VIERNES 18 DE FEBRERO DE 2000

* La ley de Herodes, impugnación al autoritarismo *

 

* Carlos Bonfil *

Apenas tres meses después de haber fracasado el intento oficial por impedir su proyección en el cuarto Festival de Cine Francés, en Acapulco, y luego de múltiples inquietudes respecto de su posible exhibición comercial, al fin La ley de Herodes, de Luis Estrada, se estrena hoy a nivel nacional, con 250 copias, sin cortes, y con un fuerte dispositivo p DespuŽs de su affaire contra la censura, hoy ser‡ estrenada en 250 salas del pa’s La ley de Herodes, de Luis Estrada, que protagonizan Dami‡n Alc‡zar y Leticia Huijara (en la foto), acompa–ados por Pedro Armend‡riz, Isela Vega y Eduardo L—pez Rojas, entre otros ublicitario. Imcine terminó retirándose del proyecto que al principio apoyó, supervisó y coprodujo, y ahora sólo queda el crédito de la productora Bandidos Films y la garantía de una distribución masiva a cargo de Artecinema.

 

''El que no transa,

no avanza''

 

''ƑPor qué no quieren que la veas?", lanza la nueva publicidad en un cartel donde aparece Juan Vargas (Damián Alcázar), corrupto alcalde priísta rodeado de animales, con la bandera nacional al fondo, un retrato suyo en el que ya se imagina Presidente, y una sentencia infalible como parte de su ideario político: "El que no transa, no avanza".

La ley de Herodes (sin más rodeos, ''o te chingas o te jodes") es una comedia negra ųsátira política muy corrosivaų totalmente inesperada en la filmografía de Luis Estrada (Camino largo a Tijuana, Bandidos y Ambar). Describe el ciclo de una educación política ųel partido oficial como escuela nacional de corrupciónų, en el que uno tras otro, los alcaldes priístas llegan como políticos ingenuos y honestos a un mismo pueblo perdido, San Pedro de los Saguaros, para terminar aceptando (y aprovechando) las reglas del juego institucional. Un tema central, la impunidad. En el país de La ley de Herodes, lejos de castigarse la corrupción, se le protege y cobija de manera oficial, asegurándose así la permanencia en el poder de la misma clase política. ''El reto para nuestro partido, por el bien del país, es estar en el poder por siempre y para siempre".

Hay que señalar de entrada que la originalidad de la cinta más reciente de Estrada es llamar las cosas por su nombre, sin refugiarse en las alegorías y subterfugios hasta hace poco inevitables debido a la censura comercial, la amenaza de ver enlatadas las obras, o la autocensura de guionistas y directores. Insistir en que la película sólo pretende ser divertida, como se hacía hasta hace unos días para esquivar la censura, equivaldría hoy a trivializar su aspecto más novedoso e interesante (la impugnación política directa), y a competir, con desventaja, en el terreno del entretenimiento, donde el humorismo light de Cilantro y perejil, Sexo, pudor y lágrimas y Todo el poder llevan de cualquier forma todas las de ganar en taquilla.

 

Realidad actual y persistente

 

Si el propósito principal es ''divertir", La ley de Herodes acude entonces para ello a recursos demasiado obvios (indígenas y mujeres, sus caracterizaciones más burdas). Si lo que busca, en cambio, es señalar la vulgaridad y fanfarronería de los mil cacicazgos políticos que hay en nuestro país, el lenguaje utilizado apenas resulta suficiente. Evidentemente, la cinta irrita a la burocracia política por su cuestionamiento directo del autoritarismo y la corrupción, por su pesimismo radical y porque a pesar de situarse a finales de los años cuarenta, durante el sexenio de Miguel Alemán, el público reconoce la actualidad y persistencia de las prácticas descritas. Esta crítica que enderezan los guionistas, entre ellos Vicente Leñero, incomoda todavía más por su recurso al lenguaje de la comedia popular, con lo que asegura en parte su impacto y eficacia.

Nada más fácil para un censor que descalificar esta cinta por sus insuficiencias formales, por el trazo muy rápido de sus personajes o por el recurso fácil a las ''malas palabras", anzuelo infalible para un público complaciente. Pero si la película resulta eficaz es sobre todo por la calidad de sus actores, de modo especial, por Damián Alcázar, Isela Vega (portentosa), Guillermo Gil y Pedro Armendáriz, y porque, novedad absoluta, instaura el choteo político (la caricatura mordaz) en paradigmas que el público identifica con facilidad ųdesde el tono de voz de Salinas hasta algunas expresiones de funcionarios en turno.

 

Película irritante

y necesaria

 

La película, calificada de antipriísta, en realidad satiriza también a otros partidos, al PAN por su nombre, y encarnado en la doble moral y puritanismo del doctor Morales (Eduardo López Rojas), y al PRD, aludido aquí como Partido de la Revolución Verdadera. Hay referencias muy claras a la nota roja política, a los atentados contra Ruiz Massieu y Colosio, a la impunidad de la que hasta hoy gozan gobernadores corruptos, y un señalamiento de la venalidad de algunas autoridades eclesiásticas mediante el estupendo cura del pueblo (Guillermo Gil), quien negocia con los secretos de confesión y sueña con tener, recurriendo a múltiples transas, un auto Packard.

Si la distancia es grande con las alegóricas comedias políticas de los años setenta, Calzonzin inspector (Alfonso Arau), Las fuerzas vivas (Luis Alcoriza), lo es todavía más con lo que hoy podría ser una comedia política madura, con lo que es ya el cine de Gabriel Retes, por ejemplo: una eficacia que no reposa en las seguridades del humor grueso, en la visceralidad de la denuncia o en las frustraciones colectivas convertidas en espectáculo.

La ley de Herodes, del realizador Luis Estrada, que hoy se estrena, es un largometraje irritante y necesario; es también, gracias a su estupendo reparto, una comedia muy disfrutable.