La Jornada Semanal, 5 de marzo del 2000



Carlos Mapes

Lo que el viento trajo de San Juan

Querida Elisa:

Borges decía, cito de memoria, que él reconocía a la literatura de una manera física, porque algo cambiaba en su interior. No sabía si se alteraba la circulación de su sangre o el ritmo de su respiración, pero había cosas que enseguida sentía como poesía, al igual que la música, el amor o la amistad.

Mientras existan versos como éstos, que tomo de tu libro y, a la vez, tú tomaste seguramente de la sabiduría popular: ``No quiero huecos, tampoco tiempo/ (chispacitos de eternidad)'', ``Désenos memoria para tener olvido'', ``La vida/ es por delante mientras no se nos regrese'', habrá motivos suficientes para conmoverse, para sentir que estamos en presencia de la poesía, por más paradójica que ésta sea, y es alentador que se resuelva en desaliento.

En algunos poemas de También en San Juan hace aire, sobre todo en los de tema amoroso, incluidos en la sección ``Mera coincidencia'', encuentro una necesidad auténtica, casi desesperada, por buscar un lenguaje más directo, el cual nos permita alejarnos de la solemnidad.

Asimismo, hay poemas inquietantes que, por la certeza de su contenido o por ser tan semejantes a la vida misma, me sobresaltaron; cito sólo una parte de uno de ellos: ``Todavía no es luego./ Por eso la imposibilidad de irse/ aunque sepa desde ahora/ por qué lo haré llegado el plazo.''

El uso de los adverbios ahora, todavía, luego, tan frecuentes en tu poesía, me habla con elocuencia de tu obsesión por el tiempo. En un poema dices: ``el futuro ya ocurrió''. Y me pregunto: ¿acaso lo vivido se repite?, ¿lo que estamos por vivir ya pasó?, ¿en qué momento se fracturó el tiempo en cada uno de nosotros? En mi caso, en la adolescencia, cuando se formó una frontera infranqueable entre mis padres y yo. Por eso escribí en mi diario de aquellos años: ``Cuando pienso en mi futuro me da insomnio.''

En fin, la temporal y exaltada amiga Elisa tiene razón cuando se autorretrata de la siguiente forma: ``Étengo el ritmo de la liebre/ y el hábito de la euforia''.


Poema


Elsa Ramírez Castañeda

El interior de un árbol
el corazón de un sueño
la veta de una piedra.
Un abrazo en descampado
el desvelo
el llamado
y su desasosiego.
El abandono es blasfemia.
El otro, ¿puede tener la misma revelación?
Lo que no puede es ignorarla.
Allí, uno cree, cae de rodillas, se abisma
-así de tarde, los milagros llegan.
Y de no saberlo, me pudro,
y mando todo al exilio
con quienes creyeron que la voz de Dios
era un puro vértigo pasajero.