece viva la imagen del viviente, porque ``sólo ella desciende de los dioses''. Ahora, ¿qué pasa con la psique una vez que se desliga del cuerpo? Para saberlo bien, vamos a hablar de ``Los funerales de Patroclo'' tal como están descritos en el deslumbrante canto 23 de la Ilíada.

El punto crucial, la idea operativa, yace en esta creencia: después de la muerte, la psique vaga como verdadera alma en pena sin poder entrar al Hades, y hallar ahí descanso, hasta que el cuerpo al que pertenecía es consumido en la pira funeraria, esto es importante: según los rituales apropiados. Sigue atada a ese cuerpo hasta que éste es purificado en la hoguera ritual. Es decir, las elaboradísimas pompas fúnebres, que veremos, responden a la necesidad de calmar a la psique errabunda del difunto, ayudarlo a entrar a su última morada, apaciguar su cólera y posible resentimiento.

Este último punto es muy común en las supersticiones que rodean a la muerte. Por ejemplo, es habitual que las tumbas tengan encima lápidas de piedra. ¿Por qué? La explicación que solemos darnos es que la piedra dura guarda la memoria del difunto, el ``aquí yace''. Mircea Eliade, malicioso, como debe ser un antropólogo, propone otra explicación: las tumbas se cubren con piedras para guardar, no la memoria, sino al propio difunto, esto es, para evitar que salga y ande espantando por ahí.

Ahora bien, decíamos que si el cadáver no es quemado, según ritual apropiado, la psique sigue atada al cuerpo y no puede bajar a descansar al Hades. La idea es siniestra, porque hasta que no consume el fuego ritual al cuerpo, el alma sigue vagamente sintiendo. Si, por ejemplo, se arroja el cadáver a los perros para que lo devoren, la psique (reflejo, imagen, otro yo) sentirá todavía cada tarascada. Y, peor que eso, no podrá descansar. Esta posibilidad, que aterraba aun a los héroes homéricos más valientes, explica la petición de Héctor que vamos a examinar.

En el canto 22 de la Ilíada, muere Héctor a manos de Aquiles. Pocas páginas se han escrito más emocionantes. Dicen que un día hallaron a Alejandro Dumas escribiendo y llorando. ``¿Qué pasa?'', preguntaron. ``Acabo de matar a Portos'', respondió el gran novelista. Sí, es horrible, que el gran mosquetero, gigante de fuerza, alegría y vitalidad, tenga que morir. Pues, ¿qué habrá sentido Homero al matar a Héctor, flor y espejo de héroes, pastor de huestes, esposo, hijo, padre y guerrero ejemplar? Pero el arte es así muchas veces, e impone sacrificios: el poema exige que Héctor muera, y Homero, de seguro no dudó, Héctor muere.

Ahora, Héctor muere porque trae la armadura de Patroclo, el amigo de Aquiles, al que él mató en combate. Esta muerte es la que hace regresar a la lucha a Aquiles, retirado del combate, como se sabe, por su pleito con Agamenón (narrada en el canto primero, ``La cólera de Aquiles''). Aquiles conoce bien esa armadura, como que era la suya, y se la prestó a su amigo Patroclo. Y sabe dónde no protege, y ahí, en el cuello, clava la lanza. Homero, con esa grave materialidad anatómica tan suya, dice: ``la punta penetró derecha a través del delicado cuello; y el asta de fresno, pesada por el bronce, no le cercenó la tráquea, con lo que todavía pudo responderle y decir unas palabras''. Estas palabras son las que nos interesan y estamos explicando.

Héctor, moribundo, suplica a Aquiles: ``Te lo suplico por tu vida, tus rodillas, tus padres. No dejes a los perros devorarme junto a las naves de los aqueos; en lugar de eso acepta bronce y oro en abundancia, regalos que te darán mi padre y mi augusta madre, y devuelve mi cuerpo a casa, para que al morir del fuego me hagan partícipe los troyanos y las esposas de los troyanos''. Aquiles, ``mirándolo con torva faz'', se niega.

¿A qué le tenía tanto miedo Héctor? A estar condenado a no entrar al Hades y que su otro yo, su reflejo, su psique, vague en pena para siempre. Aquiles, como vimos, no sólo se niega, sino que permite una acción de inesperada y horrenda vileza. La escena es ésta: Héctor yace muerto, Aquiles lo despoja de su armadura ensangrentada y ``los hijos de los aqueos acudieron corriendo y quedaron admirados de la talla y envidiable belleza de Héctor, y nadie hubo que se presentara y no lo hiriera. Y así decía cada uno, mirando al que tenía próximo: `Qué sorpresa. Ahora sí que es Héctor mucho más blando de tocar que cuando prendió las naves con el voraz fuego'''. Esta es una de las acciones más despreciables que se describen en la Ilíada, la soldadesca cebándose en el cuerpo indefenso del héroe, es indigna de un poema épico y es curioso que Aquiles la haya, no sólo tolerado, sino al parecer estimulado. Pero así es el realismo homérico: muerto el león se acercan a olisquear los perros.

Esta primera negativa de Aquiles a devolver el cuerpo de Héctor abre espacio para los patéticos hechos del canto 24 y último de la Ilíada: la súplica del anciano Príamo, los regalos, la anuencia final de Aquiles, la devolución del cuerpo y las honras fúnebres de Héctor, con que cierra el gran poema.

Pero esto lo veremos la próxima vez.