La Jornada martes 8 de febrero de 2000

Iván Restrepo
Sol Meliá, culpable de destrucción

La noticia sobre las sanciones que el gobierno mexicano impuso recientemente al Grupo Sol Meliá dio la vuelta al mundo y obtiene enorme respaldo internacional. La poderosa e influyente cadena hotelera fue sancionada por causar daños en una zona convertida en los últimos tiempos en símbolo de la lucha en pro de la conservación de las tortugas marinas y los recursos naturales costeros. Me refiero a Xcacel, que cuenta con una de las playas más bellas del Caribe.

Esta zona se ubica a cien kilómetros al sur de Cancún y cerca de Tulum, la ciudad maya más importante de la costa yucateca. A Xcacel llegan a desovar desde hace miles de años dos especies de tortugas amenazadas de extinción: la blanca y la caguama. Especialmente en los últimos 20 años el interés por conservar la zona y estudiar sus recursos atrajo a varios centros de investigación, mientras el grupo ecologista Gema la convirtió en un centro de educación ambiental donde cientos de personas aprendieron a cuidar la riqueza animal y vegetal.

En 1994, al aprobarse el reordenamiento ecológico del llamado corredor turístico Cancún-Tulum, los científicos manifestaron la urgencia de conservar intocable Xcacel por ser el sitio de anidación de tortugas más importante de toda la costa atlántica y porque su área adyacente alberga varias especies de palma en peligro de extinción, y otros recursos igualmente apreciables. Sin embargo, tres años más tarde, las autoridades de Quintana Roo vendieron 164 hectáreas de Xcacel a cinco grupos de inversionistas, entre ellos, a la cadena hotelera Sol Meliá.

La protesta de los científicos y los grupos ambientalistas rebasó nuestras fronteras. Sostienen que el gobierno estatal violó la legislación que protege las tortugas, los manglares y otras especies valiosas. El entonces gobernador Mario Villanueva, hoy prófugo, quiso arreglar el absurdo declarando cien metros de la playa hacia tierra firme como "santuario" de la tortuga marina. Pero eso no garantiza que los quelonios lleguen a desovar, pues los hoteles y demás servicios que allí se construyan, aunque sean de baja densidad, afectarán el medio. Por ejemplo, la luz y el ruido desorientarán a las tortugas, acostumbradas a un sitio silencioso y en penumbra a la luz de la luna. Con humor, los especialistas asientan que como si una mujer a punto de dar a luz se dirigiera al hospital donde la van a atender y en su lugar encontrara un cabaret o una gasolinera.

El grupo Meliá dijo que no construiría nada que viole la legislación ambiental, pero poco después de comprar parte de Xcacel fue denunciado por el Grupo Ecologista Gema y Greenpace ante la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) por destruir más de 200 ejemplares de dos palmas protegidas por la ley: la chit y la nakax, al igual que áreas de manglar.

Profepa encontró culpable a Meliá por esos daños obligándolo además a no impedir el paso a la playa de Xcacel, como venía haciendo, y a cumplir otras medidas para proteger los recursos locales.

Los abogados de Meliá se inconformaron con las sanciones impuestas por el gobierno mexicano. Alegan que el consorcio no ocasionó daño alguno y culpan a personal de Fidecaribe, institución que vende los terrenos pertenecientes al estado de Quintana Roo. Pero cualquiera que sea el fruto de esa inconformidad, lo cierto es que dicha sanción reforzó la lucha por hacer de Xcacel un sitio de conservación de las tortugas marinas y otros invaluables recursos; asimismo es un llamado para impedir que sigan los daños en la zona costera de Quintana Roo, máxime que esta entidad figura a la cabeza en cuanto al número de violaciones a las normas ecológicas, y que están en puerta megaproyectos disfrazados de "ecológicos", como el de El Cid, en Puerto Morelos, del poderoso inversionista sinaloense Julio Verdegué.

La solución lógica es declarar la zona reserva natural, tal y como solicitan al Instituto Nacional de Ecología, centros de investigación, científicos y grupos ecologistas, y que los inversionistas sean indemnizados por el gobierno estatal con otros terrenos donde puedan levantar sus hoteles sin causar daño. Parece que algo muy oscuro, que huele a corrupción, subyace en la venta de las 164 hectáreas de Xcacel, asunto sobre el cual el actual gobernador guarda extraño silencio.

Quizá cuando Villanueva sea detenido, se conozca la verdad sobre esa venta y se llegue a un arreglo para conservar Xcacel y se permita a las tortugas que lleguen a cumplir su milenario ciclo de vida.

P.D. Por supuesto, también exijo la liberación de todos los estudiantes detenidos y la salida de la policía de todas las instalaciones universitarias.