La Jornada martes 8 de febrero de 2000

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

No puede haber duda: todo fue una maniobra montada con cuidado, con extrema premeditación y con pasos y tiempos claramente definidos.

Ayer, Marcos; hoy, los paristas

El acto final en esa campaña contra el movimiento universitario se dio el pasado viernes, cuando ya se había tomado la decisión de enviar a la policía militar a Ciudad Universitaria. Ese viernes, el rector Juan Ramón de la Fuente esperaba que los huelguistas dieran la muestra final de intolerancia, con la que quedaría plenamente justificada la irrupción policiaca, que (no hay que perder de vista este detalle) ya estaba decidida ese viernes de traición (ese viernes, mientras los huelguistas dialogaban, el gobierno federal ya tenía decidido su encarcelamiento; igual que se quiso hacer con Marcos, en aquellas fechas en las que se quiso usar a Esteban Moctezuma como señuelo) .

La víspera, el jueves, De la Fuente había citado unilateralmente a una reanudación del diálogo en la antigua sede de la Santa Inquisición, en donde hoy es la Escuela Nacional de Medicina. No tenían otro sentido los términos en los que fue hecha esa conminación, sino obligar a los paristas a no asistir a la "reanudación del diálogo" y, así, dejar claramente demostrado que a las autoridades no les quedaba otro camino que el uso de la fuerza policiaco-militar (el citatorio a Medicina se hizo sin consulta con la otra parte, decidiendo provocadoramente que asistiese una comisión integrada por un número de sólo diez paristas, y advirtiendo que esa reunión sólo sería "fructífera" si desembocaba en la entrega de las instalaciones universitarias).

Pero, para sorpresa de quienes habían leído en los términos de la convocatoria una clara definición de que rectoría NO quería que los paristas se volviesen a sentar de nuevo con intenciones de diálogo, una comisión de ellos se presentó bajo protesta, y sostuvo una reunión que en momentos pareció rescatar del abismo la esperanza de la solución pacífica.

Un pequeño error logístico

Una hora antes que terminara la reunión fallida, y una hora después de que se venciera el plazo que De la Fuente se había fijado a sí mismo para cerrar esa última teatralización (a las diez de la noche debería haber un comunicado conjunto, había impuesto el rector desde su convocatoria del jueves, en esa lógica de guerra que no debe dejarse de analizar), un traspié logístico desnudó el libreto que se había escrito desde Los Pinos: en un comunicado de prensa oficial, el presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, José Luis Soberanes, se adelantó en una hora a deplorar el fracaso de negociaciones que štodavía estaban en curso!, pero que, evidentemente, ni eran tomadas en cuenta ni habían existido realmente para la lógica de guerra que ya en ese momento se había decidido (las diez de la noche, a más tardar, como un límite temporal impuesto al propio rector, como una frontera para que él pudiera demostrar que el conflicto se podía resolver de manera pacífica o, si no, desatar el plan de fuerza que ya estaba plenamente discutido y aprobado en el gabinete de seguridad nacional).

Esa noche del ultimátum, el rector decidió levantarse de la mesa de negociaciones cuando vio que ya no se podía avanzar más (Ƒo acaso cuando se había vencido el plazo fatal?, Ƒcuando ya no podía detener los mecanismos que pasadas las diez de la noche se habían comenzado a mover en la máxima instancia de poder?). Esa misma noche se puso en marcha el operativo de intervención militar en CU.

Diodorito y las pistas falsas

Al otro día, sábado 5 de febrero, fecha tradicional de retórica e incienso gubernamentales, el presidente Zedillo y su gabinete fueron a Querétaro a hablar de la Constitución, pero buscaron un perfil informativo bajo. Nada espectacular. Ninguna definición. Ningún indicio; no fuese a ser que los futuros presos políticos atisbaran algo. Diódoro Carrasco se dio el lujo de dar pistas falsas: entrevistado en la capital queretana dijo que estaría atento a la posibilidad de que las partes volvieran a dialogar el lunes siguiente. Hubo quienes entendieron en esas palabras el mensaje de que el lunes volverían las rondas dialogantes.

Pero ya todo estaba decidido desde el viernes (que es la fecha oficial en la que la juez segunda de distrito de la ciudad de México, en ejercicio pleno y grandilocuente de la más que real división de poderes en que vivimos en este país, decidió ordenar ųja, ja, jaų a la policía militarizada de Wilfrido Robledo que ingresara a la UNAM). El sábado, los órganos de control político (Gobernación, Seguridad Nacional, mandos policiacos y militares) organizaron la acción dominical. Y con los primeros rayos del sol cayeron sobre los universitarios.

Resumen ejecutivo

Que nadie se engañe: la decisión estaba tomada desde el jueves, cuando De la Fuente emitió un ultimátum insalvable; la noche del viernes, llegado el plazo fatal de las diez de la noche que le había sido impuesto desde el búnker globalifílico, De la Fuente soltó por la vía de la CNDH la versión oficial del fracaso de las negociaciones; esa misma noche, y el sábado siguiente, se organizó el asalto a Ciudad Universitaria, y el domingo se cumplió el plan policiaco-militar. Luego, la postura piadosa del buen redentor, que pide libertad para los presos políticos que él ayudó a crear. Y la operación de medios y de opinión pública para justificar y aplaudir la medida de meter las botas en el suelo universitario. Y el despliegue de las nuevas medidas tácticas: mantener en la cárcel, o cuando menos enredados en el litigio penal, a los principales dirigentes del movimiento, para que no puedan participar en el congreso a modo que desde ahora se prepara. Y nuevos episodios de la guerra política contra el PRD y el gobierno de Rosario Robles.

Mexicanos bajo observación

Es necesario despegar la vista de lo inmediato y tenderla hacia el futuro, porque la dupla Zedillo-Labastida está, a su vez, observando la capacidad de respuesta de la sociedad mexicana frente a actos de fuerza.

El asalto a Ciudad Universitaria, y el encarcelamiento de más de mil mexicanos por consideraciones políticas, son exploraciones extremas en busca de consolidar la tesis de que los mexicanos estamos suficientemente desorganizados y desmoralizados como para poder resistir embates vigorosos desde la cumbre del poder.

El siguiente paso en esa estrategia de manipulación de la opinión pública, luego de prolongados periodos de administración de las crisis, podría ser Chiapas. Pero, tómese o no una decisión respecto del conflicto zapatista, que ya lleva seis años de empantanamiento, el objetivo principal del neoliberalismo dominante (De la Madrid-Salinas-Zedillo-ƑLabastida?) es la imposición del triunfo priísta el próximo 2 de julio.

De los 10 a los 18 millones de votos (ja, ja, ja)

De hecho, el plan del triunfo anticipado ya instaló desde el pasado 7 de noviembre un piso electoral de diez millones de votos (ja, ja, ja), que la sociedad sabe que fueron inexistentes cuando menos en 50 por ciento, pero que no ha sido capaz de deslegitimar.

Con una mezcla de cinismo, ficción cibernética y manejo de medios, el PRI-gobierno sentó impunemente las bases para darse por ganador en las próximas elecciones, sea cual sea el resultado real. Sin que nadie protestara de verdad (salvo artículos y opiniones como la presente, que de nada sirven en el resultado final), la dupla Zedillo-Labastida ya estableció el mencionado piso electoral de diez millones de votos y ha anunciado, además, que buscará el 2 de julio una meta de 18 millones de sufragios (no importa que sean tan virtuales como los de la mencionada elección interna de noviembre de 1999).

La ruta de la conservación del poder está clara. Hoy, una medición de la capacidad de respuesta de los mexicanos se ha dado con el caso de la UNAM. Mañana, con ese margen de abulia cívica a su favor, el sistema impondrá el triunfo del PRI con la confianza estadística de que los mexicanos suelen aceptar sin grandes aspavientos (más que en segmentos minoritarios muy localizados) las imposiciones más descaradas, ya sea de las botas en el suelo universitario, ya de la traición a acuerdos como los de la UNAM y los de San Andrés, ya de los venideros 18 millones de votos (ja, ja, ja).

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