La Jornada Semanal, 12 de marzo de 2000



Fabrizio Mejía Madrid

TIEMPO FUERA

Pinochet

La primera reacción de Nixon y Kissinger frente al triunfo de Salvador Allende en Chile fue impedir que tomara posesión el 24 de octubre de 1970. Se elaboró el ``Proyecto FUBELT'' que consistía en ``echar marcha atrás los resultados electorales por la vía política o militar''. La táctica política, llamada ``Track I'', consistió en un acuerdo con la Democracia Cristiana para que votara en contra de la elección de Allende y pasar así a una nueva elección en la que el presidente Eduardo Frei se reeligiría. ``Track I'' rindió de inmediato algunos frutos no precisamente pacíficos: se encargó de confiarle a algunos altos oficiales del ejército que él no se opondría a un golpe de Estado e, incluso, aceptó que uno sería bienvenido'', reportó el director de la CIA, Richard Helms a Kissinger. Pero Frei no respetó el acuerdo después del asesinato del general Schneider -quien había respaldado la constitucionalidad- el 22 de octubre, dos días antes de la sesión del Congreso que ratificó la elección de Allende. En los documentos desclasificados de la cia se detalla que, a partir de ese día, el ``Track II'' recibió mayor impulso: se otorgaron fondos a la oposición, se hizo una campaña en las filas del ejército sobre la posibilidad de que la ``izquierda marxista'' tomara el control de la jerarquía militar, se le otorgó un millón y medio de dólares al diario El Mercurio y, de acuerdo con el memorándum núm. 93 de la National Security, se ejerció un ``bloqueo invisible'' a los créditos internacionales para Chile, ``comenzando por los veintiún millones que Allende está solicitando al bid''. Menos de tres semanas después del golpe contra la Unidad Popular, el BID otorgó a Pinochet cuarenta y ocho millones de dólares ``para compra de trigo''. Además de asesores económicos, el pago de 726 inserciones en la prensa internacional a favor de la ``junta'' militar, el Departamento de Estado y la CIA hicieron caso omiso de las denuncias de masacres, tortura y desaparición: ``No podemos permitir que asuntos menores minen la colaboración que hemos tenido en una mayor escala.'' Aun el asesinato de Orlando Lethelier en suelo norteamericano generó una reacción tenue: cuando en agosto de 1975 Pinochet solicitó audiencia con el presidente Ford, la respuesta fue cordial ``tiene la agenda llena''.

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Un intelectual muy cercano a un periódico mexicano dirigido por el sobrino de la esposa de Pinochet escribió, a propósito de la detención del ex dictador, que ``no está claro cuántos se tienen que morir para tener una economía sana como la chilena''. En general ése parecía ser el tono de la disculpa: Aunque a garrotazos, Pinochet llevó a los chilenos a la felicidad. Pero ni siquiera fue así. Según un estudio publicado por la London School of Economics, si tomamos como base el nivel de crecimiento de 1941, la economía chilena creció en el periodo 1957-72 el 74.57 por ciento, y en los años de la dictadura tan sólo 61.35. La tasa de desempleo pasó de 5.7 en 1970 a 20.4 en 1982 y a 10 en 1989. La deuda privada creció 25 veces con Pinochet y el 80 por ciento de la población vio disminuir sus ingresos: el 20 por ciento más rico pasó, de 1978 a 1988, a ganar 27 por ciento más, mientras que el 20 por ciento más pobre perdió el 43 por ciento de sus ingresos. La brecha entre ricos y pobres creció 5.6 veces en1972, 9.8 veces en 1978, y 12. 5 en 1988. Es más, en los mismos años Colombia recibió más inversión extranjera directa que Chile. De haberlo sabido, diría nuestro intelectual, nos habríamos ahorrado las masacres.

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Una enfermera fue llevada a la Quinta Normal, un cercado naval. La mantuvieron tres días sin dormir y le aplicaron electricidad en la vagina durante todo ese tiempo. Después se la llevaron al Estadio Nacional para someterla a interrogatorio. Vendada, sintió algo en la mano. Se dio cuenta de que era un pene erecto. La obligaron a meterlo en su boca. Después le quitaron la venda y se dio cuenta de que era el pene de un perro.

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Según la esposa, Lucía, los Pinochet viven de la pensión del ejército. Sin embargo, en estos días se abre en Chile una investigación sobre la fortuna depositada por el General en Suiza, España y Luxemburgo. Como en todos los países en que se han realizado privatizaciones, el jefe resultó beneficiado. Pinochet es dueño de Soquimich, la mayor productora de yodo y nitratos para fertilizantes. Soquimich exporta a Gran Bretaña y su subsidiaria, la Corporación de Nitratos de Chile tiene sus oficinas en Ropemaker Street, Londres, y está asociada con la enorme cementera inglesa Blue Circle en las operaciones de la industria manufacturera de Chile.

Orginalmente una paraestatal, la compañía fue dirigida por Julio Ponce, marido de la segunda hija de Pincohet, Verónica. En los ochenta, Ponce fue vicepresidente de Corfo, una compañía estatal que tenía acciones en casi todas las empresas que Pinochet privatizó. Entre ellas están los negocios de compraventa de armamento, un enorme emporio que los Pinochet poseen con ramificaciones en -¿no lo adivinan?- Gran Bretaña.

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Hace veinticinco años, el 16 de octubre de 1973, la DINA torturó, asesinó y decapitó a un joven de veintiocho años y padre de dos: Winston Cabello, un empleado federal. Sus restos fueron exhumados en 1990. En marzo de 1999, su hermana Zita creyó reconocer en un empresario de Miami, Armando Fernández Larios, al asesino. El sujeto, uno de los tenientes en el asalto a La Moneda se había atenido al programa de testigos de Estados Unidos en 1987 al declararse culpable de participar en el bombazo que mató al canciller Orlando Lethelier en Washington. Ahora, el pasado lo persigue. Se ha dado a la fuga. Pero no habrá ni perdón ni olvido para él, mientras no enfrente los ojos de Zita.