La Jornada martes 8 de febrero de 2000

Teresa del Conde
Exposiciones canónicas o no
(Primera parte)

La académica Selma Reuben Holo, directora de la Fisher Gallery (University of Southern California) piensa realizar una muestra latinoamericana para un recinto que no es una galería en el sentido común del término, sino un museo universitario. Se reserva el derecho de elección de las piezas, pero por primera vez en mucho tiempo escucho una propuesta que integra predominantemente a artistas vivos y en activo. México, dice, ocupará lugar preponderante y la exposición está proyectada para el otoño de 2002. No se tratará de la consuetudinaria muestra latinoamericana y auguramos que alcanzará buena concreción. Ella no piensa en una exposición canónica.

México eterno. Arte y permanencia, muestra vigente en el Palacio de Bellas Artes, se exhibirá después en París. No es un secreto que se desencadenó una polémica en torno de ella. Cosa no sólo positiva, sino necesaria. El coordinador de la exposición intentó romper, pero no del todo, con los esquemas consabidos, los tiempos de realización fueron extremadamente cortos y hay consenso en que la muestra no resultó a pesar de que se acepta de manera unánime que contiene piezas excelentes. En esta sección Vicente Rojo y Fernando González Gortázar expresaron abiertamente sus opiniones, que son del todo legítimas. Pero sobre lo que dice González Gortázar yo tendría una reflexión que hacer. Afirma y es cierto que el geometrismo es quizá el único vocabulario artístico que nunca se ha interrumpido entre nosotros. Tiene razón, como la tiene también cuando lamenta que la arquitectura esté ausente. ƑCómo no pensar en El Tajín, en Mitla, en los retablos del XVII, en Obregón Santacilia y en tantos otros arquitectos hasta llegar a González de León, Legorreta, et al?

Respecto del geometrismo, efectivamente, como hilo conductor puede funcionar de maravilla pero eso ocurre en todas partes, no sólo entre nosotros. Las grecas de tipo Quetzalcóatl son extraordinariamente similares a las grecas griegas; las disposiciones en zig-zag están en todas las culturas, los arcos polilobulados idem; las foliaciones no se diga. El afán por geometrizar (de diferentes maneras) está imbricado en la mente humana desde que existe como conciencia y es hasta este siglo, que terminará en diciembre próximo, que los procesos de geometrización adquieren autonomía de autor, llámese el artista Kandinsky, Mondrian, Goeritz, Felguérez, Rojo, González Gortázar, Yáspik, etcétera. Nunca confundiríamos las obras de uno con las de otros, sea que hagan proliferar la geometría euclidiana o la subviertan radicalmente.

Una muestra global que tomara al geometrismo como eje tendría que abocarse casi en exclusiva a la ornamentación, que no se perdió en la Colonia, que pasó al siglo XIX y que en el XX ha sido, como anoto, reformulada en forma ''sensivel", como decía Roberto Pontual, el crítico brasileño, por artistas de todas latitudes.

Los órdenes geométricos han estado siempre a la mano en la naturaleza; un erizo de mar es tan complicado como un rosetón gótico y obedece, al igual que éste, a un orden estricto. Lo mismo sucede con una mazorca de maíz. Las formas y patrones que encontramos en los ornamentos, atestiguan, dice Ernst H. Gombrich, ''el placer que siente el humano al ejercitar el sentido del orden realizando configuraciones, simples o complicadas, prescindiendo de su referencia con el mundo natural".

La cita está entresacada de un auténtico tratado, The Sense of Order, publicado por primera vez por Phaidon en 1979.

Tendemos a establecer patterns de aprehensión hasta cuando contemplamos, como me sucedió hace poco, pinturas abstracto-líricas que rehúyen la geometrización. Las teorías Gestalt nos han enseñado que los impulsos nerviosos que llegan a la corteza visual están sometidos a fuerzas de atracción-repulsión. Al mismo tiempo, la variación deleita y la monotonía aburre, pero cuando la variación se vuelve laberíntica y ya no es posible aprehenderla, puede sobrevenir rechazo y esto que digo está muy en relación con los quehaceres de los museógrafos, que tal vez deberían, cuando las condiciones lo permitan, seguir la máxima atribuida a Mies van der Rohe, ''menos es más", sobre todo si los ámbitos de exhibición de suyo ofrecen lineamientos excesivamente pautadores.

La idea de reunir y alternar obras de varios periodos y de diferentes estilos en un solo conjunto, sin ajustarse a un esquema cronológico, de primer embite me parece positiva porque rompe con un esquema canónico que mediante un viejo catálogo del MoMa de Nueva York compruebo que tiene vigencia desde 1940, cuando se presentó allí la muestra XX Centuries of Mexican Art reuniendo, como ahora sucede, prehispánico, colonial, folk art y moderno.