Antesala

El milenio internacional de la mujer. Nada de Día, Milenio, señores. Prepárense porque los próximos mil años serán de las mujeres o no serán. Y no es que me haya vuelto feminista, simplemente observo la realidad cotidiana. Por ejemplo, este país de machos desobligados e inútiles -entre los que, por supuesto, me cuento- no caminaría si no fuera por sus mujeres. Gracias a las madres solteras, divorciadas, abandonadas, abnegadas; gracias a las madres de las madres, que crían a los chilpayates mientras la madre sale a pelearse en desventaja por la quesadilla; gracias a las hermanas solteras que acaban financiando las carreras de los (las) sobrinos(as); gracias a todas ellas, este vapuleado país -cuyas clase política y élite económica, dominadas por supuesto por los hombres, son una verdadera verguenza y han hecho todo lo posible por destrozarlo una y otra vez- ha resistido todo (errores de diciembre, fobaproado IPAB, jubilaciones hipersustanciosas a los cuarenta años, libertad para los defraudadores millonarios de cuello blanco y cárcel con juicios sumarios para ya no sé cuántos estudiantes de camiseta y pantalones guangos, etcétera). Bueno, pero por algo hay que empezar, por ejemplo, el Encuentro de mujeres escritoras, que organizó la Editorial Océano y la Comisión de Equidad y Género de la Cámara de Diputados, quienes convocaron ``a escritoras de larga, mediana y corta trayectoria'' (¿sin albur?; ¿quién redactó el boletín de prensa: Irma Serrano, una diputada del Bronx camaral, Arturo Núñez, El Jefe Diego?; ¿por qué lo mandan a la mera hora, es decir ayer, si esta columna aparece el domingo 5, y los encargados de prensa ya deberían saber que aquí nos interesamos por todo lo que se refiere a las escritoras?) a un encuentro de opiniones sobre su quehacer literario. Las intenciones son magníficas pero nomás lea usted cómo le pusieron a la semana cívico-cultural de la que forma parte este encuentro (y a la que todavía podrá usted asistir si ve algo en los periódicos): La mujer en el nuevo milenio. La conspiración (¡) de la razón y el sentimiento (?!). (Para este humilde antesalista, una de las principales conspiradoras de la razón y el sentimiento, whatever that means, es Isabel Allende.) En fin. A mi pesar, tengo que hablar en pasado y decir que en el encuentro participaron, entre otras, Bárbara Jacobs, Rosa Nissán, Brianda Domecq, Patricia Rodríguez y Rosario Novoa (a la entrada repartieron los curricula de las participantes; de acuerdo al grueso, se sabía el tamaño de su trayectoria (este es un chascarrillo antesalista un poco cochinón y políticamente incorrecto).

Volvamos a ser adictos y dejemos de ser dependientes. El término adicto, en esta época, ha sido objeto de un particular uso y abuso. Cinto Espresate nos dice en la página editorial de la revista Liberaddictus (que llega a su número 35 y cumple seis años de fundada) que al consultar en su viejo diccionario Sopena de 1957 la definición de la palabra, encontró lo siguiente: ``Adicto: del latín addictus; dedicado, afecto, apegado, devoto. Secuaz, partidario. Agregado a otro u otros en algún asunto de ministerio.'' La palabra adicción ni siquiera apareció. En este caso, los tiempos pasados eran no mejores sino más inocentes. En estos días está de moda hablar de adicciones, pero el origen de esta moda es que su moderno significado implica que el problema ha rebasado todos los ámbitos políticos, de salud pública y familiares. Por ello, la revistaÊha dedicado este número al tema: ¿Qué es adicción? Además, el Grupo Addictus ha organizado el Primer Congreso Nacional de Especialistas en Adicciones, bajo el tema ``Dilemas y alternativas en el México actual y futuro'', un foro donde todas las voces podrán debatir y profundizar acerca del fenómeno. La revista aprovecha así para reafirmar su verdadero espíritu, que es el de que cada ser humano recupere su total autonomía y ``ejerza su libertad de ser devoto de aquello que considere mejor para sí''. Es decir, retomar el sentido litúrgico y ritual de la etimología de la palabra: ``Volver a ser adictos para dejar de ser dependientes.'' Busque Liberaddictus, que está estrenando nuevo y moderno look, y sólo le cuesta 22 ipábidos prejubilados.

Aviso urgente a los parientes de Jalisco de Hugo Gutiérrez Vega. ¿Para qué sirve la numerosa parentela, la familia amplia, como se le dice, sino para apoyar en los momentos difíciles a aquellos de la propia sangre que han descendido exitosamente del árbol genealógico y se han echado a correr por el mundo? ¿Qué es la Patria chica sino el conjunto de personas a la que podemos gritar ``adíos, primo'', ``¿qué pasó, cuñao?'' o ``¿a dónde va tan salerosa, comadrita?'' Nada como el terruño, pues'n. Así que damos aviso aquí a ese anónimo y populoso a quien corresponda, para que prepare sus mejores galas y engorde la cartera o la bolsa de mano con dinerito extra, porque este jueves 9 el escritor Hugo Gutiérrez Vega presentará en Guadalajara su libro de ensayos Lecturas, navegaciones y naufragios en el Ex convento del Carmen (en el Centro Histórico) a las 29 hrs. Hugo posee esa difícil mezcla, aprendida en los grandes ensayistas del XVII, de profundidad, erudición y amenidad. Siempre habla de lo que ha visto o leído, y HGV ha visto y leído mucho. Viajero incansable y lector omnívoro, Gutiérrez Vega vuelca en estos textos sus interminables navegaciones antes de que existiera internet. El libro, publicado por Ediciones el Hermitaño, colección Minimalia, estará a la venta en la presentación, así que podrá usted, lector(a) tapatío(a) que todavía no sabe que es pariente de Hugo, comprarlo y de una vez que se lo autografíe el autor. Amén.

Carlos García-Tort
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Bazar de asombros


``PISTOLERO PEURIFOY ESTç LLENO DE OPTIMISMO''

El 18 de enero hacía frío en la ciudad de Guatemala. En el aeropuerto La Aurora me esperaban Mario Monteforte Toledo, el excelente escritor que presidió el Congreso Nacional durante el gobierno de Arévalo, uno de los más serios y decididos socialdemócratas americanos, y Carlos Corcuera, director del Instituto Cultural de nuestro país en Guatemala. Mexicana, como es su inveterada costumbre, retardó el vuelo por más de una hora y, sin pedir disculpas ni dar explicación alguna, emprendió el viaje a gran velocidad y en hora y media nos depositó en suelo guatemalteco, con el estómago un poco revuelto por el paso accidentado entre nubes y más nubes provenientes del Pacífico. Esas gordas señoronas se daban un encontronazo con las enviadas por el implacable Atlántico. El capitán, apresurado, poca compasión tuvo por nuestros nervios y siguió impertérrito la ruta más corta. Las (y los) amables asistentes de vuelo intentaron suavizar las arrogancias y rudezas de su Compañía con sonrisas y con el simulacro de comida con que entretienen a sus perplejos clientes. En fin... pasó el brincoteo y entré al hipocritón frío guatemalteco de la mano de Monteforte y con los recuerdos de Arévalo, Arbenz, Asturias, Cardoza y Aragón, Carlos Mérida y otros grandes de la política y del arte que Guatemala ha dado al mundo.

El 19 de enero entregamos al joven escritor Ronald Flores el Premio de Novela patrocinado por la Fundación Monteforte Toledo. Ronald tiene veinticinco años y ha vivido y estudiado en Estados Unidos y en México. Su novela, El último silencio, se inscribe en la tradición de la narrativa sobre dictadores criollos que parte del Tirano Banderas de Valle-Inclán, se consolida con El señor presidente de Asturias y culmina con Yo, el supremo y El otoño del patriarca. Intimista y bien instalada en los terrenos del análisis del autoritarismo y de la violencia institucional, esta bien construida novela renueva el tema y propone otras perspectivas desde las cuales podemos observar a esos seres de nuestra teratología política (uno de los últimos especímenes de ese grupo zoológico, amparado por la ``gran compasión'' británica, posiblemente regrese a su guarida a pesar de los esfuerzos desplegados por el juez Garzón para obtener su condena. El valeroso jurista busca sentar un precedente al castigar a uno de los monstruos del siglo, sujetándolo a juicio por sus horrendos crímenes. Esperamos que el asesino no burle nuevamente a la justicia).

La ceremonia de premiación se celebró en el Instituto Guatemalteco de Cultura Hispánica (el nombrecito es un remanente de las fanfarrias caudillistas) y entre los asistentes destacaba ``la ringla de gachupines'' de la novela del Marqués de Bradomín y un embajador en pleno goce del arrogante e inexplicable paternalismo que invade a un buen número de diplomáticos peninsulares cuando llegan a América Latina.

El Teatro Nacional, obra de Efraín Recinos, artista versátil y talentosísimo; el sorprendente mural de Carlos Mérida y algunos interesantes edificios decorados con excelentes altorrelieves, mejoran el centro de la capital. La buena cocina de raíces mayas se refugia en un conjunto histórico que conserva algunos buenos edificios de principios del siglo pasado y unos pocos ejemplos del art decó criollo.

Durante la comida, celebrada en una modesta fonda de la Calle Tercera y que consistió en un perfecto kak ic (sopa de pavo condimentada con achiote y servida con arroz blanco y unos pequeños tamales salados), un plato de tepezcuintle y de venado asados a las brasas, y de un gallo en chicha (el coq au vin de Centroamérica) exacto en sus sabores agridulces, recordamos ese momento deslumbrante de la vida civil guatemalteca cubierto por el gobierno de Jacobo Arbenz, un auténtico político centrista que intentó llevar a cabo las urgentes reformas exigidas por la injusta realidad social de su país. La feroz oligarquía, los Estados Unidos y sus empresas imperiales liquidaron esas esperanzas e instauraron la represión. Mario nos recordó a los ochocientos políticos refugiados en la embajada mexicana presidida por Primo Villa Michel y reímos al recitar el estrambótico ditirambo escrito por Mrs. Peurifoy, la esposa del procónsul que, al terminar sus tropelías en Guatemala, se fue a hacer maldades fosterdullescas a Camboya y Tailandia. Así cantaba la proconsulesa: ``Pistolero Peurifoy está lleno de optimismo, porque en esta Guatemala ya no reina el comunismo.'' Con el mercenario Castillo Armas se entronizó de nuevo el terror practicado unos años antes, con horrible maestría, por Estrada Cabrera y Ubico.

Una tarde visitamos el monumento a Miguel Angel Asturias. Es discreto y bastante original. Así me lo describió un elocuente taxista: ``nos enseña a querer a un señor que nos quiso mucho''. A su sombra hablamos de Gómez Carrillo, el notable escritorÊguatemalteco-parisino que, para poder alcanzar una frivolidad sin fisuras y casi wildeana, descendió a los abismos de la conciencia y los conoció al detalle. Huidobro habla de él con entusiasmo. Lo tenemos un poco olvidado pero su obra está ahí, al alcance de los buenos buscadores de esencias raras. Ahora se regresa a Asturias, su novelística, sus jitanjáforas, su ``clarivigilia'' y sus ensayos. De esta relectura brotan un dadaísta, un realista mágico (para tranquilidad de los comerciantes del libro), un estudioso y un crítico literario de muchas y bien fundadas admiraciones.

El narrador y periodista Luis Aceituno está preparando un informe sobre la actual literatura guatemalteca, que nos hará llegar muy pronto. Lo apoyan la nueva y activísima administración de la sucursal del Fondo de Cultura Económica y la muy profesional embajada de México y sus discretos y eficientes servicios culturales. Por cierto que el auditorio de la sucursal de nuestra máxima casa editora lleva el nombre de Luis Cardoza y Aragón, maestro lleno de bondades y de inteligencias y lector de las líneas de la mano de este país tan urgido de reformas y tan rico en las nacionalidades, lenguas y dialectos que le otorgan una milagrosa variedad.

Algo se mueve en esta región humillada y ofendida. La credibilidad, como en el resto de nuestro subcontinente, sigue en bancarrota, pero (no lo sé de fijo), algo se agita detrás de las palabras y del talante del nuevo presidente; algo alejado del frío catecismo neoliberal y dispuesto a revivir los sencillos principios del estado benefactor y sus anhelos igualitarios. Ya lo veremos. Por lo pronto, algunos amigos escritores ven prendida una vacilante luz de esperanza.

Hugo Gutiérrez Vega
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CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Divagaciones sobre los cuentos
y cómo escribir literatura(I)

Cartas a mi hija Ximena.

Mejor que hablarte de tipos de cuentos, mi muy querida Ximena, o de hacerte una especie de pequeña antología, prefiero intentar decirte algo acerca de cómo se fabrican los cuentos. Imagínate que una mañana entras a un café a beber un capuchino. Estás haciendo cola, no muy grande, para comprarlo y, de pronto, ves ahí sentada una muchacha. No hay nada raro en ella, al parecer, está leyendo el periódico muy quitada de la pena. Sin embargo llama poderosamente tu atención. ¿Por qué? Porque es muy parecida a ti, demasiado parecida (tú tienes un vestido igual al suyo). Casi podrías decir que esa muchacha eres tú, digo, si no fuera porque tal hecho es imposible, dado que no hay ni puede haber dos Ximenas idénticas. Te inquietas, por supuesto, pero llega tu turno en la cola y, como no has desayunado, te atareas ordenando un capuchino y un pan. Cuando ya te atendieron, con el café en la mano, buscas a la muchacha y ya no está, se fue.

Así puedes empezar un cuento, con un acorde fuerte, es decir, con un hecho incomprensible. Observa dos cosas: a) la esencia misma de un cuento es que el lector quiera saber qué sigue, que tenga cierta inquietud, necesidad de saberlo, que no esté en paz hasta que no acabe el cuento. Es la condición necesaria de un buen cuento que suscite en el lector vigorosa expectativa; b) lo segundo es que el cuento se inscribe en un tema. En este caso, tu tema o motivo es de el doble (es decir, dos personas exactamente iguales). Se suele decir en alemán: Der Doppelganger.

Te asombraría saber, Xime, cuántas veces se han contado cuentos con este tema de el doble y cuántos grandes escritores, de Plauto a nuestros días, pasando por Shakespeare, Cervantes, Lope de Vega o Dostoievski, lo han usado. El tema en general se desarrolla así: se trata de dos hermanos gemelos separados al nacer y que, por eso, cada uno ignora que tiene un hermano mellizo. Esa es muy buena situación para hacer comedias de enredos o equivocaciones. Supongamos, pues, que la muchacha que viste en el café es tu gemela idéntica; entonces, por ejemplo, te atribuyen a ti lo que ella hace (y a ella lo que tú haces) y se genera el enredo. El cuento se acaba cuando se desenreda todo, es decir, los cuentos suelen tener planteamiento, enredo (o nudo) y desenlace.

Entonces, en la cafetería del capuchino tú tienes (1) un comienzo de cuento, y (2) un tema. Escribir el cuento equivale a (3) desarrollar el tema y darle un desenlace. Y lo que debe guiarte al desarrollar el tema es lo que vimos antes, a saber, que el lector tenga necesidad de seguir leyendo. Esa necesidad es, como dijimos, la base de toda buena narración.

Examinemos un poco estos aspectos. Es más fácil tener el arranque de un cuento que desarrollarlo, porque el arranque es corto (cualquier ocurrencia puede servir) y no hay que organizar nada. En cambio el desarrollo es largo y hay que organizar y resolver el problema del desenlace. Organizar equivale a mantener el interés, que no decaiga en ningún momento a todo lo largo de la narración. El problema del arranque (o planteamiento) es sólo tener un asunto.

Ahora fíjate en esto: Borges aconseja tener el principio y el final del cuento antes de empezar a escribirlo. Eso está bien, aunque yo nunca sigo el consejo y empiezo sin saber el final, a ciegas, y conforme voy avanzando, se me va haciendo claro el final. Cada quien tiene su manera de matar pulgas. Pero, te digo, el consejo de Borges es bueno, no sólo porque es bueno saber a dónde te diriges sino porque un cuento es más airoso y elegante si su final (o desenlace) es sorpresivo, esa última línea que te aclara todo de manera sorprendente. En esto los cuentos son como los chistes: mientras más imprevisto es su final, más eficaz es el chiste. Pero, claro, la regla no tiene aplicación universal, hay cuentos muy buenos, de Chéjov, por ejemplo, sin final sorprendente o inesperado. Entonces, como dice Borges, es conveniente tener presente desde el inicio cómo va a acabar el cuento, esto es, tener su principio y su final, conveniente, pero, como te digo, no indispensable.

Ahora pasemos a hablar de temas. De seguro es lo que más te va a interesar. Te asombrará saber que no sólo no hay muchos temas literarios, sino que la verdad hay pocos, unos cuantos. Y con esos pocos temas se ha escrito toda la literatura. La historia de la narrativa es la historia de las variantes en el desarrollo de esos pocos temas. Una novela puede ser muy complicada, pero su tema o temas, son sencillos. Un tema o motivo o asunto, como también se llaman, siempre es sencillo de formular. Por eso voy a darte una lista exhaustiva de temas de cuentos. La tomé de un libro de la doctora Elisabeth Frenzel que se llama Diccionario de motivos de la literatura universal (Gredos, 1980). Voy a enunciar cada tema y a comentarlo un poco. Pero eso será en la próxima carta y, te lo advierto, va a ser largo, pero te será, creo, útil. Muchos besos de tu papá.


LAS ARTES SIN MUSA

Francisco Cuevas Almazán

El ruido organizado de Tom Waits

Para evitar el ruido que nos ronda, los maestros castigan, los científicos desarrollan ecuaciones y los músicos se aíslan. Pero no todos. Tom Waits -profesor, científico y músico honorario- prefiere integrarlo a sus maquinaciones: historias, personajes, canciones, obras de teatro, lo que sea. Su objetivo, puede presumirse, es exponer la música encubierta de las calles.

Con cincuenta años, tres hijos, diecisiete discos en estudio, dieciocho participaciones como actor de reparto en distintas películas, al menos dos obras de teatro escritas y representadas, más de noventa canciones originales que han sido interpretadas por otros artistas -como 10,000 Maniacs, Eagles, Elvis Costello, Everything But The Girl, Sarah McLachlan, Rod Stewart, Bruce Springsteen, Marianne Faithful y Tim Buckley, por mencionar a unos cuantos- y dos bandas sonoras para películas (One From the Heart, de Francis Ford Coppola y Una noche en la tierra, de Jim Jarmusch), Tom Waits es uno de los compositores más propositivos, versátiles e influyentes de hoy. Pero más que eso, en tanto que sus canciones han sintetizado y criticado al mundo occidental contemporáneo sin proponer jamás moralejas redentoras, es uno de los poquísimos antihéroes del siglo que termina.

Las cosas que hacen ruido

A contrapelo de un mundo que busca reducir matemáticamente la estridencia en las telecomunicaciones, dejar sin mácula las imágenes en video, uniformar el lenguaje y resanar las imperfecciones de la piel, Tom Waits pretende salvaguardar las cosas que hacen ruido. Quiere honrar el cochambre de las paredes, lo dice su voz, tan rasposa como el odio a las flemas. Quiere promover el sabroso scratch de la aguja que camina sobre un LP, lo dice su cabello hirsuto. Quiere rescatar las palabras inexactas del pueblo norteamericano; vamos, lo dice él mismo en la entrevista que concedió a David McGee para la revista Rolling Stone en 1976: ``Comencé a apuntar en un papel las conversaciones que tenía la gente en el bar donde trabajaba. Cuando reuní todas esas notas, encontré música escondida ahí.''

Claxon de cuna

En varias entrevistas, Tom Waits ha señalado que nació en un taxi, de camino al hospital. Se sabe que ello sucedió el 7 de diciembre de 1949 en Pomona, California, pero pocos creen el episodio del taxi. No obstante, poco importa: indiscutiblemente, su música es la de un hombre que nació escuchando una canción de cuna bajo el mugir de claxonazos, bajo el blues transmitido suciamente por una estación de A.M.

Asombrado por la vida y obra de Harry Partch -un músico norteamericano de los años cincuenta que inventaba sus propios instrumentos y que podía balacear a quien se burlara de su extraña actuación en el escenario-, e influido por toda la música que pasa por sus oídos (desde Los tres ases, que escuchó junto con su padre -un profesor de español con raíces irlandesas-, hasta el rap de los noventa), Waits ha explorado géneros como el jazz, el blues, el folk y el rock desde perspectivas poco convencionales. Por ejemplo, deforma estos géneros con instrumentación inusual (marimbas, armonios, acordeones, banjos, etcétera); los vuelve espesos con su excesiva voz; los desmembra para, luego, sin planos, unirlos como pueda.

El piano ha estado bebiendo

Sin embargo, a pesar de esta evidente violencia, casi todas las canciones de Waits están cargadas de una emotividad sin precedentes. Casi todos sus personajes están perdidos -lo acepten o no-, y eso puede sentirlo cualquiera que lo presencie. Por ejemplo, en el disco Closing Time hay un hombre que habla por larga distancia con ``Martha'', y que no ha podido olvidarla a pesar de los años que tienen de no verse. En Small Change, otro hombre asegura que ``El piano ha estado bebiendo'' y no él. O en la canción ``Christmas Card from a Hooker in Minneapolis'', del disco Blue Valentine, hay una prostituta que le manda a Waits una tarjeta de navidad, primero para contarle sus bienaventuranzas y, luego, para decirle que en realidad su vida es un infierno y que necesita ayuda.

En casi todas sus canciones, los personajes son incapaces de aceptar la pérdida de algo o de alguien. Sin embargo viven felices, olvidando pronto los inconvenientes del alcohol, la soledad o el fracaso. Esto es suficiente para que cada quien se identifique con ellos y les haga un lugar en su propio soundtrack vital.

Filólogo de cantina, amigo de perros, cirquero anónimo, sabio estridente y defensor del ruido humano, Tom Waits estuvo ausente de todas las listas que, con motivo del cambio de año, fueron publicadas a diestra y siniestra. Qué mejor razón para dedicar esta nueva era a enriquecernos con el ruido organizado de este antihéroe despeinado.

Discografía de Tom Waits:

Closing Time
The Heart of Saturday Night
Nighthawks at the Diner
Small Change
Foreign Affairs
Blue Valentine
Heartattack and Vine
Bounced Checks
One from the Heart
Swordfishtrombones
Anthology
Asylum Years
Rain Dogs
Frank«s Wild Years
Big Time
The Early Years
The Early Years Vol. 2
Night on Earth
Bone Machine
The Black Rider
Beautiful Maladies
Mule Variatons