El nuncio se distanció del Club de Roma hasta quedar solo

 

Libre en Chiapas, el flanco católico

Carlos Fazio * Fue una jugada a tres bandas: monseñor Raúl Vera a Saltillo y el nuncio Justo Mullor al Vaticano. Falta saber si será carambola. Aunque en política no hay casualidades. El flanco de la Iglesia católica quedó despejado en Chiapas de cara a los comicios de julio. Una suerte de "tierra arrasada", enclave religioso.

El hombre que debía haber sido los ojos, oídos y brazos del Papa en México fue "promovido" a la Pontificia Academia Eclesiástica. Ahora vendrán los honores y se bordarán elogios por los grandes logros conseguidos durante su efímero caminar por tierra azteca, y por la tan importante tarea que le han encomendado: formar a los diplomáticos de la Santa Sede.

Pero en verdad, su despedida, luego de algo más de dos años y medio de misión ųtiempo que parece un suspiro, comparado con los 20 e interminables años de gestión del nuncio Girolamo Prigioneų tiene que ver con otros motivos. Para quienes llevan las riendas en el Vaticano, el cardenal Angelo Sodano y un par de purpurados de su entorno, Mullor no cumplió la tarea encomendada: terminar la labor de destrucción del clero progresista, iniciada por su antecesor, y asumir la voz de mando en el nuevo papel continental que Roma le ha dado al episcopado local: el de bastión estratégico para transformar a la Iglesia latinoamericana en americana, eliminando la contradicción Norte-Sur, y restándole, de paso, toda autonomía a los magisterios locales.

Para el sacerdote Antonio Roqueñí, la promoción de Justo Mullor ų"un caballero"ų forma parte del "paquete" de la sucesión del obispo Samuel Ruiz en la diócesis de San Cristóbal de las Casas. Otras voces de la Iglesia católica mexicana opinan igual. Hacía tiempo que Mullor se había convertido en un personaje "molesto" en México, por partida doble: para los obispos afiliados al zedillismo-labastidismo ųel llamado "Club de Roma"ų y para quienes establecen las políticas de seguridad nacional.

El monseñor español (Los Villares, Almería, 1932) nunca fue un hombre dócil a las políticas geoestratégicas que fueron diseñadas para Chiapas. Por acción u omisión, se convirtió en un estorbo. Anduvo a los bandazos, y aunque venía de una formación conservadora, cercana al Opus Dei y a los Legionarios de Cristo, nunca logró acomodarse a los usos y costumbres propios del autoritario sistema presidencialista mexicano.

Para colmo, el tercer nuncio en la historia religiosa de México llegó en un momento de cambio y transición, recién estrenadas las nuevas relaciones Iglesia-Estado, y cuando en el seno de la jerarquía católica local se libraba una lucha intestina por el poder, manejada tras bambalinas por Prigione, quien sigue ejerciendo hasta nuestros días una suerte de neomaximato.

Muy sintomáticas fueron lasprimeras declaraciones de dos miembros distinguidos del "Club de Roma" al conocerse la noticia: desde el Vaticano, el obispo Javier Lozano dijo que ojalá el Papa designe a un nuevo nuncio que entienda la idiosincrasia y el modo de ser de los obispos mexicanos. Onésimo Cepeda, de Ecatepec, le dio el beso de la muerte, como a Raúl Vera. "Es una promoción", comentó.

Ortodoxo, algo parroquiano, aunque con fama de negociador y conciliador, y testigo de las transformaciones geopolíticas en la ex Unión Soviética, el arzobispo Justo Mullor llegó al país en junio de 1997, con algunos pergaminos en su haber. El más meritorio había sido el logrado durante el 61 viaje apostólico del papa Juan Pablo II. Mullor, como nuncio en Lituania, Letonia y Estonia, los tres Países Bálticos, había hecho realidad un viejo y ardiente sueño del pontífice: el poder arrodillarse y besar el suelo de lo que entonces era el escaparate del imperio soviético hacia Europa; la ventana hacia Occidente de Rusia. Vencido el ateísmo, la amenaza del secularismo avanzaba por las ex repúblicas soviéticas, y Karol Wojtyla llegó allí, en septiembre de 1993, gracias a las labores de su representante pontificio.

Quienes trataron directamente con Mullor cuando llegó a México, afirman que traía una idea muy clara de su misión: continuar la obra de Girolamo Prigione. Con sus formas, pero en la misma clave. Pronto se dio cuenta de que la manera prigionista estaba agotada. Lo entendió y cambió de estrategia. Comenzó a ser un nuncio distinto. Y se fue quedando sólo. Los cardenales y obispos locales miembros del "Club de Roma" (Rivera Carrera, Sandoval Iñiguez, Javier Lozano, Onésimo Cepeda y algunos más) le hicieron el vacío y comenzaron a mover piezas a sus espaldas. Mullor se debilitó, y por eso lo sacaron.

Como sociedad humana, la Iglesia y el Vaticano dejan ver que en su interior también se mueven ųcomo en los gobiernos o partidosų hegemonías, mayorías, grupos. Hoy, el que manda ųpara todos es claro que el Papa, enfermo, ya no gobiernaų es el grupo compacto de Sodano, el secretario de Estado vaticano. Y están jugando duro. La salida de Justo Mullor lo exhibe como un relevista. Lo que le encargaron lo cumplió, bien o mal, pero ya no es el hombre que necesitan para lo que sigue. De un nuncio fuerte, Prigione, se pasó a uno débil. Tal vez el tema Chiapas, en la clave interna de México, pueda explicar su salida.

Mullor llegó con su talante conservador, pero después de viajar a la zona de los Altos, en diciembre de 1997, y enfrentar de palabra a los paramilitares de Paz y Justicia, optó por los dos obispos de San Cristóbal: Ruiz y Vera. Se mostró evangélico e independiente en medio de las presiones y tuvo salidas tal vez poco diplomáticas, pero honestas. Lo fundamental, dio el testimonio de lo que vio: la pastoral evangélica de los dos obispos inmersos en el conflicto chiapaneco. Eso polarizó al nuncio con Sodano y los obispos prigionistas de México, y lo alejó del gobierno, que nunca lo pudo cooptar.

Ahora, su destino será la ex Pontificia Academia de los Nobles, en la plaza Capránica, donde se formaron como diplomáticos dos mexicanos: el actual nuncio en Cuba, Luis Robles, y el obispo de León, José Guadalupe Martín Rábago. No es un mal puesto. Sodano, que era nuncio en Chile, pasó por el mismo cargo antes de ser ascendido a la Secretaría de Estado.

Qué evitó o qué dejó de hacer Mullor son interrogantes que tienen que ver con su fugaz paso por México. Otra pregunta clave es Ƒquién vendrá como nuncio en su remplazo? Lo que abre otra interrogante sobre la sucesión de San Cristóbal. Es claro que el gobierno de Ernesto Zedillo y el candidato Labastida le siguen jugando al "Club de Roma". Y que unos y otros esperan una solución conservadora. La carambola.